Para los venecianos, la vida no es un viaje en góndola
"Desgraciadamente han desaparecido todos", dijo Fersuoch, directora de la filial veneciana del grupo nacional de conservación Italia Nostra, suspirando con nostalgia.
La población de Venecia ha disminuido a poco más de 59.000 habitantes, frente a los 175.000 al final de la Segunda Guerra Mundial. Los que todavía resisten les está resultando más difícil llevar vidas normales, ya que las infraestructuras y las tiendas de la ciudad están transformándose cada vez más para proporcionar servicios a los turistas en vez de a sus habitantes.
Cualquier visitante atento que se aparte del circuito turístico y se aventure por los serpenteantes callejones que conducen a las bellas y sublimes pero silenciosas plazas se preguntará: ¿Dónde están los venecianos de verdad?
"Este ya no es un lugar normal", dijo Fersuoch, una mujer vivaz pero melancólica, en un esquife que surcaba las revueltas aguas de un canal.
"Algunas personas tienen que coger un vaporetto (barco colectivo) si quieren comprar verduras frescas, pero pueden comprar un reloj de 1.500 o una máscara de carnaval de 300 euros a sólo unos metros de sus casas", sostuvo.
Los majestuosos palacios e iglesias de Venecia están construidos sobre islas de muy baja altitud, pilares y montículos de lodo, y si bien se ha invertido mucho tiempo y dinero para proteger del agua este lugar declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, muchos de sus vecinos afirman que se han desatendido los problemas que dificultan su estilo de vida.
Un chiste que circula entre los venecianos cuenta cómo una turista pregunta dónde puede comprar un litro de leche y le responden: "Vaya hasta la tienda Gucci, doble a la derecha en Fendi, cruce el puente al llegar a la boutique de Dolce & Gabanna y creo que ahí hay un ultramarinos, si es que el dueño no ha muerto".
Fersuoch copó los titulares en julio con una provocación intencionada, cuando instó a las Naciones Unidas a que pusiera a Venecia en la lista de ciudades en peligro de extinción. El turismo masivo, la dejadez medioambiental y los proyectos de nuevas construcciones están sentenciando a muerte a la ciudad de los canales, explicó.
TURISMO INTELIGENTE FRENTE AL DESENFRENADO
En los días de mayor actividad en verano llegan a Venecia hasta 130.000 turistas, más del doble de la población local.
Las peticiones de grupos como Italia Nostra para limitar su número, por ejemplo mediante reservas para grupos grandes como los que llegan en cruceros -lo que los italianos denominan "turismo inteligente" - han caído en saco roto.
"Nadie niega que el turismo es el motor que impulsa la economía veneciana y que la gente en el sector del turismo trabaja muy duro. Pero al basarse tanto en el turismo, la ciudad ha perdido su entramado social", dijo Fersuoch.
Las asociaciones de vecinos se han mostrado alarmadas ante las propuestas para construir una ciudad satélite en tierra firme, conectada al casco antiguo mediante un sistema de túneles subterráneos por debajo del agua. Dicen que eso conllevaría un mayor número de turistas.
Los venecianos también han visto a su ciudad convertirse en un lugar demasiado caro, particularmente para la gente mayor. Llevar alimentos hasta las tiendas en esta ciudad sin coches es un reto que implica llevarlas en embarcaciones pequeñas y finalmente con carretillas hasta las tiendas que no están sobre los canales. Cada medio de transporte añade otro nivel a los costes.
Venecia se ha convertido además en un lugar irreal dominado por un "aburguesamiento ausente", dado que muchas de las personas que han comprado inmuebles están rara vez allí.
Muchos residentes de siempre ahora se van y alquilan sus apartamentos por temporadas a turistas a precios mucho más elevados que si se los alquilaran a estudiantes, trabajadores o familias.
Los que venden sus casas a menudo lo hacen a extranjeros acomodados de lugares como Texas o Australia, que buscan el prestigio o la gratificación personal de tener una segunda casa con vistas al Gran Canal, incluso aunque sólo la usen una semana o unos pocos días al año.
"Venecia se ha convertido en un parque temático. A veces me recuerda a un triste Disneylandia", dijo la escritora veneciana Caterina Falomo, autora de "Cuando había venecianos", un libro de reflexiones sobre cómo ha cambiado la vida cotidiana en la ciudad con el transcurso de los años.
"Nadie niega que el turismo es necesario, incluso vital, pero el papel de los políticos es proteger la ciudad en todos sus aspectos. Su primer deber es defender la vida cotidiana de los residentes, no los caprichos de los turistas", afirmó.
"La única forma de lidiar con esto es simplemente decir 'basta'. El flujo de turistas debe ser controlado. Realmente no creo que la economía de Venecia se vaya a destruir", añadió.
OPORTUNIDAD PERDIDA
Las asociaciones de vecinos dicen que los sucesivos gobiernos locales han desperdiciado las oportunidades para mejorar la situación. Por ejemplo, cuando se desarrolló la isla de San Clemente, el lugar abandonado de un antiguo hospital psiquiátrico, se convirtió en un lujoso hotel cinco estrellas en lugar de crear nuevo campus universitario.
"Con cada nuevo hotel de lujo, cada nuevo mesón o apartamento de vacaciones, muere un poco de la ciudad. Como veneciana, esto me duele más de lo que puedo expresar", dijo Falomo.
La vida cotidiana se ha vuelto particularmente desafiante para los ancianos que, a menos que sean lo suficientemente adinerados como para tener su propio bote y chófer, se ven forzados a caminar o competir con las hordas de turistas por un sitio en las abarrotadas barcas colectivas.
Y aunque Venecia es sinónimo de cine por su festival anual, sólo hay dos cines en la ciudad.
"Una ciudad mundialmente famosa con dos cines para las personas que viven allí no es normal", concluyó Falomo.
/Por Philip Pullella/