Especial Empresas América
Las energéticas amplían su peso al otro lado del Atlántico
Tomás Díaz
Con el mundo convulso por el impacto del Covid 19, las empresas españolas encaran nuevos tiempos e incertidumbres en América, un continente en el que tienen una amplia presencia desde hace muchos años y que es una pieza clave de sus estrategias y de sus cuentas de resultados. Las cotizadas cubren todas las áreas del negocio energético, desde la generación eléctrica, hasta la exploración y explotación de gas y petróleo, pasando por la construcción y la gestión de grandes infraestructuras y redes, o la comercialización de productos y servicios al por mayor y al detalle. Atención especial le prestan a las energías renovables, las únicas tecnologías energéticas que crecerán durante un 2020 marcado por la pandemia y el hundimiento del crudo.
La empresa española con mayor presencia, por número de países, es Repsol. Con intereses en una docena de estados, obtiene dos tercios de sus hidrocarburos en el continente y ocupan un lugar privilegiado en su estrategia de abastecimiento varios campos de EEUU -en noviembre amplió su participación en el yacimiento de Eagle Ford a cambio de unos 300 millones de euros-, de Colombia, de Canadá y de Brasil, donde amplió sus concesiones mineras.
No obstante, los bajos precios del petróleo han obligado a la empresa presidida por Antonio Brufau a revisar sus planes a corto plazo, con un ajuste superior a los 2.000 millones para este 2020. Ha anunciado que obtendrá rentablidad con un precio medio del crudo de 30 dólares hasta final de año -lo que implica una gestión eficiente de las reservas no convencionales de EEUU- y que confía en superar el bache gracias a su diversificación y los negocios de comercialización. Igualmente, ha anunciado que mantiene su apuesta por la descarbonización total en 2050.
En los últimos tiempos, Repsol ha concentrado su actividad en México; allí está desarrollando un ambicioso plan para invertir 400 millones y alcanzar una cuota del 8 al 10% de las gasolineras del país -a cierre de 2019 tenía 234 estaciones y 341 contratos-, además de entrar en negocios logísticos. También consiguió importantes hallazgos en las aguas territoriales del país -ha sido la primera en conseguirlo en aguas profundas- y en las aguas norteamericanas del Golfo de México.
En Perú se ha preparado para ampliar la capacidad de la Refinería de La Pampilla y la cruz de la moneda viene por Venezuela, por la situación del país y la fuerte presión del Gobierno de EEUU: redujo su exposición desde los 1.480 millones a cierre de 2017 a 239 millones a cierre de 2019, y tuvo que admitir el pago de deudas en petróleo.
La otra gran petrolera de raíces hispanas, Cepsa, tiene presencia en Canadá, Brasil, Colombia, Perú y México, con centros químicos -en los dos primeros países- y actividades de exploración y producción de hidrocarburos, así como distribución de lubricantes en el último de los estados citados. Durante el año pasado adquirió un muy importante carácter americano, puesto que su principal accionista, Mubadala, el fondo soberano de Abu Dabi, vendió el 37% de la compañía a la estadounidense The Carlyle Group por unos 2.900 millones y nombró a Phillipe Boisseau como nuevo consejero delegado. La empresa también lucha contra el hundimiento del precio del crudo y la pandemia y ha anunciado un ajuste de sus presupuestos para este 2020 de 310 millones.
Generación de electricidad
A medio camino entre el gas y la electricidad se halla Naturgy. En pleno desarrollo del Plan Estratégico diseñado por su presidente ejecutivo, Francisco Reynés, ha dividido los negocios de infraestructuras de gas y electricidad en América en dos grandes áreas -Norte y Sur-, y mantiene el negocio de comercialización aparte. Con el grueso de los ingresos dependientes del gas, la empresa afronta un período duro, en el que renegocia sus contratos de abastecimiento a largo plazo de dicho hidrocarburo -la actividad más relevante en EEUU-, a la par que adopta medidas de ajuste extraordinarias y sigue desarrollando su apuesta por las renovables, sobre todo en Brasil y Chile, su plaza fuerte en el continente.
Siguiendo su Plan de reestructuración, en los últimos tiempos ha culminado la salida de Colombia, país con el que se enfrenta en varios arbitrajes cruzados -con un importe conjunto de 1.900 millones-, por la enajenación de su filial Electricaribe, ahora bajo control público. Tambián ha abandonado otros países con presencia discreta, como Jamaica, y acaba de presentar concurso de acreedores en Perú, también marginal en su estrategia. Igualmente vendió activos de transporte en Chile -Transemel, por 155 millones- y canjeó participaciones en distribuidoras de Chile y de Argentina, país donde acumula una importante deuda en distribución de gas, resultado de la hiperinflación que sufre el país y del populismo del Gobierno.
