Empresas y finanzas

La época de los grandes banqueros de inversión ya es historia



    Inmersos en un entorno dominado por los recortes, muchos de ellos se van antes de que les echen.

    Robert Morris se coló en el despacho de su jefe con una noticia alarmante. Después de mantener una incómoda charla trivial, le anunció de sopetón: "Quiero ser profesor". Su jefe se quedó petrificado. "¿Seguro que lo has pensado bien?".

    La pregunta tenía sentido. A los 34 años, Morris tenía un trabajo envidiable, con un sueldo de 200.000 libras al año(248.818 euros) -sin contar las bonificaciones-, como director de ventas de capital en un gran banco de inversiones, vendiendo títulos a fondos de pensiones y otros inversores. ¿Estaba dispuesto a reconvertirse en profesor de matemáticas de secundaria y ganar menos al año de lo que ganaba en un mes? ¿Cómo pensaba mantener a su mujer e hijos?

    Morris (el nombre es ficticio) no lo dudó un momento. "Me fijé en mis superiores y eran todos unos cínicos, divorciados y miserables. Entonces decidí que no quería convertirme en uno de ellos. Siempre había tenido esa espinita clavada, pero la situación actual me hizo más fácil tomar la decisión".

    Morris no es un caso aislado. Voluntariamente o no, los banqueros abandonan las torres doradas de la City y Canary Wharf en números sin precedentes.

    Las sangrías tampoco son nuevas, sino que los recortes salvajes forman parte del negocio, tanto como derrochar millones para atraer a caras nuevas cuando los mercados se recuperan.

    Pero esta vez es diferente. Una serie de nuevas normas ha proscrito las partes más arriesgadas del negocio, exigiendo unos aumentos drásticos de los niveles de efectivo que los bancos deben guardar en reserva. Muchas operaciones antes rentables han dejado de tener sentido económico.

    Cuatro años después de que irrumpiera la crisis financiera, los recortes no han hecho más que empezar. Nos encontramos ahora en las primeras fases de lo que Jeremy Isaacs, exconsejero delegado para Europa de Lehman Brothers, predice que será una década de contracciones.

    Llegan los recortes

    "La dislocación del sector de servicios financieros es tan importante que los bancos europeos se ven obligados a reducir activos del orden de entre 1 billón y 1,5 billones de euros", explica Isaacs, fundador de JRJ Group, una empresa inversora que compra negocios desechados por los bancos. "Las cifras no son inventadas. Los cambios son estructurales, no cíclicos".

    Barclays, Deutsche Bank, Goldman Sachs, UBS y Credit Suisse han presentado sus programas de despidos en las últimas semanas. Cuando terminen las últimas rondas, la previsión económica del CEBR augura que sólo quedarán 255.000 banqueros de inversión en la City, 100.000 menos que hace cinco años y la cifra más baja desde 1996.

    Para Gran Bretaña, la situación es preocupante. Según las cifras del Banco de Inglaterra, hasta 2008 el sector de servicios financieros representaba más del 9 por ciento de la economía, gracias a un aumento del 50 por ciento durante una década en la que se debilitó la manufactura y otras industrias heredadas. Pero para los empleados de alto rendimiento, como Morris, el problema es mucho más sencillo: el sueldo.

    La banca de inversiones nunca ha sido fácil. Exigía jornadas de 12 a 14 horas y una presión sofocante para producir beneficios. La recompensa, eso sí, era extraordinaria. "Era un pacto faustiano.

    Había que vender el alma pero el resultado era increíble", asegura un director gerente que dejó la city el año pasado. "La época de los súper beneficios ya se ha acabado y a los bancos les cuesta desarrollar un nuevo modelo que ofrezca tanto dinero para todos".

    El director gerente de otro gigante de Wall Street lo explica sin rodeos. "El pastel de la remuneración ha encogido pero la avaricia de los que quedan no. El entorno de trabajo resultante es lamentable". Pocos banqueros resumen el cambio mejor que Rich Ricci. En los años del boom, el director del banco de inversiones de Barclays hacía gala de su apodo y se embolsaba con frecuencia nóminas que llegaban a las decenas de millones de euros.

    Bravucón, ruidoso y sin pelos en la lengua, el bostoniano cumplía todos los estereotipos del típico banquero americano de inversiones en el extranjero. Se volvió asiduo de las carreras de caballos, en ocasiones engalanado con bombachos de tweed y gorra de cazador, por lo visto haciendo esfuerzos para integrarse. Era la mano derecha de Bob Diamond, exconsejero delegado.

    Ahora, con su jefe y amigo depuesto, Ricci es un hombre nuevo. Desde el escándalo del fraude del Líbor, aconseja a sus tropas que se preparen para tiempos difíciles. Aunque el banco se lanzó a una ola de contrataciones de personal entre 2008 y 2009, Ricci se plantea ahora hacer recortes.

    En una presentación para inversores de hace dos semanas, expuso el problema. "El futuro lo están definiendo no sólo los cambios en la legislación sino una mezcla de normativas y tendencias más amplias de mercado, que juntas redefinen las fronteras de la banca y están remodelando el terreno interno. Históricamente, la expansión y contracción de la capacidad en el sector han sido relativamente poco elásticas. Ahora estamos viendo un cambio".

    Recuperación improbable

    Los números no pintan bien. En 2009, los ingresos globales de la banca de inversión alcanzaron los 230.000 millones de euros, el doble que en 2001. Ricci anunció que este año está previsto que lleguen a 192.000 millones.

    "Es improbable que veamos una recuperación de los niveles de 2009 en un futuro próximo", opina. "Sencillamente, hay demasiada capacidad en el sistema como para que todos los actores mantengan el crecimiento o incluso continúen siendo rentables en todas las áreas de su negocio".

    La destrucción es peor en Europa. Las restricciones reguladoras, la saga de la eurozona y la reforma de las normas de remuneración se han unido para destruir los beneficios. Pensemos en las operaciones de valores, uno de los negocios básicos. De una cifra histórica en 2007, los volúmenes se han reducido a menos de la mitad.