Empresas y finanzas
Emilio Botín, el último banquero de raza
- El presidente del Santander cambió las reglas tradicionales del juego
- Su figura y su banco alcanzaron cotas de reconocimiento a nivel internacional
Emilio Botín era más que un banquero. Era el gran exponente del empresariado español. Acumuló poder e influencia no sólo en nuestro país y no sólo en el sector financiero. Su figura y su banco, el Santander, alcanzaron cotas de reconocimiento a nivel internacional. Su gestión perdurará en el tiempo. Con un estilo propio y un trabajo incansable colocó la entidad en lo más alto del panorama mundial. Este fue su gran objetivo y su gran obsesión. Y lo consiguió. Fallece Emilio Botín a los 79 años.
Botín, que nació en 1934, estuvo al frente del Santander tres décadas. Pero su labor en la entidad se remonta mucho tiempo atrás. Su padre y su abuelo también presidieron el banco. Del primero aprendió el oficio, sobre todo desde su incorporación en 1958.
Trabajó en todos los niveles para tener un conocimiento de la actividad. Desde cajero en una sucursal un verano en Cantabria hasta en el despacho presidencial. Su carácter afable le permitió un mejor acomodo en los primeros compases en la oficina del Astillero. Aquí comenzó su trayectoria, imparable hasta la actualidad. Su paso por la red comercial fue clave. De forma regular ha acudido a las sucursales del banco para ver el funcionamiento diario de la entidad.
Pronto empezó a ocupar puestos de relevancia para ver de primera mano los cuadros de mando del Santander. En 1960 entró en el consejo de administración. Cuatro años después fue nombrado director general del banco. En 1971, vicepresidente. Y en 1977, consejero delegado. Una progresión que culminó con la presidencia en 1986, año que su padre, Emilio Botín Sanz de Sautuola, decidió dejar el cargo que había ocupado durante 36 ejercicios.
Entonces el Santander era el más pequeño de los bancos tradicionales españoles, que se enfrentaban a una importante reconversión. La industria estaba dominada por importantes sagas familiares de toda la vida. Él procedía de una de ellas. Y ha sido el único que ha sobrevivido.
Con un espíritu innovador y transformador cambió poco a poco y con operaciones de gran calado la statu quo establecido en un sistema financiero que necesitaba un nuevo impulso. Poco tardó en demostrar su capacidad y su manera de entender el mundo bancario.
En 1988 el Santander firmó una alianza con el británico Royal Bank of Scotland (RBS), que además de ser insólita hasta el momento en el sector español, puso al grupo cántabro en el mapa europeo e internacional. El acuerdo establecía la puesta marcha de negocios conjuntos y la toma de participaciones accionariales cruzadas.
Este pacto, considerado de libro para muchos expertos, es el punto de partida de una expansión sin límite. Su padre convirtió el Santander en un banco nacional a través de la actividad y de una serie de adquisiciones. Él lo transformó en una entidad global, ayudado de una gestión agresiva pero prudente, tal y como ha quedado demostrada durante la crisis sufrida entre los años 2007 y 2013.
Durante los primeros compases de su presidencia, Emilio Botín consolidó además la entrada del banco en Latinoamérica y Portugal, al tiempo que inició la andadura del grupo en Estados Unidos.
En España, mientras se sucedían las primeras operaciones de concentración por la excesiva exposición a la industria, el Santander mantuvo una estrategia de crecimiento diferente. Aprovechó su fortaleza para lanzar una supércuenta con rentabilidades elevadas y robar clientes a sus competidores. La misma hoja de ruta impulsó en la crisis recientemente finalizada. En 2012, Botín comparaba ambas épocas al asegurar que ese año el banco había ganado dos puntos porcentuales de cuota de mercado, tanto como en 1989.
La supercuenta rompió los esquemas establecidos en el sector español. Hasta entonces los siete grandes mantenían un posición de competencia entre ellos y se reunían cada semana para analizar la situación del sistema y de la economía, y tomar las decisiones más oportunas para el beneficio de todos. Con el lanzamiento de este producto, Botín abrió las puertas de la competencia en la banca y puso fin de un plumazo a estos encuentros.
La adjudicación de Banesto
'Don Emilio', como es conocido el banquero en Santander, pronto encontraría la oportunidad para que la entidad diera salto cualitativo y cuantitativo en la recta final de las fusiones de principios de los noventa en nuestro país. Se adjudicó el intervenido Banesto en 1994 por un euro, una de las entidades más veteranas y con más solera.