Totalmente centrada en los negocios eléctricos está Iberdrola. La empresa presidida por Ignacio Sánchez Galána se asienta sólidamente en tres países, EEUU, México y Brasil, y se halla en pleno proceso de aceleración de sus inversiones hasta 2022. La pandemia le ha obligado a retrasar la presentación en sociedad de sus nuevos planes, pero una parte muy relevante recalará al otro lado del Atlántico. Antes de esta revisión ya esperaba que los negocios de ultramar le aportaran el 35% del resultado bruto operativo, alrededor de 12.000 millones.
En EEUU, su filial Avangrid es el tercer generador eólico del país y tiene desarrollos renovables en marcha por más de 1.000 MW, con una cartera que supera los 18.000 MW. Confía en obtener luz verde a final de año a la construcción de su mayor proyecto allí -Vineyard Wind, de 2.400 millones- tras someterse a un análisis ambiental adicional, y ha conseguido autorización para otra gran instalación marina, Park City, y para una gran interconexión con Canadá valorada en otros 1.000 millones. Además tiene 3,3 millones de clientes en cuatro estados de la costa Este.
En México, donde es el primer generador independiente, con más de 9.000 MW instaldos entre ciclos combinados, cogeneraciones, eólicas y fotovoltaicas -y más de 400 MW en construcción-, afronta cierta incertidumbre, por la decisión de López Obrador de paralizar el desarrollo renovable privado. Antes de la aceleración tenía previsto invertir cerca de 4.500 millones hasta 2024. En Brasil, donde atiende a 34 millones de personas, su subsidiaria Neoenergia culminó con éxito la salida bolsa el verano pasado -Iberdrola se quedó con la mitad más uno de los títulos- y está invirtiendo unos 6.500 millones en líneas eléctricas y renovables en los 18 estados donde tiene presencia.
Aunque no es una empresa energética pura, Acciona obtiene el grueso de sus ingresos de la división de energía y cuenta con activos de generación renovable en seis estados americanos, Canadá, EEUU, México, Costa Rica, Chile y Brasil. La compañía presidida por José Manuel Entrecanales materializó una operación relevante en octubre del año pasado, al adquirir a Tenaska 3.000 MW de proyectos fotovoltaicos en desarrollo en EEUU.
Fabricación y redes
En el capítulo de la fabricación sobresale Siemens Gamesa, que tiene fábricas en Brasil, México y EEUU, y vende sus aerogeneradores y equipos en todo el continente. La empresa dirigida por Markus Tacke también atraviesa un momento muy complicado -ha suspendido sus previsiones de ingresos para el ejercicio-, con las restricciones a la movilidad impactando en su cadena global de suministros, en la que varios países americanos son claves. Las Américas representan el 21% de su cartera de pedidos y en el último trimestre ha aumentado sus ventas allí en un 55%, hasta representar la mitad del total.
Y ya en el capítulo de las infraestructuras de transporte de la energía, por el lado de los hidrocarburos, Enagás ha identificado Latinoamérica como una de sus áreas de expansión internacional. La compañía dirigida por Antonio Llardén ha acometido recientemente la mayor de sus operaciones hasta la fecha, al ampliar su participación en la norteamericana Tallgrass hasta el 30% por 750 millones. Sigue a la espera, no obstante, de que se resuelva en litigio que mantiene en Perú a cuenta del Gasoducto Sur Peruano, donde reclama al Gobierno la devolución de 511 millones en un arbitraje internacional.
Y por el lado de las redes eléctricas, REE también ha aumentado notablemente su peso en el continente. Cuenta con activos de transmisión de electricidad en Chile y Perú, y recientemente ha entrado en Brasil, con la adquisición del 50% de Argo Energy por 382 millones. Además, la firma presidida por Beatriz Corredor se ha convertido en el cuarto operador satelital de Latinoamérica al adquirir el 90% de Hispasat por 933 millones.
Además, hay muchas otras empresas hispanas que no son estríctamente energéticas, pero tienen actividades relacionadas: ACS, FCC, Ferrovial, Sacyr, Abengoa, Elecnor... Todas cuentan con la diversificación territorial en América como una baza para superar los malos tiempos, pero también corren el riesgo de sufrir el impacto del cambio de divisas, que puede ser acusado en el cono sur.