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Evaluación permanente de la formación

    Imagen de Thinkstock.


    El Congreso ha convalidado mayoritariamente el decreto ley de reforma laboral. De hecho, con los apoyos conseguidos por el grupo popular casi se aprueba por mayoría cualificada de tres quintos de la Cámara Baja. Esto significa que el Gobierno vuelve a ratificar una extraordinaria mayoría para que la reforma laboral avance en la dirección apuntada en el Real Decreto, lo cual debe traducirse en pasos hacia adelante en muchos aspectos del mundo laboral sólo apuntados con trazo grueso en dicha norma. Esto quiere decir que hay que modernizar las políticas activas de empleo y el sistema de formación, que es un factor de competitividad de nuestra economía.

    Reformas en las políticas de empleo

    En la actualidad, las políticas de empleo tienen dos problemas fundamentales. No están relacionadas las pasivas con las activas y sus recursos económicos están desequilibrados en perjuicio de estas últimas. Resulta básico que nuestros desempleados estén estimulados para que culminen cuanto antes con éxito su trabajo de buscar empleo y, para eso, hay que condicionar la recepción de prestaciones por desempleo con las políticas activas. Desempleado no puede ser igual a parado. Además, no tiene ningún sentido que dediquemos a políticas activas sólo el 20% de los recursos totales y, en concreto, a formación un exiguo 6% del montante global. Por lo tanto, es urgente acometer una reforma profunda de las políticas de empleo.

    La formación, por su parte, también necesita modernizarse. Nuestra Formación para el Empleo sólo recibe críticas globales, lo cual me parece injusto y poco riguroso. Es verdad que el sistema tiene fallos que hay que solucionar de inmediato, pero también se ha demostrado eficaz en muchos aspectos. En cualquier caso, parece urgente hacer un esfuerzo para alinear completamente la oferta formativa con las necesidades de nuestro tejido productivo y ceñirla a puestos de trabajo concretos, para lo cual hay creada ya una amplia red de expertos. Además, es básico introducir objetivos medibles y estar permanentemente evaluando su eficacia.

    Medir los beneficios de la formación

    No es cierto que los resultados de la formación no sean medibles por tratarse de un intangible. Existen herramientas que nos permiten medir hasta en cuatro niveles los resultados. El primero sería la satisfacción del alumno, es decir, su percepción subjetiva acerca de la actividad formativa. El segundo anillo de medición consistiría en evaluar qué sabía el alumno antes de iniciar esa formación y qué sabe al concluirla. Se trataría de analizar habilidades, destrezas y conocimientos antes y después de formarse. En tercer lugar, se trataría de analizar la aplicación real al puesto de trabajo y, en cuarto lugar, se trataría de analizar la productividad y competitividad ganada por el empleador, así como la empleabilidad y también la productividad que genera el empleado. La medición de los resultados de la formación debe ser ya un ejercicio permanente y paralelo al de la ejecución.

    Francisco Aranda Manzano, vicepresidente de FENAC y miembro del Comité Ejecutivo de CEOE.