Firmas

Sublime decisión



    Como en la película de Sam Wood Sublime decisión (1948), Mariano Rajoy, como si se tratase de Clark Gable, tendrá que tomar una serie de decisiones muy difíciles y contundentes para recuperar la confianza de los inversores. Se lo pueden decir más fuerte pero no más claro: Bankia y Valencia. Ya no le queda tiempo. El zapatazo lo tiene que dar en los próximos días, sin más demora. De no hacerlo, todos lo pagaremos muy caro.

    Si alguien tiene alguna duda sobre dónde están los problemas simplemente que lea el informe de S&P justificando la rebaja en dos escalones de la deuda española, que nos ha colocado en el camino del bono basura. Si eso no es suficiente, eche un vistazo al último informe del FMI. Y si a pesar de todo no quiere ver la realidad, pregunten al BCE, a la Comisión Europea o a cualquier analista medianamente informado. Es cierto que el Banco de España acaba de validar el plan de saneamiento presentado por Bankia. Pero no es suficiente. Es el Gobierno quien tiene que decidir sobre el grado de cumplimiento y viabilidad de su matriz: Banco Financiero y de Ahorro (BFA).

    Lo lógico sería pensar que esta entidad que concentra la mayoría de los créditos hipotecarios sea intervenida por el FGD con el fin de recibir nuevas ayudas públicas. Esto le permitiría sanearse sin contaminar demasiado a Bankia, que tendría que seguir provisionando sus activos dudosos durante un tiempo, aunque eso implicase no tener que dar beneficios. Pero tal vez lo que más preocupa al FMI no es tanto quien lo financie como la capacidad de gestión y de control de las entidades más débiles. Así se puso de manifiesto en el saneamiento de Banesto, donde la clave fue el nombramiento de Alfredo Sáenz. Lo mismo ocurre con la comunidad valenciana, que tiene que pasar de ser parte del problema a convertirse en parte de la solución.

    Mariano Guindal, periodista económico.