Luis del Rivero, un maestro del 'tran-tran'
El título de ingeniero de Caminos en la pared y cinco hermanos eran argumentos suficientes para volar solo. Así lo hizo. En 1972, empezó a trabajar en Hiceosa, una empresa especializada en cimentaciones especiales. En apenas dos años, saltó a Ferrovial como jefe de obra y, rápidamente, se convirtió en delegado de Cataluña, Valencia, Baleares y Murcia.
Sólo habían pasado quince años desde la paternal palmadita cuando se convirtió en empresario.
Junto a otros dos ex ferroviales, José Manuel Loureda y Félix Diezo, fundó Sacyr con 40 millones de pesetas de aquel entonces (240.000 euros). Como socio industrial tuvieron a la empresa de maquinaria Sato, que aportó otros 240.000 euros en especie, con alguna máquina defectuosa. Pero eso no impidió a Del Rivero cumplir sus sueños.
Lo suyo, como él mismo reconoce, es ir al tran-tran hasta alcanzar la meta. "Joaquín Rivero (presidente de Metrovacesa) es el rey de las opas. Hay otro que es el rey de las opitas (¿Florentino Pérez?). Y nosotros, los especialistas del tran-tran", dijo gráficamente el lunes por la noche, cuando anunció su desembarco en Repsol YPF.
Famoso por su verborrea directa y poco diplomática, Del Rivero llama a las cosas por su nombre, sin rodeos. Una falta de pelos en la lengua que le ha generado algún disgusto y varias bromas. Pero, al final, los hechos han vencido a las palabras. "Yo no necesito ningún rating. El único rating que importa es el crédito del banco"; "los analistas tienen ideas preconcebidas que les impiden acertar" o "el dinero no es problema para comprar lo que queramos" son algunas de sus frases célebres, que hieren directamente el orgullo de encorbatados grupos como Morgan Stanley, Merrill Lynch y Standard & Poor's.
Pero, por mucho que les duela, el tiempo ha dado la razón a Del Rivero. Amante del mus, siempre juega a la grande (nunca a la chica), y sabe lanzar órdagos e ir de farol cuando lo necesita.
Así ha conseguido tener la segunda constructora de España por capitalización bursátil y cuarta del mundo (Sacyr); en pocos meses creará la segunda compañía de autopistas española y quinta del mundo (Itinere); posee la mayor promotora cotizada española (Vallehermoso); y la tercera patrimonialista (Testa). Suma y sigue.
En dos años, podría poseer la mayor constructora del mundo y el segundo grupo de autopistas. ¿Cómo? Entrando en el consejo de Eiffage, donde tiene el 32 por ciento de las acciones, y fusionándola con Sacyr. Todo, sin necesidad de lanzar una opa, como hizo con Vallehermoso. La técnica del tran-tran.
Además, Del Rivero está convencido de que conseguirá sus planes, porque tiene la sartén por el mango. Si vendiera su paquete de Eiffage, la acción se desplomaría y los primeros afectados serían los trabajadores, que controlan el 22 por ciento del capital. Un argumento que en la sindicalista Francia puede dar muchos frutos en pocos meses. Despacito y buena letra.
Pero Del Rivero también ha pecado en alguna ocasión de exceso de velocidad. Fue hace dos años cuando intentó sentarse en el consejo de BBVA y comprar un 3,1 por ciento del banco. Entonces, se aceleró. No supo (o no pudo) hilar todos los flecos y terminó saliendo por la puerta de atrás, pero con la maleta cargada de dinero en forma de plusvalías.
Ahora, con Repsol, se ha resarcido de aquellos malos momentos. Como dijo entonces, sus horizontes van más allá del ladrillo: le gusta cualquier sector que le garantice altas rentabilidades. Ya sean bancos, petroleras o compañías eléctricas.
Unas actividades que no guardan relación con su verdadera pasión: las naranjas. Junto a Loureda, anterior presidente de Sacyr, Luis del Rivero es uno de los mayores productores de naranjas de España. Un negocio que le permite presumir de murciano. De hecho, siempre que puede se escapa a su tierra, donde nació hace 57 años, y a Santander, donde vive la familia de su esposa.
Allí suele pasar las pocas vacaciones que tiene, con la excepción de alguna escapada al extranjero. Por el momento, el éxito no le ha hecho cambiar sus hábitos. Austero, familiar, ambicioso y trabajador, suele elogiar a sus competidores. Pero Ferrovial y ACS son especiales. En la primera aprendió todo. En Florentino Pérez vio durante años un espejo en el que mirarse. Aunque ahora puede cambiarse el ángulo.