Europa

La aceptación de François Hollande, en mínimos históricos

    François Hollande. <i>Imagen de archivo</i>


    Los recientes reveses sufridos por el Ejecutivo francés en materia de política fiscal, sumados a la polémica por el caso de la joven estudiante gitana Leonarda Dibrani -fue expulsada hacia Kosovo junto a toda su familia-, han desatado una nueva oleada de críticas contra la gestión del presidente, François Hollande, así como cuestionamientos sobre su autoridad.

    De hecho, la popularidad del mandatario galo ha vuelto a tocar un nuevo mínimo histórico. Según el último sondeo de la encuestadora BVA, Hollande es el presidente más impopular desde que se comenzó a llevar a cabo ese sondeo hace 32 años. La popularidad del líder francés cayó seis puntos en el mes de octubre hasta apenas 26% de aprobación frente a 73% de personas que desaprueban su gestión.

    Ningún presidente francés había caído por debajo del 30% en esta encuesta, aunque otros institutos de sondeo llegaron a registrar peores niveles de popularidad en el caso de Jacques Chirac o François Mitterrand.

    La joven estudiante gitana

    El principal motivo de esta nueva caída de popularidad de Hollande es la gestión realizada en el caso de Leonarda Dibrani, la joven estudiante gitana de 15 años expulsada a Kosovo. La decisión salomónica del presidente francés de permitir a la niña regresar a Francia, pero sin la compañía de su familia, no gustó a nadie y le valió críticas de la izquierda -que le achacó actuar con "crueldad"- y de la derecha, que le acusó de socavar la autoridad presidencial.

    La imagen de debilidad del mandatario galo frente al descontento por la presión fiscal ha generado dudas sobre si Hollande cuenta con suficiente capital político para sacar adelante su presidencia y cuál será su estrategia de cara a los comicios.

    Algunos miembros de su partido pidieron la pasada semana que se lleve a cabo un recambio dentro del Gobierno antes de las elecciones municipales del próximo mes de marzo. Argumentaron para ello que la figura del primer ministro se ha vuelto casi invisible, mientras que otros ministros del Gabinete ocupan demasiado espacio.