Especial medio ambiente

¿Qué ritmo debe alcanzar la transición ecológica?

    Amador G. Ayora, director de 'elEconomista'

    Amador G. Ayora

    La cumbre del clima de Glasgow se percibe como un fracaso porque los 190 países reunidos rubricaron su compromiso para contener en 1,5 grados la temperatura del planeta en 2050, pero descafeinaron la forma de alcanzar ese objetivo. Por presión de China y de La India (los dos países que casi generan la mitad de las emisiones de carbono del mundo) se cambió en la declaración final la palabra eliminación por reducción progresiva de las emisiones. Tanto China como India están inmersas en planes de recorte de dióxido de carbono, pero aplazan hasta 2060 ó incluso 2070 la eliminación total de éstas.

    Estados Unidos, responsable del 14 por ciento de las emisiones (igual que India, con el triple de población), firmó el compromiso sin apartarse de su ambigüedad. No rubricó en su día el Tratado de Kioto, que abrió la carrera en defensa del clima, y tampoco el Acuerdo de Paris. El negacionismo de Trump pesa sobre Biden, que no quiere comprometerse a un acuerdo que pueda perjudicarle electoralmente. Sólo la vieja Europa parecía hasta ahora convencida de que cumplir con los plazos pactados e incluso se atrevió a recortarlos.

    Pero ese consenso también saltó por los aires en Glasgow, donde se vio a Macron anunciar la apertura de centrales nucleares, respaldado por una decena de países europeos, incluido el Reino Unido, en contra de Alemania, que decidió cerrarlas. El compromiso verde alemán es más una leyenda que una realidad, porque la amenaza de Putin de cerrar la espiga del gasoducto condujo a la reapertura de minas de carbón, siguiendo los pasos de China o India, los dos grandes contaminadores.El que esté libre de culpa que tire la primera piedra.

    El encarecimiento de las energías unida a la escasez de materias primas resucitó el fantasma de la inflación, una amenaza para la economía, sobre todo en Alemania, donde aún persiste en la memoria colectiva la crisis inflacionistas. La cumbre de Glasgow se cerró con otros problemas sin resolver, como el mercado de emisiones de CO2, en el que falta por concretar las compensaciones voluntarias o el mecanismo de los precios.

    Tampoco existen normas claras para evaluar el comportamiento de las compañías sobre sostenibilidad; no hubo consenso para eliminar los subsidios a los hidrocarburos líquidos y gaseosos; Ni siquiera para incentivar la financiación de energías limpias como el hidrógeno verde ó azul. Además, surgió un intenso debate sobre el almacenamiento de las redes eléctricas de renovables, que se realiza con baterías de litio cuyos residuos plantean un problema para su eliminación.

    Con este panorama se entiende que la reciente cumbre del clima se saldara no con un fracaso, como se ha querido presentar, sino con la introducción de una mayor mesura y reflexión en el debate, de manera que la transición ecológica sea respetuosa con las energías actuales hasta que se resuelvan los problemas de aprovisionamientos y de las materias primas. No se debe perder de vista el objetivo de alcanzar las emisiones cero en 2050, pero el ritmo del avance está aún por determinar.