Es erróneo recortar en educación e I+D+i
Rajoy maneja profusamente el dato más sobrecogedor: el año pasado, gastamos 90.000 millones de euros más de los que teníamos, 2.000 euros por cada ciudadano, y así no podemos seguir. Es, pues, lógico que el nuevo Gobierno aproveche el ímpetu de los primeros meses para llevar a cabo los recortes pertinentes, que alcanzan prácticamente a todos los gastos del Estado, salvo pensiones y desempleo. Sin embargo, aunque no tendría sentido oponer resistencia a esta tendencia, que ya conocían el 20N los ciudadanos que votaron masivamente al Partido Popular, habría que modular mejor los recortes porque algunos de ellos son particularmente nocivos para el futuro de este país y elevarán obstáculos adicionales a la salida de la crisis.
O más bien de las crisis, en plural, porque en España, como es notorio, se han juntado dos crisis: la general, el hundimiento del sistema financiero global, y la particular, debida al estallido súbito de la burbuja inmobiliaria. Y ha sido esta segunda la que ha destruido todo un potente sector productivo sobredimensionado, el de la construcción residencial, la que ha agravado aquí la recesión, ha producido la recaída que hoy estamos viviendo y ha lanzado al desempleo a un número insoportable de trabajadores, muchos de los cuales fueron jóvenes que interrumpieron prematuramente sus estudios llamados por los jugosos empleos que encontraban en la construcción.
No es cuestión de seguir lamentándonos de que no se abortase a tiempo aquella burbuja cuando todo el mundo reconocía que corríamos un riesgo cierto y que habíamos de ponernos en serio a cambiar el modelo de desarrollo. Lo lógico es ahora tratar de poner en pie ese nuevo modelo, descrito en su momento tanto por Rodrigo Rato como por Pedro Solbes cuando ambos protagonizaban sucesivamente el mayor período de bonanza de que ha disfrutado esta democracia desde su fundación. El nuevo patrón de crecimiento había de consistir, en definitiva, en la apuesta por la productividad, por la generación de actividades de mayor valor añadido, lo que requeriría, de parte del Estado y con independencia de las iniciativas sociales que surgieran espontáneamente, más inversión pública en educación y en I+D+i. En definitiva, teníamos/tenemos que mejorar el capital humano de nuestro sistema productivo y que auspiciar la investigación científica, en colaboración con el sector privado.
Caminando en dirección contraria
Como ya habrá intuido quien haya llegado hasta aquí, estas líneas se escriben precisamente para lamentar que estemos caminando en dirección contraria. Los presupuestos de 2012 reducen las partidas dedicadas a I+D+i, consideradas estratégicas hasta hace poco, desde los 8.600 millones de 2011 a los 6.400 de 2012, lo que nos sitúa al nivel de 2005 y representa una pérdida del 25%, un porcentaje que dobla con creces el recorte promedio aplicado a los gastos del Estado, que es del 9,6. El gasto en políticas educativas desciende, por su parte, un 22%. Y ello sin contar con el último recorte de 10.000 millones en sanidad y educación.
Ocioso es decir que los recortes en investigación no son subsanables a corto plazo: los investigadores emigran, como antaño, allá donde encuentran acogida, y no será fácil hacerles regresar el día de mañana. En esta materia, las tendencias tienen gran inercia, y si se detiene la maquinaria será extraordinariamente costoso ponerla de nuevo a funcionar.
En Europa se actúa de otro modo: el Gobierno alemán acaba de decidir hace menos de un mes las principales líneas de los presupuestos públicos de 2013 y la planificación financiera hasta 2016, según ha informado el Instituto de Estudios Económicos (IEE). Las inversiones de futuro -educación, investigación y desarrollo- seguirán teniendo gran prioridad. El Ministerio Federal de Educación e Investigación recibirá en 2013 unos 800 millones de euros más que en 2012, llegando a un gasto total de 13.700 millones de euros. Ello equivale a un incremento de más del 6% respecto del gasto presupuestado en 2012.
Vamos a contracorriente. Como si no fuéramos capaces de discernir lo prescindible de lo imprescindible, lo que no compromete el futuro de lo que lo frustra irremisiblemente. Rajoy, en la agenda reformista que enunció el pasado miércoles ante sus parlamentarios, incluyó "decisiones en investigación y desarrollo". Se abre, pues, un portillo de esperanza, pero no hay que engañarse: si los recortes persisten, este país habrá dado un serio paso atrás.
Antonio Papell, periodista.