Europa
El nuevo alcalde de Londres da alas al laborismo y pide seguir en la UE
Eva M. Millán
Londres inaugura una era en la que la movilidad social y la dolencia crónica de la vivienda marcarán el mandato del nuevo alcalde. Sadiq Khan confirmó lo que las encuestas habían vaticinado durante meses, pero convertirse en el gestor de "todos los londinenses" pondrá a prueba el pulso de quien ha sido capaz de poner fin a un inusual reinado conservador.
La base electoral de la capital británica ha constituido tradicionalmente un bastión de la izquierda. De ahí que el reinado de ocho años de Boris Johnson, ahora diputado raso en busca del cetro tory, constituyese en sí mismo un desarrollo extraordinario en una urbe multicultural desde la que el laborismo aspira a reconducir la suerte de un partido en busca de su identidad.
La victoria en Londres supone una inyección de energía para la formación, altamente dividida desde el nombramiento de Jeremy Corbyn como líder el pasado mes de septiembre, pero el nombramiento de Khan va más allá del simbolismo partidario: convertirse en el laborista con más poder institucional le otorga una destacada proyección a escala nacional y, como primer regidor musulmán no sólo de la ciudad del Támesis, sino de una gran ciudad occidental, constituye un reflejo del Londres contemporáneo.
Corbyn gana tiempo
Su gesta tiene, por tanto, notables implicaciones. Por una parte, compra tiempo para Corbyn, quien se enfrentaba a su primera gran prueba de fuego con las elecciones celebradas en un elevado número de autoridades locales de Inglaterra y la votación para los parlamentos de Escocia, Gales e Irlanda del Norte. El laborismo logró esquivar la hecatombe que algunos temían, puesto que aunque su porcentaje de voto cayó seis puntos en relación a los comicios anteriores, hace cuatro años, si se compara con las últimas generales, la mejora es de un 4 por ciento, el mismo índice de caída sufrido por sus rivales conservadores.
Además, el ascenso de Khan representa un triunfo contra la islamofobia que se ha apoderado de parte de la sociedad en Europa y una evolución natural en una ciudad en la que el 55 por ciento de los 8,6 millones de habitantes integran la clasificación de "británicos no blancos". Uno de cada ocho londinenses comparte la religión del nuevo alcalde, quien quiso que el acto de inauguración de su mandato tuviese lugar en la catedral de Southwark, a orillas del Támesis.
La carrera por el bastón de mando, de hecho, constituyó la perfecta representación de la dialéctica entre dos de los perfiles representativos del Londres del siglo XXI. Mientras Sadiq Khan es hijo de un conductor de autobús emigrado de Pakistán, criado en una vivienda de protección y educado en la escuela pública, su rival conservador, Zac Goldsmith, procede de una privilegiada familia y un perfil aristocrático y profundamente eurófobo. Es más, mientras éste defiende el Brexit, como Johnson, Khan apoya la continuidad en la Unión Europea.
Su reto es superar la división de una complicada campaña marcada por desacreditaciones personales y unir a una ciudad que intenta consolidar su estatus de referencia global. Para ello, deberá navegar entre la colaboración con un gobierno estatal conservador y la lealtad a un partido a que se ha encargado de evanlentonar con su victoria.