Empresas y finanzas

La revolución llega a los supermercados en la India, que se sube al tren de la modernidad



    Un fenómeno tan cotidiano en otros países como ir al supermercado está suponiendo en la India toda una revolución que cambiará el país. La metamorfosis ha estallado en el mismo momento en que la India se ha subido al tren de la modernidad. El trasfondo económico jamás había sido tan sólido: gracias a las dos oleadas liberalizadoras de los últimos 15 años, la economía india crece ahora sostenidamente por encima del 8 por ciento. Los efectos no se han hecho esperar.

    "Hay más dinero en la economía y más gente participando del consumo. Que el consumo privado alcance el 62 por ciento hace nuestro crecimiento más orgánico que el de China", explica a este periódico Preeti Reddy, vicepresidenta de la consultora Technopak Advisors. La India, asegura, ha descubierto el consumo.

    El arranque de motores de la economía ha desatado el esperado efecto cascada. Según la citada empresa de estudios de mercado, unos 10,7 millones de familias disponen ya de rentas de entre 35.000 y 170.000 euros anuales.

    Dar acomodo a las nuevas necesidades de esa clase media-alta emergente ha sido la chispa que ha encendido la revolución.

    "Ya que la comida es el principal gasto de los indios, el boom del consumo ha empezado por los supermercados", señala Preeti Reddy. Y es que esos nuevos consumidores urbanos están mutando sus hábitos: ahora prefieren realizar sus compras -desde alimentos a ropa o electrodomésticos- bajo un mismo techo, en vez de bucear en los mercados y bazares de toda la vida. Ello ha puesto las orejas tiesas a las grandes cadenas de distribución, tanto indias como extranjeras.

    Expectativas de futuro optimistas

    Sobre todo, porque las expectativas de futuro no pueden ser más optimistas. La consultora McKinsey vaticinó en un informe reciente que el país asiático superará a Alemania como quinto mercado consumidor en 2025, momento en el que su clase media pasará de los actuales 50 millones de personas a 583 millones.

    Otro estudio prevé que la renta disponible de la población india aumentará un 8,5 por ciento cada año hasta 2015. De ahí que las grandes cadenas estén afilando sus garras para participar de un pastel minorista que mueve 350.000 millones de dólares al año y que crece un 20 por ciento anual.

    Una de las primeras en movilizarse ha sido Reliance, la primera empresa privada del país asiático, con una apuesta inapelable. Hace meses irrumpió en el sector con una línea de supermercados occidentales: Reliance Fresh.

    Y lo hizo con toda la artillería. Una inversión próxima a los 6.000 millones de dólares prevé un despliegue fabuloso para el año 2010: más de 5.500 tiendas minoristas de distinta categoría, 85 centros logísticos y 1.600 granjas agrícolas distribuidas por unas 800 ciudades indias.

    Por su parte, Tata, segundo conglomerado nacional y uno de sus acérrimos competidores, también ha lanzado un plan de expansión a dos años para abrir 60 supermercados Croma.

    Tata decidió su desembarco en el sector minorista después de encargar un estudio que arrojó datos incontestables acerca de la potencialidad del sector: sólo un 0,5 por ciento de los indios posee un aparato de aire acondicionado; uno de cada 100 tiene ordenador; apenas el 3,5 por ciento usa lavadora y sólo el 11, 7 por ciento dispone de teléfono.

    "Sólo hay sitio para ocho jugadores"

    "En el mercado hay sitio para ocho jugadores", declaró Mukesh Ambani, presidente de Reliance. De momento, sin embargo, las grandes cadenas de distribución extranjeras están asistiendo a los movimientos tectónicos en el sector como relativos convidados de piedra.

    Y ello porque el acceso al mercado minorista sigue cerrado a cal y canto para la competición foránea. Así que Wal-Mart, líder mundial del sector, ha tenido que burlar el proteccionismo legal indio accediendo a ese mercado por la puerta de atrás; esto es, como proveedor logístico, tecnológico y de venta al por mayor del gigante local de la telefonía móvil, Bharti Enterprises.

    Entre ambos prevén abrir 15 grandes superficies cash & carry (venta al por mayor en régimen de autoservicio y dirigido a detallistas) en los próximos siete años.

    No son los únicos: la australiana Woolworth's ha cerrado una alianza similar con Tata, mientras Carrefour, segundo jugador mundial, acaba de anunciar públicamente su entrada en la India en 2009.

    Lo hará con una doble estrategia: por un lado, cederá a un socio local su marca know-how y servicios técnicos para que dirija sus establecimientos minoristas. "Tenemos identificadas a tres compañías potenciales para una joint venture en la India.

    Elegiremos a una de ellas en el primer trimestre de 2008", declaró esta semana Herve Clec'h, director de Carrefour en el país asiático. Por otro lado, implantará distintos locales cash & carry como suministradores de los citados hipermercados. La alemana Metro también aterrizará utilizando la misma vía, aspiración que Tesco también hace suya. Dicha estrategia permitirá a todos ellos estar bien colocados cuando Nueva Delhi dé luz verde al negocio minorista y multimarca para extranjeros.

    Prometen emociones fuertes

    Con todo, la trayectoria para los gigantes de la distribución, sean extranjeros o indios, promete emociones fuertes.

    Las calles de distintas ciudades han visto, hace semanas, distintas manifestaciones de protesta contra el anunciado desembarco en el sector de los conglomerados, promovidas precisamente por los más afectados: entre 12 y 15 millones de pequeños comerciantes que, con el nuevo escenario que se avecina, temen ser barridos por una competencia poderosa que podrá ofrecer mejor calidad, variedad y precio.

    "¡Abajo Reliance! ¡Abajo Wal-Mart! ¡No nos moverán!", gritaban el pasado octubre unos 100.000 manifestantes por las calles de Bombay.

    Según ese ejército de sufridos comerciantes detallistas, herederos una generación tras otra de pequeños locales de poco más de 45 metros cuadrados, unos 40 millones de personas perderán sus negocios o sus empleos. Toda una bomba de relojería para el siempre turbulento escenario político del subcontinente indio.

    Los agricultores, los grandes beneficiados

    Sin embargo, los defensores del nuevo status quo apuntan a los agricultores como indudables beneficiarios del cambio.

    Lo que no deja de ser trascendente en un país pobre donde el 70 por ciento de la población depende, siempre a un solo paso del desastre, de la agricultura.

    Algunos analistas prevén que la irrupción de los conglomerados en el negocio activará la revolución: hará más eficiente la cadena de suministro, hoy plagada de intermediarios que se llevan gran parte de los beneficios; mejorará el transporte y la logística para evitar que se pierdan 10.000 millones de euros anuales y que se pudran, antes de llegar al mercado, el 30 por ciento de frutas y verduras.

    Y, más importante, permitirá a los agricultores, que según el Banco Mundial ahora sólo reciben una quinta parte de lo que paga el consumidor final, atrapar un mayor porcentaje de las cosechas que producen. Reliance y Metro, de hecho, ya han comenzado a establecer vínculos directos con los agricultores. Por tanto, la revolución está servida.