La fuga de cerebros y el sistema educativo
La crisis económica está provocando la salida de trabajadores españoles que huyen de nuestro deficiente mercado laboral. Esta salida se ve como un problema creciente que perjudica a España al perder una mano de obra joven y cualificada con un grado de motivación y emprendimiento superior a la media. Aunque las estadísticas muestran que el nivel de salida de españoles es todavía muy reducido, es posible que estas cifras aumenten en los próximos años. ¿Podrían provocar estas salidas un efecto negativo en la economía y la sociedad española por la pérdida de capital humano?
En mi opinión este efecto negativo es cuestionable, ya que estos movimientos responden a un funcionamiento normal en el mercado laboral europeo y mundial, donde los trabajadores buscan aquel lugar donde emplear más eficientemente su trabajo. Precisamente la Unión Europea tiene entre sus principales objetivos la libre circulación de trabajadores, por lo que es sorprendente esta preocupación cuando la libre circulación de trabajadores europeos empieza a funcionar. No obstante, la crítica que se hace al hecho de que estos trabajadores utilicen en otro país los conocimientos que adquirieron en España, aprovechándose de una formación sufragada en gran parte por los contribuyentes españoles, permite una reflexión sobre nuestro sistema educativo.
El beneficio social de la educación
La teoría económica justifica la subvención de la educación por el hecho de que ésta genera, además de beneficios individuales a la persona que la recibe, beneficios colectivos a toda la sociedad. Según explicó el premio nobel Gary Becker, estas externalidades, al no recogerse en un menor precio de la educación, podrían llevar a una utilización subóptima de los recursos, salvo que la externalidad se internalice en la reducción del precio de la educación mediante la subvención pública. Pero los beneficios sociales se concentran sobre todo en la educación primaria, mientras que la educación superior tiene una mayor proporción de beneficios individuales, lo que implica que la subvención a la educación debe concentrarse en las primeras etapas (donde el beneficio social es mucho mayor) y no en las últimas (donde el mayor beneficio es para el individuo). Los sistemas educativos más desarrollados aplican esta lógica, y centran sus esfuerzos financieros en las primeras etapas de la educación, dejando el peso de la financiación de la educación superior en cada individuo; eso sí, introduciendo un sistema de becas que facilite el acceso a la educación superior a aquellos estudiantes con pocos recursos y una capacidad de estudio y de resultados académicos alta. Los países más pobres, en cambio, dedican muchos más esfuerzos a la educación superior, descuidando la educación básica. Lo hacen por diversas causas, bien porque una universidad es más visible que una escuela, o porque así favorecen a los hijos de las elites que gobiernan el país. El resultado de esas políticas es la denominada fuga de cerebros, ya que muchos de estos estudiantes universitarios abandonan el país para sacar mejor partido a sus conocimientos en países más ricos.
España, desgraciadamente, se acerca más a los países con peores sistemas educativos, al subvencionar en exceso, y de forma indiscriminada, la educación universitaria. Sólo en España se produce la paradoja de que los estudios de bachillerato no obligatorios sean más caros que los estudios universitarios, o que subvencionemos con nuestros impuestos los estudios universitarios de los hijos de los millonarios españoles, incluso aunque sean malos estudiantes. De hecho, la mayoría de los estudiantes universitarios pertenecen a clases medias y altas, por lo que el sistema educativo está subvencionando de forma indiscriminada a este segmento de la población.
Las últimas subidas de tasas universitarias podrían corregir algo esta injusta situación, aunque considero que su alcance es limitado. Por un lado, el objetivo de estas subidas no se ha hecho teniendo en cuenta el planteamiento explicado en este artículo, sino simplemente para obtener más ingresos. Pero más importante, por otro lado, es que se sigue subvencionando de forma indiscriminada la educación universitaria sin tener en cuenta ni el nivel de renta de los alumnos y, sobre todo, sin tomar en consideración el esfuerzo y sus resultados académicos. España es el único país del mundo donde los alumnos siguen recibiendo becas aunque suspendan varias asignaturas. Ya que la solución a la fuga de cerebros no podría ser, en ningún caso, la de prohibir o limitar la libre circulación de los trabajadores españoles, su aparición podría servir para tratar de reformar un sistema de subvenciones en la universidad tan injusto e ineficiente como el que tenemos en la actualidad.
Luis Pires, profesor de Economía de la Universidad Rey Juan Carlos.