Evasión

'La quimera del oro', la película de Chaplin que elevó la comedia como arte vuelve a los cines por su centenario

  • Estrenada el 26 de junio de 1925, en pleno apogeo del cine mudo, la película fue desde el primer momento algo más que entretenimiento
  • Esta película supuso un punto de inflexión en la carrera del cineasta

Carolina Cuesta

Hay películas que se instalan para siempre en la memoria colectiva por su humanidad más que por su espectacularidad. La quimera del oro, la obra maestra de Charlie Chaplin y que supuso un punto de inflexión en su carrera como cineasta, cumple cien años y su regreso a las salas (de la mano de A contracorriente Films) no es solo un acto conmemorativo, sino una invitación a reencontrarnos con un cine que sabía hacer reír sin olvidar la ternura.

Estrenada el 26 de junio de 1925, en pleno apogeo del cine mudo, la película fue desde el primer momento algo más que entretenimiento. Chaplin, en la cima de su fama, construyó una historia que parecía simple pero era profundamente simbólica: un buscador de oro extraviado entre la nieve, el hambre, la soledad… y la esperanza.

Inspirada en las crónicas reales de la fiebre del oro del Klondike, la cinta elige el camino menos previsible: no dramatiza el sufrimiento, sino que lo resignifica con humor e ingenio. Hay en sus imágenes una capacidad extraordinaria para encontrar belleza en el absurdo. Como cuando el protagonista convierte una bota en cena de gala o cuando improvisa un baile con dos panecillos que aún hoy arranca sonrisas.

'La quimera de oro'

Pero más allá de las anécdotas, La quimera del oro marca una evolución artística decisiva. Chaplin ya no solo era el ídolo del público, sino un creador en plena madurez, consciente del poder del montaje y del lenguaje visual. Su cine hablaba sin palabras. Transmitía emociones sin necesidad de explicaciones. No buscaba el gag fácil, sino la emoción que perdura. Aunque se planteó inicialmente rodar en los escenarios salvajes de Alaska, el rodaje se trasladó a la Sierra Nevada y Colorado. Allí, entre maquetas y efectos rudimentarios, Chaplin moldeó con paciencia una película que fue tan exigente en lo técnico como delicada en lo emocional.

La quimera de oro

Décadas más tarde, cuando el cine sonoro ya dominaba las salas, el propio Chaplin decidió reinventar su creación. En 1942 reestrenó la película con narración y música, incorporando piezas clásicas y reeditando algunos momentos clave. Fue una forma de reconciliar pasado y presente, de mostrar que el cine mudo no había quedado atrás, sino que podía dialogar con las nuevas formas sin perder su esencia.

Ahora, cien años después, La quimera del oro vuelve a proyectarse en las pantallas de toda España. Y lo hace como lo haría un viejo amigo: sin aspavientos, pero con esa autenticidad que solo el tiempo puede validar. En una era de efectos digitales y narrativas frenéticas, esta obra de 1925 nos recuerda que a veces, lo más poderoso es una mirada, una caída, una ilusión.