Europa
Van Rompuy deja la Presidencia del Consejo Europeo cuestionada y sin un sucesor claro
El primer presidente del Consejo Europeo abandonará el puesto el año que viene tal y como lo asumió en 2009 (y volvió a hacerlo tras la reelección de 2012): con discreción y sumido en la casi completa indiferencia de los ciudadanos europeos. Herman van Rompuy anuncia que dejará la política a finales de 2014
Con todo, en su salida hay un rasgo diferenciador como es el hecho de que la despreocupación parece haberse extendido a las propias instituciones comunitarias. Los responsables de estas últimas no se esfuerzan por reconocer ningún tipo de relevancia a un cargo que ellos mismos crearon, y ponen así en entredicho su continuidad.
Fuentes consultadas en Bruselas confirman que no hay nada parecido a codazos o a luchas por cuotas de poder a la hora de suceder al político belga en un cargo que se ha revelado completamente irrelevante en medio de los tiempos más convulsos que ha vivido la Unión Europea en toda su historia tanto política como económicamente.
La frialdad llega hasta tal punto que nadie se molesta en practicar el que es uno de los deportes favoritos en la muy burocrática capital europea: hacer quinielas de candidatos a ocupar un determinado puesto.
Nada que ver, por tanto, con el halo de prestigio, incluso de glamour, que parecía rodear a la Presidencia del Consejo Europeo cuando en 2008 empezaron a barajarse nombres para inaugurar el cargo.
En aquella Europa en la que todavía no se sabía lo que eran los rescates financieros, ni las primas de riesgo de más de 1.000 puntos básicos, ni los hombres de negro, la intención era no escatimar y darle lustre al cargo más parecido a un presidente al estilo estadounidense que ha existido, hasta ahora, en el Viejo Continente, con la salvedad de que el inquilino de la Casa Blanca cuenta con una legitimidad democrática de la que aún no goza casi ningún alto cargo de la Unión.
Nombres con prestigio
Entre los nombres con más posibilidades se encontraban viejas glorias, pero todavía prestigiosas, como el expresidente español Felipe González o el que fuera primer ministro británico Tony Blair.
También se hicieron apuestas a favor de políticos en activo y buenos conocedores de los entresijos de la maquinaria europea, como el entonces presidente del Eurogrupo (formado por todos los ministros de Finanzas y de Economía de la zona del euro), y también primer ministro luxemburgués, Jean-Claude Juncker.
El problema estriba en que, incluso en aquella Europa mucho más plácida que la actual, se decidió optar por el camino fácil al decantarse por una figura maleable, cuyas decisiones no pusieran en ningún momento en apuros a quienes realmente ostentan el poder en el seno de la Unión, especialmente Berlín.
Es así como finalmente accedió hasta la primera línea un oscuro político belga como es Van Rompuy, de avanzada edad (de hecho 2014 marcará también su definitiva retirada de todo cargo político activo), quien acabó quedándose con el cargo, en medio de la indiferencia de ciudadanos y políticos.
Comodidad alemana
Dada la irrelevancia que ha caracterizado a la Presidencia del Consejo Europeo, pocos factores pueden justificar la supervivencia de este rol (cuya creación quedó fijada en el Tratado de Lisboa) tras la salida de Van Rompuy.
Con todo, las fuentes comunitarias consultadas apuntan a que puede haber posibilidades de supervivencia en la medida en que Alemania se ha sentido cómoda con la completa falta de peso político y de carisma que ha sido el sello tanto de Van Rompuy como de Catherine Ashton, la titular de otro puesto, Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad, creado al mismo tiempo, que también ha tenido unas funciones meramente decorativas.
Otro factor que puede mantener aún cerrado el debate sobre la conveniencia de mantener o no la Presidencia del Consejo Europeo es el hecho de que la agenda institucional europea se presenta cargada de temas urgentes para los próximos meses. Sin duda, influye el hecho de que en el verano del año que viene habrá elecciones al Parlamento Europeo y se abre la veda para las renovaciones en organismos clave como la Comisión al completo, una práctica a la que no está muy acostumbrada. No en vano, el portugués José Manuel Durao Barroso lleva diez años encabezándola. Aquí sí que hay quinielas y un candidato bien posicionado es el primer ministro polaco Donald Tusk.
Además de la propia de Durao Barroso, es previsible que habrá otras salidas de calado como la que, muy probablemente, protagonizará el español Joaquín Almunia, actual vicepresidente de la Comisión y a la sazón titular de la cartera de Competencia. Es bien sabido que el socialista Almunia no despierta grandes simpatías en el Gabinete de Mariano Rajoy y, por ello, los populares andan ya enfrascados en la búsqueda de sustitutos.