Firmas
Juan Carlos Arce: La reforma laboral pendiente
La reforma laboral está pendiente. Después del gran guiñol legislativo de las apariencias, de la visita al museo de agujeros, nadas y espejismos, la auténtica reforma laboral está por hacer. Ahora, el nuevo Gobierno tendrá que llevar a cabo una política que facilite la contratación, que cambie la negociación colectiva, que dote de flexibilidad interna a las empresas y regule el despido y las novedades contractuales. Las cifras de paro de noviembre ya no son ni siquiera escandalosas o terribles. Son la tragedia final de una forma de hacer política deshaciendo empleos y desoyendo a los expertos.
No sirven los remedios de urgencia
Serán precisas nuevas reglas de contratación y despido, la revisión de los actuales controles administrativos y judiciales de las decisiones empresariales, una negociación colectiva que supere su concepción como un mero acuerdo de salarios, fomentar el contrato a tiempo parcial, facilitar la flexibilidad organizativa de la empresa, entre otras medidas. No se comprendería que el nuevo Gobierno se limitara a realizar unos cuantos remedios de urgencia con el único objetivo de mantener la cabeza fuera del agua en espera de tiempos mejores.
Los secretarios generales de Comisiones Obreras, Ignacio Fernández Toxo, y de UGT, Cándido Méndez, aseguran que van a hacer todo lo posible para que la reforma laboral del próximo presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, sea fructífera. Toxo afirma, sin embargo, que los cinco millones de desempleados demuestran que las reformas laborales no crean empleo. Pero no es así. Lo que demuestran es que la última no era la reforma adecuada. Y Méndez señala que ya se han llevado a cabo muchas reformas laborales y que no hay que seguir profundizando en la materia. Rajoy, por su parte, no parece creer en la unidad de acción sindical porque ha explicado por separado las líneas maestras de su reforma laboral a UGT y a CCOO, con quienes se ha reunido por separado, según ha dicho a los suyos en Génova. Tal vez esta distinción estratégica entre UGT y CCOO -especialmente cuando, como ocurre ahora, en realidad ambos sindicatos necesitan diferenciarse- permita por fin alcanzar un acuerdo coherente y firme.
El peligro de los 'minijobs'
El presidente de la patronal CEOE, Juan Rosell, se ha declarado, por su parte, a favor de los minijobs, pequeños empleos con muy bajos salarios. Si no se trata de trabajos a tiempo parcial y a precios de mercado, la propuesta sería una puerta abierta al submundo del trabajo, una especie mixta entre el paro y el contrato basura, el regreso al proletariado.
Rosell haría muy bien en pretender regulaciones más serias, más eficaces y mejores para todos antes que plantear figuras contractuales de desecho que, además, están mal copiadas de Alemania. Y si no fuera así, vista la experiencia de los últimos años, el nuevo Gobierno debe saber que la decisión reformadora y su aplicación práctica deberá ser, entonces, una decisión política urgente, clara y completa. Una decisión política y sobre todo técnica, antes que el resultado inane de un diálogo social largo y digresivo que ha probado ya su ineficacia porque, como todo el mundo sabe, los sindicatos y las empresas no negocian técnicamente, sino con el lastre o la virtud de sus componentes ideológicos, en una estéril repetición del dilema del prisionero.
Esto implica el riesgo de que los acuerdos sean, al final, si llega a haberlos, sólo el punto de equilibrio entre dos fuerzas contrarias y, sea cual sea ese punto, las reformas serán parciales, de bajo perfil y sin eficacia real. Serán reformas para otro tiempo y no para éste en el que un profundo cambio en el mercado laboral es la prioridad absoluta.
Juan Carlos Arce, profesor del Derecho del Trabajo y Seg. Social. Universidad Autónoma de Madrid.