Josep M. Sayeras: Optimismo y (des)confianza
Un sistema monetario se basa en unos cuantos kilos de dinero y toneladas y toneladas de confianza (Luis Ángel Rojo).
"À la ville de? Barcelona!". Esas cinco palabras provocaron una reacción de júbilo y euforia que ahora, veinte años después de los Juegos Olímpicos de 1992, se recuerdan con añoranza en la Ciudad Condal. Cuatro lustros dan para mucho, incluso para que algunos cambien su relato y, en consecuencia, su propia historia.
Que si nadie estuvo nunca en contra, que si marcó un hito histórico a partir del cual el resto de comités organizadores se inspiraron, que si nos situó en el mapa? Sin embargo, de todas las frases que se han escuchado en los distintos reportajes, una me ha llamado poderosísimamente la atención: "No había dinero, pero había un montón de tiempo para buscar soluciones imaginativas".
Curiosamente, nadie -es un decir- recuerda las devaluaciones que se produjeron después de los eventos de 1992 (juegos olímpicos y Exposición Universal), pocos la pax olímpica que todos firmaron y muchos la nostalgia de cuando todos éramos -o eso pensamos- más felices, pero seguro, más jóvenes.
Actualmente, la situación ha cambiado ligeramente. Sigue sin haber dinero, pero tampoco hay tiempo. En esta tesitura, el 26 de julio, Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo (BCE), manifestó en un discurso ante inversores en Londres que "dentro de nuestro mandato, el Banco Central Europeo está listo para hacer todo lo que sea necesario para preservar el euro. Y créanme, será suficiente". Posteriormente, añadió: "Si el tamaño de la prima soberana daña el funcionamiento de los canales de transmisión de la política monetaria, entra en nuestro mandato". En un mercado relativamente pequeño, estas palabras tuvieron una rápida traducción.
El presidente había usado la misma expresión que utilizó para justificar cada una de las anteriores intervenciones del BCE en el mercado. Los draghifólogos actuaron rápidamente y los efectos fueron casi inmediatos. El tipo de interés del bono español a 10 años caía hasta el 6,91% -había llegado al 7,69 esa semana-, la prima de riesgo española llegó a tocar los 560 puntos mientras las bolsas europeas y el euro subían. La moneda única valía 1,2118 dólares antes del discurso de Draghi y valió 1,2318 después de sus palabras. Además, el Índice Stoxx 600 ganó un 2% y el MIB de Milán y el Ibex aumentaban un 5,6 y un 6% respectivamente.
No obstante, ¿qué había cambiado? ¿Es que el 25 de julio el BCE no estaba dispuesto para hacer "todo lo necesario para preservar el euro"? Si lo estaba, y era sólo cuestión de explicitarlo, ¿por qué no se hicieron antes estas declaraciones? ¿Qué dirían los socios comunitarios?
Después de que en los mentideros se especulara sobre la falta de respuesta de la canciller alemana, Angela Merkel (por lo visto estaba escuchando a Wagner en Bayreuth), aparecía -sólo 24 horas más tarde- un comunicado conjunto en el que se manifestaba que "Alemania y Francia están profundamente comprometidas con la integridad de la zona euro. Están decididas a hacer todo lo que haga falta para proteger la zona euro". O sea, más palabras que reforzaran y proporcionaran un descanso a corto plazo -probablemente hasta la finalización de las olimpiadas-.
No obstante, esos parlamentos no son en sí mismos a la solución a la crisis. Es necesario ver la traducción a acciones de estos discursos para determinar el alcance de las mismas y, de esta forma, poder juzgar sus efectos. La vinculación a la posibilidad de compra de deuda por parte del BCE es sólo una suposición que se encontrará con, como mínimo, dos impedimentos. En primer lugar, un obstáculo de iure: el incumplimiento del artículo 123 del Tratado, que prohíbe expresamente la financiación monetaria de los Gobiernos. La segunda limitación sería de facto: la oposición de los partidarios de la estabilidad monetaria.
Los dos grupos no darán su brazo a torcer hasta que se produzcan unos pasos decisivos hacia una serie de reformas que consideran innegociables (administrativa, bancaria, distribución de pérdidas en caso de producirse del BCE?). En consecuencia, estaremos atentos al desarrollo de estos acontecimientos, no sea que aprovechando los juegos olímpicos nos cuelguen alguna medalla.
Por cierto, en el próximo artículo, hablaremos de cómo salir de la crisis?
Josep M. Sayeras. Profesor del Departamento de Economía de ESADE.