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'Banco Malo': una oportunidad



    Las entidades de crédito tendrán más claro el valor y la estructura de sus activos y pasivos.

    Aunque el nombre en principio asuste, pues nada que lleve ese adjetivo parece ser cosa recomendable, creo que nuestra Sociedad de Gestión de Activos Procedentes de la Reestructuración Bancaria (Sareb) puede aportar al conjunto de la economía española muchas más cosas positivas que negativas, si bien la evolución futura de las variables que se están definiendo influirán en el computo final de su bondad.

    Para animarnos, comencemos analizando los pros que a simple vista y de manera concisa observamos. En primer lugar vayamos al efecto positivo más claro para el sistema financiero y, consecuentemente, para la economía española en su conjunto. Los balances de las entidades de crédito españolas van a sufrir una transformación importante, pues van a sustituir unos activos improductivos, y en buena parte gravosos para sus intereses, por otros que les permitirán atender de mejor manera su negocio principal: dar créditos.

    En efecto, las entidades bancarias sacarán de sus balances préstamos, en teoría, de problemática recuperación y activos inmobiliarios procedentes de daciones en pago o adjudicaciones y los sustituirán por unos bonos emitidos por Sareb y garantizados por el Estado español, que les valdrán como aval para acceder a las facilidades de financiación que el Banco Central Europeo pone a disposición de las distintas entidades de crédito de la eurozona.

    Por tanto, los bancos españoles estarán transformando unos activos improductivos e incluso gravosos, pues no olvidemos que los activos inmobiliarios traen consigo una serie de gastos como los impuestos municipales, comunidades de propietarios, de conservación y mantenimiento, etc., por dinero efectivo contante y sonante, a un coste muy moderado, que podrán dedicar a su negocio básico que no es otro, como ya hemos comentado, que dar créditos a los sujetos intervinientes en el proceso económico.

    El siguiente efecto positivo es que las entidades de crédito tendrán más claro el valor y la estructura de sus activos y pasivos, y por lo tanto les será más fácil programar y ejecutar sus planes de negocio a medio y largo plazo, cuyo grado de cumplimiento permite evaluar la gestión de sus administradores y directivos.

    Otro beneficio, para mí muy importante, de la compra de activos de las entidades crediticias por el banco malo será la mejora de las expectativas profesionales de los trabajadores de la banca, pues éstos podrán dedicarse al ejercicio puro de la actividad bancaria con una perspectiva de futuro mucho más clara y definida, en vez de al sobrevenido negocio inmobiliario, que en los últimos tiempos ocupaba buena parte de su actividad, con el efecto desmotivador que me imagino traería incorporado.

    El plazo previsto de vida para la Sareb, que al parecer se situará en torno a los 15 años de vida operativa, junto con las reiteradas manifestaciones de fuentes bien informadas de que el banco malo no registrará pérdidas en el total de su existencia, nos permite pensar que la intención de sus creadores es que los inmuebles reposen en él unos años hasta que se vaya recuperando el mercado inmobiliario.

    Esto, en los primeros tiempos de Sareb, producirá una retirada temporal de oferta del mercado que será beneficiosa para el mismo, pues aproximará la oferta a la demanda, aunque todavía persista un gran desequilibrio entre ambas magnitudes.

    De los factores negativos que pueden acompañar a la creación del banco malo, el que más me preocupa viene derivado del importe al que se van a valorar los activos, pues al ser bajo se les producirá a las entidades obligadas a traspasar dichos activos unos quebrantos complementarios que repercutirán en el Estado, al tener que recapitalizar las mismas para que alcancen los mínimos de recursos propios exigidos por la legislación. Si con posterioridad se recuperara el mercado y esos inmuebles se vendieran con beneficios, como prevén las estimaciones efectuadas, éstos se repartirán entre los accionistas de la Sareb, y no olvidemos que el Estado no puede tener la mayoría accionarial en esa sociedad.

    Si, por el contrario, el valor al que se traspasan estos activos hubiera sido alto, las pérdidas que soportaría el banco malo al venderlos, si no se llegasen a recuperar los precios hasta el valor de traspaso, irían contra el capital de la Sareb y una vez agotado éste el resto lo tendría que asumir el Estado, pues no olvidemos que los bonos que emita la Sareb gozaran de garantía pública.

    Un último inconveniente que veo con el banco malo es la dificultad que entraña la administración de una sociedad del tamaño y complejidad operativa de la Sareb, pues como ya hemos dicho agrupa dos actividades totalmente diferenciadas y ambas ya de por sí bastante complejas, como son la gestión crediticia, en este caso de créditos problemáticos, y la inmobiliaria.

    En resumen, si el Estado español, por razones de estabilidad financiera, estaba acometiendo la reestructuración y saneamiento del sistema bancario, en la medida en que el sector privado no ha podido hacerlo y asumiendo sus costes, la creación del banco malo entiendo que no tiene por qué incrementar dichos costes y reportará más ventajas que inconvenientes.