Una nueva era para las normas financieras
Mientras los titulares siguen dominados por la crisis de la zona euro, el mundo financiero se está transformando en otras múltiples dimensiones. Un intrigante desarrollo, aunque hasta la fecha haya pasado desapercibido, es el cambio gradual del papel de los que establecen normas financieras globales, que se están haciendo más firmes al fijarse en la forma en que se adoptan e implementan sus normas por todo el mundo.
Las normas financieras globales surgieron en los años setenta como producto secundario de la integración financiera mundial. Aunque algunos organismos globales establecen normas para los pequeños y arcanos rincones de las finanzas, hay dos casos que destacan por la magnitud de su impacto sobre las operaciones e incentivos de las empresas financieras: los sucesivos acuerdos alcanzados por el Comité de Supervisión Bancaria de Basilea, o Acuerdos de Basilea; y las Normas Internacionales de presentación de Informes Financieros (NIIF), que rigen la elaboración y presentación de las declaraciones financieras de las sociedades que cotizan bolsa y que son establecidas por el Consejo de Normas Internacionales de Contabilidad (IASB) con sede en Londres.
Hasta hace poco, tanto el Comité de Basilea como el IASB, como otros organismos similares, entendían que su papel consistía en publicar y actualizar normas de alta calidad y, en cierta medida, promover su adopción y uso, pero no controlar cómo se utilizaban (había un cierto intercambio de experiencias entre autoridades públicas en el Comité de Basilea, pero no las correspondientes revelaciones públicas). Ahora esto está cambiando. El Comité de Basilea está creando todo un nuevo marco de supervisión directa sobre la forma en que se legisla sobre sus normas en cada jurisdicción, y sobre la forma en que las aplican las instituciones financieras individuales de cada jurisdicción. Y lo que resulta crucial, es que el comité ha anunciado que se harían públicas sus conclusiones. En octubre de 2011, hizo pública por primera vez una tabla en la que se compara el estado de adopción de los Acuerdos de Basilea II y 2.5 en las jurisdicciones de sus miembros y en la Unión Europea (UE).
No se trata de asuntos meramente técnicos: se espera que el Acuerdo III de Basilea sobre capital, apalancamiento y liquidez tenga como resultado el freno a la rentabilidad de los bancos y otras limitaciones adicionales sobre los bancos más grandes. Su transposición a la legislación comunitaria es actualmente objeto de furibundas presiones, y todavía no se ha publicado la propuesta de las agencias federales estadounidenses de adopción en Estados Unidos. Stefan Ingves, el responsable del banco central sueco que asumió la presidencia del Comité de Basilea en junio de 2011, subrayó los esfuerzos comentando recientemente que "establecer normas sin garantizar su implementación es similar a construir un faro sin llegar jamás a encender la luz".
El año pasado se hicieron otros anuncios similares sobre las normas de contabilidad con la publicación, por parte de la Fundación NIIF, que aloja al IASB, un informe de referencia sobre su estrategia durante los próximos diez años. Este texto especifica que "las NIIF deberían intentar conseguir la plena revelación cuando la adopción de las NIIF sea incompleta o cuando haya divergencia con el conjunto completo de las NIIF según han sido emitidas por el IASB", y que "el IASB trabajará con una red de reguladores de valores, reguladores de auditoría (...) y otros partícipes para identificar cuando en la práctica ocurra una divergencia transfronteriza". Esto contrasta con la anterior posición del IASB, que alegaba no tener responsabilidad alguna por la implementación efectiva de sus normas NIIF.
Esta asunción de nueva responsabilidad parece haberse visto motivada por el hecho de que la práctica incoherente acabará por contaminar la percepción de las propias normas. Sin duda, la crisis financiera ha acelerado un cambio que podría decirse que hace tiempo que era necesario. Puso el foco, entre otras cosas, sobre la distinción de la ponderación del riesgo de activos similares por los bancos estadounidenses y europeos en virtud del Acuerdo de Basilea II, o la divergencia de contabilidad para cancelar la deuda estatal griega entre bancos de la UE.
Queda por ver qué se producirá exactamente por los últimos anuncios. Puede que los supervisores nacionales que son miembros del Comité de Basilea no acojan de buen grado la vigilancia externa de sus prácticas. El IASB puede conseguir la cooperación de las autoridades públicas nacionales en su trabajo de vigilancia. En ambos casos, queda por determinar el alcance de las revelaciones al público sobre conclusiones potencialmente vergonzantes.
Asimismo, los establecedores de normas financieras mundiales tienen otros muchos desafíos acuciantes. Tienen que actualizar regularmente sus normas. La rápida negociación del Acuerdo de Basilea III tiene que contarse como un notable éxito inducido por la crisis, pero en forma alguna como el final del camino. Necesitan que todas las jurisdicciones se comprometan en principio a la adopción de sus normas, cosa que dista mucho de ser universalmente el caso de las NIIF: los grandes valores atípicos siguen incluyendo a Estados Unidos y Japón. También tienen que actualizar su gobierno y administración, no menos para adaptarse al surgimiento de las grandes economías emergentes, y en el caso de la Fundación NIIF, para encontrar un modelo de financiación estable y sostenible, que todavía falta en gran medida.
Por todos estos motivos, resulta tentador ser cínico sobre los compromisos para garantizar la adecuada implementación de las normas globales en lo que sigue siendo un mundo financiero muy diverso. Con todo, estos compromisos marcan el inicio de una nueva era para los establecedores de normas, y en potencia suponen un paso hacia un gobierno más fuerte del sistema financiero global.
Nicolás Verón, miembro superior de Bruegel en Bruselas y miembro visitante del Peterson Institute for International Economics de Washington.