Alstom-Siemens o el difícil entendimiento franco-alemán
- DT y Orange no lograron aliarse a pesar de la complicidad de sus líderes
De tanto pedírselo, Patrick Kron ha terminado por responder a los acercamientos de Siemens. Pero se nota en el ambiente que, desde el punto de vista del presidente y director general de Alstom, la salvación del grupo francés fabricante de equipamiento eléctrico y ferroviario solo puede ocurrir mediante una venta parcial a la americana General Electric.
No es la primera vez que una empresa baluarte francesa se opone con todas sus fuerzas a una alianza franco-alemana, incluso si el caso de Alstom es un poco particular. Más allá de la dura competencia entre dos industriales, Patrick Kron está resentido personalmente con Siemens, a la que acusa de haber querido enterrar a Alstom, hace diez años, cuando el grupo estuvo al borde de la quiebra.
El entendimiento, al parecer imposible, entre el fabricante de TGV y el de ICE culmina una serie de fracasos en aproximaciones franco-alemanas. Recientemente, Deutsche Telekom y Orange no consiguieron aliarse a pesar de la complicidad de sus dirigentes, Rene Obermann y Stéphane Richard.
En 2006, Jean-François Théodore prefirió asociar Euronext al NYSE, el operador de bolsa neoyorquino, antes que a Deutsche Börse. Ocho años después, Euronext abandona el grupo norteamericano y está en busca de un aliado.
No es necesario recordar los proyectos políticos, como el Airbus del armamento, que han quedado en agua de borrajas. En cuanto a las alianzas presentadas como modélicas, como las de Areva y Siemens o PSA y BMW, no han resistido la prueba del tiempo.
Existen, sin duda, ejemplos de éxito que merecen ser mencionados. Despacio pero con pie firme, la aseguradora muniquesa Allianz incorporó a AGF para convertirse en líder en Francia. Atos se hizo con éxito, en 2011, con los servicios informáticos de Siemens, quien se convirtió al mismo tiempo en accionista suyo con un 13 por ciento del capital.
Crédit Mutuel adquirió, en 2008, la filial alemana de Citybank, con 340 oficinas. En el sector del automóvil, Renault-Nissan y Daimler no dejan de estrechar sus lazos, y Valéo y Faurecia son proveedores privilegiados de fabricantes alemanes. Finalmente, a pesar de las turbulencias crónicas, Airbus se ha impuesto como modelo industrial franco-alemán por excelencia. Por otra parte, Alstom y Siemens emplean, cada una, a miles de trabajadores en el país vecino.
Sin embargo, dos nuevos factores complican el diálogo entre las dos orillas del Rin: la relación de fuerza entre los actores y la brecha cultural. En primer lugar, las economías alemana y francesa han experimentado estos últimos años una evolución divergente que se siente asimismo (pero no sistemáticamente) en la salud de sus empresas.
Desde este punto de vista, PSA no poseía las mismas armas que BMW para hablar de proyectos de futuro. Otro ejemplo en las telecomunicaciones: aunque Orange y Deutsche Telekom tenían una capitalización bursátil sensiblemente igual en 2010, la alemana pesa, hoy en día, 1,7 veces más que la francesa. "Esto puede complicar el trabajo de evaluación en posibles escenarios de aproximación", observa un banquero, mientras que un informe de fuerza cojo en bolsa plantea inevitablemente cuestiones de paridad y equilibrio en la gestión.
En segundo lugar, las mentes han evolucionado. Los alemanes, que estaban dispuestos a hacer concesiones a los franceses, especialmente por motivos de culpabilidad relacionados con la guerra, ya no lo están. Consideran que salieron perjudicados en el caso Alstom, en 2004, pero también en la adquisición, por parte de Sanofi, de Aventis, a la que consideraban como un santuario industrial franco-alemán.
Especialmente, y esta es la novedad, ven en la actual salud de Alemania la demostración de la superioridad de su modelo económico. En resumen, si el país va bien, se debe a que el Estado ha realizado las reformas necesarias y que sus empresas se han reestructurado, asumiendo cada uno sus responsabilidades, según la doctrina ordoliberal.
Los comentarios de la prensa alemana sobre Alstom ilustran esta premisa. Para "Frankfurter Allgemeine Zeitung", el destino del fabricante de trenes y turbinas eléctricas demuestra el "descenso industrial de Francia a segunda división". "Süddeutsche Zeitung" llega a decir que "ya casi no existen grupos franceses de dimensiones internacionales".
Tras haber experimentado la sensación de tener que arrodillarse ante la Gran Nación, algunos sienten en Alemania la "Schadenfreude", un sentimiento intraducible de alegría maligna y de revancha.
A pesar de todo, ¿es imposible el diálogo? Salvo con la condición de superar las discrepancias personales, la respuesta es no. Primero porque franceses y alemanes comprueban cada vez más que los europeos deben unirse si quieren hacer frente a la creciente competencia de los países emergentes, que ya les han quitado el liderato en algunos sectores como los equipos de telecomunicaciones o de energía solar.
A continuación, porque a pesar de la brecha cultural, también existe un movimiento de convergencia entre ambas capitales. París está adoptando, le guste o no, los preceptos liberales, y Berlín empieza a ver cierto encanto en el concepto francés de política industrial.
De ahí a decir que estas evoluciones serán suficientes para que Alstom cambie de opinión, hay un gran paso. Pero podemos estar seguros de que el tema estará, el viernes en Berlín, en el orden del día de las conversaciones entre Angela Merkel y François Hollande, que aboga por un "Airbus de la transición energética".
El entendimiento, al parecer imposible, entre el fabricante del TGV y el del ICE confirma la dificultad de un acercamiento entre los industriales franco-alemanes. Dos nuevos factores complican hoy en día el diálogo entre las dos orillas del Rin: la relación de fuerza entre los actores y la brecha cultural.
Las claves de la alianza
- Con independencia del caso Alstom, parece más que nunca complicado casar empresas francesas y alemanas.
- Las economías de ambos países han experimentado estos últimos años una evolución divergente que se siente asimismo en la salud de sus industrias. Un desequilibrio que no facilita el diálogo.
- Pero tanto franceses como alemanes son capaces de superar sus diferencias, conscientes de la necesidad de unirse para hacer frente a la competencia de todos los países emergentes.
Thibaut Madelin y J. P. Lacour, son corresponsales en Berlín y Francfort del diario Les Echos.
© Les Echos