La absorción de Banesto significa mucho más que una pura toma de activos y aumento del negocio. Con ella llegó al grupo Santander uno de los mejores ejecutivos del sector, Alfredo Sáenz, que se había ocupado del banco intervenido desde la salida de Mario Conde.
Sáenz saneó Banesto y ocho años después ayudó a Botín a encumbrar al Santander tras otro proceso de incesantes adquisiciones sin poner en riesgo la estabilidad del banco.
De todas las operación llevadas a cabo desde la compra de Banesto destacan tres. La primera fue la fusión emprendida con el Central Hispano, que hizo al grupo liderar el sector en España. La segunda, la adquisición de Abbey en Reino Unido. Y la tercera, la adquisición histórica del holandés ABN Amro junto a RBS y Fortis.
Entretanto la maquinaria del banco no paró. Y sólo el estallido de la crisis financiera mundial de 2007 frenó la escalada. Un año antes el Santander alcanzaba los 100.000 millones de euros de valoración bursátil, ocupando el primer peldaño del sector en Europa.
En este ascenso Botín ha tenido que enfrentarse a muchos problemas económicos, políticos y jurídicos, con el objetivo de salvaguardar sus intereses y las de su Santander del alma. Tras la integración con el Central Hispano, el banquero cántabro se vio obligado a mantener una lucha interna sin cuartel para mantener el control, compartido con dos históricos de la profesión, José María Amusátegui y Ángel Corcóstegui. La batalla la ganó, pero a base de una prejubilaciones e indemnizaciones millonarias que estuvieron siendo investigadas por los tribunales hasta su archivo.
El gran quebradero de cabeza a lo largo de su mandato fue la lucha judicial de las cesiones de crédito, un producto financiero que lanzó el banco en los primeros años de su presidencia. Dos décadas después el caso quedó en nada con una doctrina que lleva su nombre y que consiste en que la acusación popular no sirve para que un juez abra un procedimiento.
Pero no todos los casos los ganó y, a pesar de su influencia, no consiguió doblegar al Gobierno del PP para mantener a su número dos. En 2013, Alfredo Sáenz tuvo que abandonar el banco por sus problemas con la justicia y pese al indulto concedido por el Ejecutivo socialista tiempo atrás.
El trabajo ocupó la mayor parte de su vida. Siempre vestido de rojo, distintivo del Santander, quiso trasladar su manera de entender la profesión y que se resume en una frase que no dejaba de repetir: ?cada día tiene su afán?. Con las ideas claras y con un sentido práctico de la vida admitía errores sin problemas y deshacía operaciones si no éstas no daban los frutos deseados.
Su objetivo, como un ganador nato, era liderar el sector bancario en todos los mercados donde operaba. Si no se llegaba a un 10 por ciento de cuota el Santander abandonaba. Así ocurrió en Colombia o en Italia.
De carácter tranquilo y afable inculcó valores y creencias religiosas a sus hijos. La familia fue el otro gran proyecto vital de Botín. Con su mujer Paloma O?Shea tuvo cinco descendientes, dos ellos ligados al banco (Ana Patricia y Javier), a los que ha preparado para tomar el mando del grupo.
Y dos fueron sus mayores pasiones, su tierra y el golf. Presumía de ser cántabro allá donde fuera. Y allí se trasladaba cuando podía. Mantuvo siempre el vínculo y, a pesar de fijar el cuartel general del banco en Madrid, dejó la sede social en Santander, amén de establecer otros centros de actuación como el tecnológico de Solares.
En sus horas de descanso prácticaba el golf. Fácil era verle jugar en el impresionante campo que construyó en la Ciudad Financiera de Boadilla del Monte. Fue amante de este deporte y gran amigo de uno de sus paisanos más célebres, Severiano Ballesteros (casado con una de sus hijas).
Botín siempre apostó fuerte por los proyectos que creía. Uno de ellos fue Ballesteros. El otro fue Fernando Alonso. El banquero impulsó la carrera del piloto astuariano. Patrocinó gran parte de su carrera y la de sus escuderías, McLaren y Ferrari. En sus últimos años la Fórmula 1 ha sido una de sus aficiones. Las teles del todo el mundo han presenciado a Botín en infinidad de carreras, a pie de pista o en boxes, siguiendo de cerca la evolución del deportista español.
La edad nunca fue impedimento para el banquero. Derrochaba vitalidad y energía. Para mantenerse en forma caminaba casi todos días. Por su bien y por el del Santander. Su legado pasará a la historia.