J. R. Pin Arboledas: Una partitura buena... ¿instrumentistas?
Si algo deja claro la Reforma Laboral es que el 20N cambió al Gobierno, pero no han cambiado las estructuras de CEOE, UGT y CCOO, ni la oposición. Mendez y Fernández Toxo han comparecido ante la prensa para criticar la reforma. Anuncian movilizaciones y amagan con una huelga que saben inútil. Rubalcaba se ha sumado a la crítica acusando de mentiroso a un Gobierno al que la herencia recibida ha obligado a reformas radicales.
Es curioso que no reconozcan que han sido ellos parte de las causas de la Reforma Laboral que no les gusta. Son responsables de ella. Los sindicatos han tenido no sólo días, sino meses y años para pactar una reforma y no lo hicieron. Mientras, veían crecer el desempleo a más de cinco millones de personas. La oposición, cuando fue Gobierno durante siete años, permaneció impasible ante el mismo fenómeno. Primero negando la crisis y, luego, reaccionando tan tímidamente que agravó el desempleo.
Ha sido su falta de decisión durante la legislatura anterior la que ha obligado a realizar una reforma que tiene en su virtualidad el aplauso de los expertos económicos y el rechazo de quienes fueron incapaces de mejorar la economía durante el periodo anterior.
Ha sido esa falta de decisión la que ha obligado a reconducir el foco de la Reforma Laboral en materia de Convenios Colectivos a la empresa, por encima de los acuerdos de las estructuras sindico/empresariales. El exceso de protagonismo de estos aparatos durante décadas ahogó la negociación colectiva impidiendo la adaptación de las empresas a mercados cada vez más competitivos.
Con esta reforma y sus descuelgues y ERES más automáticos, la adaptación a la crisis se realizará a través de salarios y reacomodación organizativa en lugar de por despidos. Algo que hizo Alemania hace años con el acuerdo de sus sindicatos, que no se pueden considerar vendidos al capital.
También con esta reforma se impulsará la renovación de los Convenios, que a veces se estancaban innecesariamente, mediante la fijación de dos años como límite para la ultraactividad de los convenios (periodo en que siguen vigentes después de vencer su plazo o ser denunciado por sindicato o empresa); aunque se podría haber reducido más este plazo.
Sindicatos y oposición han sido incapaces de reconocer que el coste de despido en España es superior a los países punteros de la UE, y eso dificulta nuestra competitividad. Un Gobierno realista ha tenido que reducirlo.
Atacar la reducción del despido indefinido a 33 días por año trabajado (con 24 meses de tope) desconoce que estamos compitiendo en Europa. La crítica al despido procedente por causas objetivas, el de 20 días por año trabajado (con un máximo de 12 meses), olvida que está ideado para empresas en crisis que tienen que demostrar, por ejemplo, que sus números caen en tres trimestres consecutivos. Si una compañía en esta circunstancia no tiene facilidad de reducción de plantilla, la alternativa es cerrar y despedir a todos.
Inoperancia de Servicios Públicos
Ha sido la necesidad de combatir el paro juvenil, que se dejó crecer hasta límites insoportables, el que ha obligado a poner en marcha medidas para reducirlo, mediante: a) incentivos a su contratación; y b) mejoras de la formación dentro de la empresa.
Ha sido la inoperancia de los Servicios Públicos de Empleo, que el Gobierno del PSOE gestionó durante siete años, lo que lleva a que las Empresas de Trabajo Temporal sean autorizadas a actuar como Agencias de Colocación. Ahora los acuerdos entre los Servicios Públicos de Empleo y las Agencias de Colocación pueden hacer que éstas se conviertan en colaboradores eficaces que agilicen la colocación.
Y hablando de trabajos precarios, fue el Gobierno en el que Rubalcaba era vicepresidente el que alargó el encadenamiento de trabajos temporales a tres años, y esta reforma lo ha reducido a dos. Es decir que los progresistas fueron más partidarios de la precariedad que los actuales gobernantes.
Los sindicatos han de cambiar de mentalidad
En resumen, no sólo no deben quejarse sindicatos y oposición, sino que deberían entonar el mea culpa. Si no les gusta la reforma deberían hacer examen de conciencia y, como se decía en mi juventud, propósito de la enmienda.
Ha llegado la hora de decir a los líderes sindicales que deben dar paso a otra mentalidad. Cómo ha llegado la hora de decirle a Rubalcaba que su papel es buscar una nueva generación del socialismo español. Si siguen empeñados, los unos y el otro, en las posturas que han lucido durante el fin de semana, ¡que Dios los pille, nos pille, confesados!
Eso, o que se den cuenta de que es la hora de la responsabilidad sindico/empresarial y de la oposición. La reforma es la partitura, y una partitura es útil, pero sólo se valora cuando la orquesta la ejecuta, bajo la atenta mirada y movimientos de su director. Los instrumentistas son empresarios, directivos, trabajadores y sindicatos; el director: el Gobierno. El telón se ha levantado y el público espera que se ejecute la pieza con brillantez. Los aplausos serán la creación de trabajo.
J. R. Pin Arboledas. Profesor del IESE, titular de la cátedra de Gobierno y Liderazgo en la Administración Pública.