El ahogo de los pensionistas: sus miedos en primera persona
Tomás, José, Darío, Ángeles y Elena. Todos tienen en común que son pensionistas y comparten una preocupación: la crisis económica se nota mucho en su día a día. Y cada vez más. Mientras, Alfonso, también jubilado, reconoce abiertamente que la coyuntura económica actual no ha afectado a su bolsillo. Todavía...
Tomás trabajó toda su vida en el sector hostelero. Ahora tiene 70 años y cobra una pensión de 720 euros. Asegura que está "tieso" y que sobrevive gracias a que cuando algún mes tiene gastos especiales tira de esos pequeños ahorros que "se está comiendo" con demasiada rapidez últimamente.
La crisis le afecta, sobre todo, en la "compra pesada" de los viernes y los sábados. El resto de los días al mercado va su mujer. Y el cálculo en lo que ha subido la cuenta no lo duda un momento: de media, unos 15 euros. El problema está en que la subida de precios que pensionistas como Tomás notaron a lo largo de todo el año pasado no se trasladó, finalmente, a la revisión anual en las pensiones que el Gobierno realizó en noviembre (ese mes el IPC bajó al 2,4 por ciento, mientras que en julio los precios subieron hasta el 5,3 por ciento).
El seguro de la vejez
Además, Tomás tiene otra queja derivada de la crisis: "Su seguro de vejez", su apartamento de Torrevieja donde pasa julio y agosto desde hace unos años, será muy difícil venderlo si se agotan sus ahorros. "El 40 por ciento de las ventanas colgaban este verano el cartel de se vende", dice inquieto.
Hoy en día, no tiene más negociados. Recuerda que hizo sus escarceos en bolsa hace ocho años, pero salió corriendo al perder "algo de dinero". Ahora, sus ahorros están en una cuenta de ING. Reconoce que le entraron dudas cuando a las noticias saltó la inyección de 10.000 millones de euros por parte del Gobierno holandés, pero se informó de los porqués del rescate y, ahora respira más tranquilo.
La compra mucho más cara
Quienes tienen miedo a perder sus ahorros son José y Darío. Tienen 83 años y "algún año más" (según deja caer Darío) y sus pensiones no llegan en ningún caso a los 700 euros al mes. En diciembre, la pensión media de jubilación se situó en los 821 euros (55 euros más que el año pasado a esas alturas). En la misma línea, insisten en que lo notan, sobre todo, en los precios y reconocen que "hay que andar con pies de plomo" a la hora de ir al mercado cuando se acerca el día 20 de cada mes.
Sentados en un banco, José y Darío se enzarzan en el debate político y coinciden en que el Gobierno debería evitar favorecer sólo a los bancos y las cajas, "que nunca reparten sus beneficios", y preocuparse más por cómo afecta el mal momento económico a los pensionistas, a los autónomos y a las pequeñas empresas. Insisten en que se trata de un problema de gobernantes, más que de partidos políticos, aunque confían en que su pensión va a seguir ahí. "Otra cosa será lo que pase en unos años", apuntan preocupados por el futuro de sus hijos. Estos -aseguran-, notan menos los efectos de la crisis por sus mayores ingresos.
Temor por los ahorros
Quien dice sobrevivir gracias a sus hijos es Ángeles, que es pensionista y se quedó viuda recientemente. La pensión media de viudedad en diciembre se situó en 531 euros. ¿Teme por sus ahorros? Su respuesta es clara: "No porque no los tengo". Ella pone en valor, ajena a conocer el euribor y su evolución, que tiene la suerte de tener desde hace años su propio piso.
Mientras, Elena, que dejó de ser funcionaria hace 14 años (ahora tiene 74), reconoce que ha perdido "500.000 pesetas" (3.000 euros) en el fondo de pensiones que le gestiona su hijo. Sin embargo, el pesimismo todavía no se ha apoderado de ella, "siempre y cuando no le bajen la pensión". En su análisis personal sobre el coste de la cesta de la compra, también tiene claro que se deja "un 30 por ciento más que antes del verano cada vez que va a comprar". Sobre todo, lo nota en la fruta, la leche, los huevos y otros productos envasados; en la carne y el pescado dice que se nota menos.
A Elena le encantaría hacer en un futuro algún viaje a la costa valenciana de los que hacía con su marido, pero reconoce que su situación económica no le permite muchos caprichos.
La excepción que confirma la regla
La otra cara de la crisis corresponde a Alfonso, economista jubilado de 70 años. Sin hipocresías, reconoce abiertamente que a él, de momento, no le ha afectado la crisis en su rutina diaria por dos razones: por un lado, valora que "tiene cobertura suficiente para no notarlo", le han quedado buenos ahorros de su etapa de economista y tiene una buena jubilación; por otro, no pasa por alto que al llegar a una determinada edad los gastos son mínimos en comparación con el tren de vida que llevaba al ser más joven.
Pero, con todo, la crisis sí le ha pasado una factura importante: los valores que tiene en bolsa desde hace 10 años, no desvela por cuánto valor, perdieron un 40 por ciento el año pasado.
Sin excepciones, esta vez sí, todos comparten una conclusión conjunta, la de saber que son una de las piezas más débiles si la crisis económica se prolonga mucho tiempo.