Firmas
Presión sobre España, de nuevo
¿Qué ha pasado para que hayamos retornado a una situación crítica y se hayan reproducido las dudas y sospechas sobre nuestra solvencia y fiabilidad? La posición de nuestro crédito y deuda tampoco ha cambiado mucho en los últimos meses. Mantenemos un endeudamiento privado descomunal y, si acaso, el comportamiento del sector público ha sido peor de lo que se admitía o podíamos prever. Así, para sostener nuestros compromisos de endeudamiento, créditos o pagos seguimos precisando, como antes, de nuevos préstamos y fondos del exterior.
¿Qué había, pues, cambiado para que en febrero se aligerase tal presión sobre nuestra credibilidad como país? Aparte del cambio institucional de Gobierno, desde luego no han sido las condiciones económicas o de crecimiento a corto plazo que, de nuevo en una revisión realista frente a la información edulcorada e ilusa del anterior Gobierno del PSOE, se han visto rebajadas a tasas negativas del 1,7 (oficial) ó 2%. Tampoco es que estos datos mucho más reales de la situación de nuestra economía hayan pillado de sorpresa a los analistas o decisores financieros extranjeros de donde fluyen los recursos prestables para poder pagar nuestros excesos pasados, también realizados con deuda. Por lo que la imperiosa necesidad de crecimiento de nuestra economía que, de seguirse una política presupuestaria adecuada y opuesta a las veleidades de las dos últimas legislaturas, sería no sólo lo que podría recomponer nuestras cuentas públicas, sino también devolver a nuestros prestatarios la confianza, solvencia y seriedad perdidas, no parece ser un factor a corto plazo o inmediato que haya trastocado o girado sus expectativas. Nuestros prestatarios son conscientes de que sólo a largo plazo y si mantenemos firmes -e incluso ahondamos- las reformas estructurales que afecten a nuestra productividad, costes y competitividad, lograremos esa parte del objetivo. Así lo descuentan.
Por tanto, sus problemas o dudas y nuestras tensiones surgen de otras circunstancias o motivos que, de momento, son coyunturales, salvo que la torpe actuación o comunicación de nuestro actual Ejecutivo les haga concebir lo contrario o que el BCE decida un cambio radical de su actual política.
Junto a las nuevas cifras mencionadas, que cambian las circunstancias y elevan nuestras dificultades económicas, tales factores son, por un lado, las declaraciones del presidente del BCE, Mario Draghi, mostrando reticencias a renovar medidas extraordinarias de financiación e instando a algunos miembros, en alusión a España e Italia, a que intensifiquen sus reformas y su consolidación fiscal. Por otro lado, está el resultado electoral en Andalucía.
En una situación tal que, desde hace tiempo, dependemos intrínsecamente de los préstamos externos para poder hacer frente a nuestros compromisos, lo de Draghi es clave. En esto estamos, junto a Italia, en la senda de Portugal o Grecia, aunque nuestro escenario diste todavía mucho del rescate, que podemos evitar. Pero Draghi ha querido incidir en que los "manguerazos" -igual que una devaluación fuera del euro- son apenas remedios momentáneos y parciales y que, en todo caso, debemos afrontar y resolver nuestros lastres o problemas económicos esenciales si queremos ver mejorar nuestra riqueza y desarrollo. Con todo, el BCE ha matizado con diligencia su posición respecto a la compra de deuda española con los consabidos efectos balsámicos.
Los resultados electorales andaluces -y las reticencias de algunas gentes del PP sobre las reformas y medidas del Gobierno, que para colmo son timoratas o insuficientes- han venido a añadir dudas en el exterior sobre la capacidad del Ejecutivo para embridar a las autonomías y, antes, sacar a la luz la realidad de sus cuentas públicas. Esto puede decir mucho sobre la capacidad o disposición de nuestras autoridades para eliminar prebendas, excesos y corruptelas, así como grupos beneficiarios de las mismas y los nichos de votos y favores que abonan. Lo timorato de algunos recortes presupuestarios y medidas así lo confirman.
Fernando Méndez Ibisate, profesor de Economía de la UCM.