"El presidente quiere dejarlo, pero no puede"; o no le dejan
Una caldera en ebullición. Así me definía el pasado "jueves negro" un veterano dirigente socialista la situación que se vive hoy en el PSOE. Un partido acorralado por la caída en picado de la intención de voto en las encuestas electorales, la incapacidad del Gobierno para resolver la crisis económica, la pérdida de competitividad y de confianza en los mercados internacionales, el fiasco de la Presidencia de la Unión Europea, la división interna y la amenaza, que ahora parece ya va en serio, de ruptura con los sindicatos y de movilizaciones en la calle.
Una nave a la deriva en la que la figura del capitán, José Luis Rodríguez Zapatero, está más débil y cuestionada que nunca. Incluso por algunos de su más fieles escuderos, que empiezan a asumir la conveniencia del relevo y están tomando posiciones de cara a una sucesión.
En esta línea son muchos ya los que en la sede de Ferraz empiezan a seguir con atención los movimientos del ministro de Fomento, Pepe Blanco, que ha vuelto a recuperar el protagonismo mediático y la contundencia verbal perdidos desde su incorporación al Consejo de Ministros.
Y no es sólo por su cruzada contra los controladores, que también ayuda en su campaña, sino también por su cada vez menos disimulado enfrentamiento con la 'número tres' y secretaria de Organización del partido, Leire Pajín, a quien comienza a relevar como azote de la oposición y de Rajoy.
Zapatero quiere dejarlo
Pero, volviendo a Zapatero, en círculos parlamentarios del Grupo Socialista cada vez son más las voces que aseguran que "el presidente quiere dejarlo, pero no puede".
Claro que también matizan que eso es hoy porque, dicen, la mente del jefe es propicia, también en lo personal, a los cambios de opinión y a las improvisaciones que acredita en su acción política. Aunque lo cierto es que hay causas objetivas que avalan la hipótesis de la salida.
En primer lugar se habla de presiones familiares. Desde su entorno familiar más directo, Rodríguez Zapatero estaría recibiendo mensajes cada vez más insistentes para que lo deje, con alusiones claras a la atención que necesitan unas hijas en edad difícil.
Pero también existen razones políticas que han minado la moral del presidente. La errática gestión de la crisis económica, con medidas paliativas pero que ni curan ni convencen, han hecho mella entre los barones regionales del partido, especialmente entre aquéllos que están en capilla de las elecciones municipales y autonómicas.
Recriminaciones de círculos afines
José María Barreda ha sido el primero en llamar a capítulo a un Ejecutivo que cada vez inspira menos confianza a sus afines y se distancia de sus bases. Pero no es el único que piensa en la necesidad de dar un golpe de timón. De hecho, las recriminaciones recibidas de otros de sus afines como Montilla o Griñán no lo eran al contenido sino a la forma y al momento, es decir, que utilizara a los medios de comunicación como altavoces en lugar de hacerlo en el Comité Federal.
Además, fuentes de la sede socialista de Ferraz confirman que las encuestas internas que maneja el partido son todavía mucho más negativas que las oficiales y apuntan a que el fracaso electoral de Zapatero podría ser mayor que el cosechado por Almunia en el 2000 frente a Jose María Aznar y que ha sido el peor resultado obtenido por el PSOE desde la Transición.
Así las cosas, los máximos bastiones del zapaterismo han comenzado a movilizarse para forzar la continuidad del presidente y, de paso, la suya propia, que es la que verdaderamente les importa. Las comparecencias casi al tiempo de María Teresa Fernández de la Vega, Leire Pajín y José Blanco para reafirmar que Rodríguez Zapatero será el cabeza de cartel en 2012 no eran una casualidad. Había que lanzar un mensaje más dirigido al consumo interno que a la calle. Ellos y el resto del núcleo duro del presidente saben que se han granjeado demasiados y poderosos enemigos dentro de casa y que peligran sus cabezas.
Cierto es que Blanco ya da signos de desmarque. Sigue controlando el aparato de Ferraz, ha matizado que aún no es el momento de que Zapatero aclare si repite y, de cara a reforzar el mensaje de un socialismo más nacional y menos preso de las veleidades autonómicas, son mayoría los que prefieren al ministro que al eterno candidato Pepe Bono.