Firmas

Víctor Alvargonzález: 'Good news, no news'



    El dicho anglosajón no es así, sino No news, good news, que podría traducirse como Buenas noticias, no hay noticias. De hecho, en todo lo relacionado con la crisis de la deuda europea ha resultado una frase muy acertada, porque cada vez que teníamos noticias era para echarse a temblar.

    Pero hete aquí que, por una vez -y esperemos que no sea la única- los políticos europeos han finalizado una cumbre con resultados tangibles. Cierto que llevan un año entero para llegar a ello. Y no es menos cierto que si lo que han hecho ahora lo hubieran acordado hace un año nos habrían ahorrado un mal trago (y una recesión de caballo). Probablemente también sea cierto que si, ya puestos, hubieran organizado un protocolo para la salida ordenada del euro de Grecia o cualquier otro país en situación similar, habría sido de nota. Es verdad, han actuado tarde, mal y a rastras, forzados por los mercados y la opinión pública, y probablemente se han quedado cortos, pero reconozcámoslo: por fin han hecho algo de provecho, algo que puede tranquilizar a esos malvados mercados a los que tan alegremente pidieron dinero y a los que tanto insultaron cuando los inversores temieron por el cobro de sus préstamos.

    El caso es que los políticos europeos han llegado ¡por fin! a conclusiones importantes, y nadie parece darse cuenta. Han acordado y rubricado -anteriormente sólo eran globos sonda o compromisos verbales- que quien quiera ser parte del euro tendrá que establecer un techo de gasto en la mismísima Constitución o en una ley de rango similar.

    El déficit del Estado no podrá superar el 0,5% del PIB. Además, el texto del Tratado otorga poderes a la Comisión y a cualquiera de los demás Estados firmantes para llevar al Tribunal de la UE al país que no haya inscrito adecuadamente en su Constitución o norma similar la exigencia del equilibrio presupuestario. El Tribunal podrá imponer sanciones económicas de hasta el 0,1% del PIB a los países que no hayan incorporado en su legislación esta regla. Habrá mecanismos automáticos de control. Y se han comprometido a firmar todo esto el día uno de marzo.

    Y la cosa no acaba ahí. No es difícil imaginar que la garantía de austeridad que supone la modificación del tratado es la munición que necesita la canciller Merkel para vender a sus votantes la posibilidad de que el BCE tome un papel más activo en defensa de países como España e Italia, que se han ganado a pulso la desconfianza de los mercados, pero que son fundamentalmente solventes.

    Su problema es más de liquidez y falta de confianza, pero, por poner un ejemplo, en el caso español sólo eliminando el Senado, que todo el mundo sabe que no sirve para nada, y las Diputaciones provinciales -que duplican su actuación con todo tipo de organismos autonómicos- se ahorrarían 6.000 millones de euros. Y eso sin entrarles a los miles de michelines que tiene el Estado y cuya eliminación no dañaría el tejido productivo y generaría cuantiosos ahorros. De momento, el Gobierno ha preferido la vía fácil -subir los impuestos a los pringados de la nómina (yo soy uno de ellos)- y ni siquiera ha tenido el detalle de anunciar una reducción drástica y concreta del gasto público o un plan serio de lucha contra el fraude. Pero sitios donde ahorrar, haberlos, haylos.

    Compromiso anti despilfarro

    Así que ahora que los despilfarradores jurarán sobre su Constitución no despilfarrar y habrá sanciones importantes para el que lo haga, es cuando el BCE puede ayudar a países que son solventes pero han perdido la confianza de sus acreedores. Esto es una opinión, no está escrito en ningún tratado, pero es una opinión con amplia base en el mercado. Saber que el primo de Zumosol puede enfadarse y empezar a dar leña puede tener el mismo efecto que si realmente lo hiciera. Los mercados se mueven por miedo (a estar fuera cuando se puede ganar, a estar dentro cuando se puede perder) y para apostar contra la deuda periférica sabiendo que el BCE está dispuesto a actuar en serio hay que echarle narices.

    Todo esto tiene consecuencias importantes para los mercados, tanto de renta fija como de renta variable. Buenas en el primero, malas -para los países periféricos- en el segundo (a ver cómo crecemos con esos compromisos adquiridos). Pero puede tener consecuencias bursátiles positivas más allá de las fronteras europeas, porque los países recuperables (EEUU, emergentes...) necesitan quitarse de encima la espada de Damocles de una implosión europea. A ver quién era el guapo que se lanzaba a una inversión importante, sea financiera o industrial, teniendo esa amenaza enfrente. Pero ahora el riesgo de una crisis irreversible de la deuda periférica ha disminuido. Se refleja en las primas de riesgo y en los diferenciales de la renta fija corporativa.

    Es cierto, no ha desaparecido -ahí está el señor Hollande volviendo a la retorica antimercados- pero se ha reducido. Si los resultados de la cumbre no han sido más comentados es porque las buenas noticias no hacen buenos titulares, pero no porque, por primera vez en mucho tiempo, no sean buenos.

    Víctor Alvargonzález. Consejero delegado de Profim Asesores Patrimoniales, EAFI.