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Andrew Milligan: Hacer competitiva a Europa



    A medida que se recupera el tempo del debate europeo, se oye una frase frecuente: "¡Europa necesita volverse más competitiva!". Retrocedamos, sin embargo, y preguntemos: ¿qué significa realmente una frase como ésa? ¿Se trata simplemente de que el euro debería bajar mucho de precio, o de que los trabajadores de ciertos países deben trabajar más horas y jubilarse más tarde? ¿Por qué es importante la competitividad?

    En cierto modo, Europa es perfectamente competitiva: se autofinancia, no necesita importar capital del exterior. La eurozona tiene superávit por cuenta corriente, como Japón y a diferencia de Estados Unidos y Gran Bretaña. Sí, está sufriendo una preocupante crisis de deuda -tanto que amenaza con arrastrar al resto del mundo a la recesión-, pero eso refleja la absoluta incapacidad de los políticos europeos para acordar cómo transferir la riqueza por toda la región, no para fomentar la llegada de capital a la eurozona en su conjunto.

    Europa debe volverse más competitiva por otra razón: está creciendo demasiado despacio para satisfacer las necesidades de sus ciudadanos. El desempleo medio en la eurozona está sobre el 11% y mucho más alto en ciertos países y grupos de edad. Las crecientes huelgas y protestas callejeras están espoleando a los políticos a la acción. Pero las dificultades a las que se enfrenta Mario Monti, el primer ministro italiano, muestran lo interminable que puede ser un proceso como ése.

    Incluso cuando se han acordado cambios, pueden pasar muchos años hasta que los beneficios empiecen a aparecer. Un ejemplo perfecto serían las reformas del mercado laboral de Hartz en Alemania, aplicadas allá por 2002.

    Muchos de los problemas de competitividad de Europa llevan aquí décadas. Incluso en los buenos años 2006-07, el desempleo en la eurozona cayó sólo hasta el 7,5%.

    Otra manera de mirarlo es ver cómo han mejorado las rentas reales, o cómo no, como puede ocurrir. En la última década los ciudadanos alemanes tuvieron un 12% de subida en el PIB real per cápita, pero para Francia y España la ganancia sólo fue del 5%, mientras que Italia de hecho experimentó una caída. Tenemos que apuntar con el dedo al débil crecimiento de la productividad de muchos países europeos; la mejora en Alemania desde 1991 ha sido más o menos el doble que la de Francia, mientras que ha habido poco crecimiento neto en países como Italia y España.

    En consecuencia, algunas compañías europeas -pero de ningún modo todas- lo están teniendo difícil para competir. Un ejemplo perfecto sería Vestas, el negocio de turbinas eólicas danés, que se enfrenta a una fuerte competencia de China e India. Fiat está luchando contra Hyundai y Kia, de Corea del Sur, mientras en el sector de la telefonía móvil Nokia tiene enfrente a Samsung y HTC.

    Problemas autoinfligidos

    Algunos de los problemas de Europa son autoinfligidos: bancos y servicios están siendo limitados por las crecientes regulación e intervención gubernamental. Y, aun así, las historias de éxito muestran que está lejos de ser imposible para las empresas europeas prosperar si consiguen desarrollar sus modelos de negocio correctamente. Fijémonos en EADS, el fabricante del avión Airbus, o Unilever y Nestlé en bienes de consumo, o BMW y LVMH en los campos de coches y ropa de lujo.

    ¿Cuáles son las soluciones? Si los Gobiernos no toman la iniciativa, entonces los mercados forzarán el cambio. Desgraciadamente, la incertidumbre regulatoria es demasiado grande. Una mayor seguridad sobre el marco económico animaría a las empresas a poner sus altos niveles de efectivo a trabajar, impulsando la inversión y la contratación. Mejorar la formación, la educación, la investigación y el desarrollo en disciplinas matemáticas y científicas es crítico, pero requiere tiempo. Como recalcó la OCDE en su reciente Employment Outlook [perspectivas de empleo], los países deben responder a estos acontecimientos con medidas de política macroeconómica apropiadas, tales como programas de reinserción laboral o de prácticas. En general, Europa tiene una carga fiscal más alta y costes sociales mayores que otros países. Estudios académicos sugieren que reducirlos aumentaría la tasa de crecimiento del empleo.

    Los mercados están exponiendo su preocupación por las perspectivas de Europa retirando capitales, como demuestran los rendimientos de bonos cada vez más altos y un euro cada vez más bajo. Una caída mayor de la moneda traería beneficios, ya que funciona como una útil válvula de escape. Sin embargo, la discusión se centra demasiado en una tasa de cambio -la del euro frente al dólar- que es importante pero que no refleja toda la realidad. Debemos mirar al euro frente a todos los principales socios comerciales de Europa y tener en cuenta las distintas tasas de inflación. Según eso, mientras que el euro ha bajado en torno al 15% desde su pico en 2008, sólo está un 5% por debajo de su media a largo plazo y todavía está un 15% por encima del bache que tuvo allá por 2000.

    Europa tiene muchas ventajas -educativas, legales, de recursos-, pero su modelo económico está frenando el progreso y la prosperidad. La tasa de crecimiento de la renta real es lenta en demasiados países, mientras que los obstáculos políticos impiden una transferencia fluida de capital y financiación a lo largo de la eurozona, como han aprendido a base de sufrimiento muchos Gobiernos y bancos. Dos c, competitividad y coordinación, deberán estar al principio de la lista de deberes de los políticos; si no, los mercados y las empresas seguirán poniendo pies en polvorosa.

    Andrew Milligan. Director de Estrategia Global de Standard Life Investments.