Florentino Pérez y Luis Del Rivero, o el difícil arte del 'ilusionismo'
Más que en Dos hombres y un destino encajarían en El Golpe (salvando las distancias argumentales...). Las de Florentino Pérez y Luis del Rivero podrían ser dos vidas paralelas, desde el punto de vista profesional.
O como poco dos personalidades con mucho en común a la hora de afrontar sus carreras empresariales, que les han llevado a emprender caminos muy semejantes en el siempre enrevesado mundo de los negocios.
Pérez es madrileño, nacido en 1947. Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos. Una de su máximas es "no puedo perder el tiempo en algo que ya ha pasado". Del Rivero nació en Murcia en 1950. Y cursó la misma carrera universitaria. Del primero hay numerosas referencias biográficas y dicen de él que es un hombre accesible, que no se cierra a los medios ni a su entorno. Todo lo contrario sucede con el segundo. Persona de verborrea directa y sin "filtros". De él es difícil encontrar la fecha exacta de nacimiento. Se sabe de su gusto por el mus y por las naranjas de su tierra, lo que le llevó precisamente a crear Louresa, una de las mayores productoras de España.
Cuando desembarcó en Repsol dijo: "Joaquín Rivero (presidente de Metrovacesa) es el rey de las opas. Hay otro que es el rey de las opitas (no se sabe si se refería a Florentino Pérez). Y nosotros, los especialistas del tran-tran".
Sus maniobras
Ambos se lanzaron de cabeza al mundo de la empresa desde jóvenes, con gran ojo clínico, según amigos y enemigos, y especial destreza a la hora de negociar. Caras visibles de ACS y de Sacyr Vallehermoso, han sido dos de los exponentes más representativos de la era (o el boom) de la construcción en España. Maneras de actuar dignas de estudio.
En cierto momento de auge económico decidieron diversificar, bajo el amparo de operaciones a crédito, por las que ofrecían como garantía las propias acciones adquiridas. Algo a lo que se aventuraron pese a su reducido tamaño, puesto que la suma de la capitalización de las cinco principales constructoras españolas es inferior a las de alguna de sus participadas (caso de Iberdrola, por ejemplo).
Así las cosas, ACS se introdujo en el capital de la eléctrica que preside Ignacio Sánchez Galán, de la que actualmente es el primer accionista con cerca de un 20% del capital. Y aspiraciones a conseguir un sillón en el Consejo. Sacyr hizo lo propio en el de Repsol, donde también tenía ese porcentaje, hasta que el pasado 30 de agosto anunciara su alianza con la mexicana Pemex para hacerse casi con el 30%. Un movimiento que ya había replicado en su día la compañía del presidente del Real Madrid con Iberdrola, cuando trató de aliarse con la francesa EDF -planes que terminaron en los tribunales, sin éxito para ninguna de ellas-.
Resulta curioso que las dos constructoras consiguiesen posiciones de peso en las energéticas alegando que su entrada en ese sector estratégico español tenía como fin aportarle estabilidad... Porque llegó el día en que se cambiaron las tornas. La realidad aterrizó para desmentirles o para terminar con la máxima de raíz.
¿Quiénes son en este momento las ovejas negras del escenario empresarial? Las constructoras. Que se han encontrado de bruces con unas deudas salomónicas, apuntaladas por esas inversiones que llevaron a cabo con ansias de diversificar. La de Florentino Pérez ascendía a 9.849 millones de euros en el primer semestre del año. La de Luis del Rivero, a unos 5.000 millones. He ahí el quid de la cuestión.
Todo ello se orquestó bajo el auspicio del Gobierno socialista y, en concreto, con el beneplácito de Miguel Sebastián. Como resultado de algunas de esas maniobras baste recordar la compra de Endesa, que pasó a manos italianas, al quedarse con ella Enel. Y el "trasvase" de Unión Fenosa con el empujón de ACS a Gas Natural. O el acoso, que no pudo ser derribo, del presidente de Sacyr al BBVA.
A la postre, esas compras que les permitieron formar parte de las energéticas, tuvieron que ser financiadas con créditos del Instituto de Crédito Oficial (ICO). Al menos en parte. El ICO destinó más de 630 millones de euros a financiar esos movimientos que tenían un cariz más bien especulativo. Concedió 282 millones a ACS para que comprase el 10% de Iberdrola; 350 a Sacyr para su adquisión del 20% de Repsol.
Con el escenario económico actual no han tenido más remedio que desandar lo andado. O sea, desinvertir. Y con lo que vayan descontando, restructurar sus millonarias deudas, a menos que vayan venciendo los plazos. Sin ir más lejos, Sacyr Vallehermoso comenzó hace dos semanas la refinanciación del crédito que le fue concedido en 2006, con vencimiento el próximo 21 de diciembre. Lo que se suma al informe elaborado por Calyon. En el mismo se señalaba que la deuda total de la construtora asciende a casi 12.000 millones de euros -contando con todas sus actividades-. Con semejante apalancamiento no esperan que sea capaz de pagar en un margen de entre 35 y 70 años.
Competencias
A la par que iban adentrándose en mundos que no les eran originalmente propios, como el de la energía, también se quisieron aprovechar de las tecnologías ajenas. Primero fue Iberdrola la afectada. Lleva tiempo denunciando en los tribunales que ACS es competidora en ingeniería y renovables. Puesto que ambas filiales se han encontrado en varias ocasiones en la puja de algunos concursos en esos ámbitos. Incluso hay una sentencia clara al respecto, de enero de 2010.
Falló contra ACS al reconocer que "el perjuicio derivado de la presencia de un competidor en el Consejo viene implícito en la propia prevención legal de una medida de salvaguarda del interés social". En esa misma línea se vio cómo Pemex, la aliada de Sacyr en su lucha a dos contra Repsol, reconocía en un informe que su intención en este contubernio es apropiarse de tecnología puntera de la petrolera española a bajo coste.
Ante tal descaro, en el Consejo celebrado el 28 de septiembre, la compañía tuvo que aprobar un cambio de reglamento que blinda la "transferencia de tecnología".