Firmas

Una teoría de las catástrofes



    En los años sesenta del siglo pasado, un matemático francés, René Thom, estudió el comportamiento de ciertos sistemas cuando sufren graves distorsiones. Ya se sabe que para muchos científicos cualquier fenómeno puede explicarse si se encuentran las ecuaciones que se ajustan a su comportamiento en el tiempo. Así lo hizo Einstein con la Teoría de la Relatividad o, más cercanamente, el premio Nobel Myron Scholes con la fórmula que explicaba el comportamiento de los derivados financieros. Gracias a este último muchos se hicieron ricos y otros perdieron todo invirtiendo en el hedge fund LTCM (Long-Term Capital Management) que, en 1998, tuvo un agujero de casi 2.000 millones de dólares debido al default de los bonos rusos.

    Siguiendo las teorías de Thom, otro matemático, Christopher Zeeman, estudió el comportamiento de ciertos sistemas en los que pequeños cambios en su posición de equilibrio los desestabiliza. Se trata de un arduo problema pues, según dicen los expertos, no resulta fácil expresar este problema con ecuaciones.

    Con Zeeman nació una nueva rama de las matemáticas: la Teoría de las Catástrofes. Es un campo científico que ayuda a comprender muchos de los sorprendentes comportamientos del mundo que nos rodea. Un simple ejemplo de "catástrofe" sería el de un trozo de hielo que al contacto con la mano se va transformando en agua; también lo son las epidemias que se diseminan con rapidez sin saber por qué o las modas que se hacen populares sin motivo aparente. La catástrofe en estos casos se entiende como el brusco cambio del estado original.

    La dificultad cuando se quieren aplicar estas teorías a las ciencias sociales, es encontrar las ecuaciones que expliquen cómo evolucionará una situación determinada una vez producido el cambio. Con el hielo resulta fácil, incluso sin ecuaciones: se puede enfriar de nuevo y solidificarlo, o calentarlo hasta tal punto que, convertido en gas, se disipe en el ambiente. En este caso se produciría una nueva catástrofe: pasar de líquido a gas. Sin embargo, cuando se quiere aplicar esto a la economía, el problema se complica tanto que se hace prácticamente imposible su representación en una fórmula válida, y es muy difícil conocer cual sería el camino para volver al estado primitivo. Lo que no quita para que se vean por muchos lugares "catástrofes" en el sentido matemático del término. Es decir, situaciones aparentemente estables que cambian bruscamente hacia algo inesperado y de evolución incierta.

    Y es aquí donde estamos, en una sucesión de cambios bruscos donde el hielo que veíamos se va convirtiendo poco a poco en agua, y todo apunta a que el proceso seguirá, salvo que por una acción exterior el hielo vuelva a enfriarse y se logre de nuevo el estado sólido inicial, o peor: que se caliente demasiado y se gasifique.

    En España esta situación de "catástrofe matemática" se ve con nitidez. Primero fue la crisis económica que, aunque anunciada, apareció de súbito: nadie la esperaba y nadie la comprendía. Eso sí, se dio con el culpable: las hipotecas subprime. A partir de ahí, el hielo se convirtió en agua, y esta no ha dejado de correr: una prima de riesgo fluctuante, el hundimiento del sector inmobiliario, la caída del consumo, el destrozo del sector financiero, etc., etc. A lo que se ha añadido más calor, en este caso procedente de Cataluña, en forma de una imposible independencia.

    No se puede decir que este año no se hayan hecho intentos para volver al estado inicial. En 2012 se han puesto en marcha desde el Gobierno múltiples medidas para enfriar el líquido que se derrama. Se trató de resolver el problema del sistema financiero mediante un generoso préstamo "blando" que, al final, se ha quedado en una cantidad muy inferior pero que, a la postre, servirá de algo para arreglar el desajuste de las cajas. Se ha intentado frenar la sangría de las cuentas públicas, aunque lo logrado sabe a poco y todos los analistas ya han descontado un déficit del 8 por ciento para 2012. Será, quizás, algo menos, pero por ahí andará porque los ingresos no "tiran" y los gastos son los que son aunque se hayan ajustado.

    Se ha puesto en marcha la máquina exportadora que esperemos que siga, con mayores índices de productividad, si bien con un enorme paro que será, al final, la piedra de toque de la economía. Queda, sin embargo, el difícil dilema: rescate sí, rescate no. Desde el Gobierno parece que se juega con la idea de que, continuando con los ajustes, la prima rondará los 300 puntos en 2013, lo que consideran aceptable. Sólo se irá a la opción "rescate" si esta se disparara. Pero de ser ese el caso, sería ya muy tarde y el precio a pagar enorme. Hacer el "gallego" con la troika no es muy recomendable.

    Y a lo anterior se añade el complejo problema autonómico, empezando por Cataluña. Aquí, de seguir la deriva iniciada por los nacionalistas catalanes, si que se podría añadir mucha temperatura al agua y convertirla en gas. El gas se expande "a su aire" como es sabido. Entonces sí que entraríamos en una verdadera catástrofe, aunque en este caso no sería matemática.

    Eduardo Olier, presidente del Instituto Choiseul España.