El riesgo de Europa con las revueltas en el mundo árabe
BRUSELAS (Reuters) - Europa, con su historia no muy lejana de guerra y autoritarismo, suele ser rápida a la hora de promover la democracia, los derechos humanos y el papel de la ley como los valores que quiere ver que otros países adopten.
Sin embargo, las revueltas que están barriendo el norte de África y Oriente Próximo, como las que han derrocado a los gobiernos autoritarios en Egipto y Túnez, han forzado a enfrentarse con una verdad incómoda: durante años hizo la vista gorda frente a esos regímenes no democráticos, en favor de la estabilidad y la apariencia de orden frente al riesgo de revueltas políticas o el caos.
Esa actitud proporcionó varios beneficios, al mantener bajo control la amenaza de activismo islamista y contener una potencial oleada de inmigrantes, a medida que crecían las oportunidades comerciales y de negocios a un ritmo constante y en ocasiones excepcional.
Ahora, con revueltas populares en toda la región, Europa está intentando labrar una nueva actitud, sin parecer hipócrita o acabar en el lado equivocado de la historia. Al mismo tiempo, muchas de las amenazas que temía más en el pasado, particularmente la inmigración, no han decrecido.
"La Unión Europea ha tenido dificultades para encontrar una política adecuada que aplicar en el Norte de África y Oriente Próximo", dijo Clara O'Donnell, del Centro para las Reformas Europeas.
"Estamos realmente en un punto en el que habrá muchas preguntas difíciles y creo que justo ahora la UE no tiene claro cómo va a abordarlas", añadió.
La capacidad de Europa y Estados Unidos de influir en un cambio democrático pacífico puede verse ahora significativamente reducida, según dicen los analistas, y no sólo porque los países europeos sigan siendo reacios a proporcionar incentivos que pudieran animar al cambio.
"Hay un riesgo de que las cosas vayan realmente mal", dijo O'Donnell. "Dependiendo de cómo se desarrollen las transiciones, podría haber revueltas civiles significativas y violencia en varias regiones del norte de África", añadió.
Una gran amenaza, que ya se ha visto en Túnez, donde miles de personas han huido por mar hacia Italia, es la inmigración, un problema que puede extenderse con facilidad a otros estados de la región.
"Las revueltas civiles se han extendido a otros países y contribuido potencialmente a una mayor radicalización de ciertos grupos y puede tener efectos secundarios sobre el proceso de paz en Oriente Próximo", dijo O'Donnell.
"El problema es que los pocos incentivos que la UE podría ofrecer - liberalización del comercio en productos agrícolas y facilitar el libre movimiento de personas - han sido muy difíciles de conseguir", añadió.
No sólo está la resistencia de los países del sur de Europa a abrir los mercados a la competencia de productos norteafricanos, como los cítricos, los tomates y el aceite de oliva, sino que en toda Europa no se ve bien que se relajen las normas para otorgar visados que permitan más entradas de inmigrantes.
EL ESTE DE EUROPA NO ES UN MODELO
Algunos analistas han comparado la ola democrática que barre el norte de África y el Golfo Pérsico con la caída del comunismo en Europa Oriental a principios de los años 90. Pero Michael Emerson, del Centro para Estudios de Política Europea, dijo que la UE se encuentra ahora en una posición radicalmente diferente.
Hace dos décadas, la UE pudo influir en un cambio positivo al ofrecer la eventual membresía a ex países del bloque soviético. Sin embargo, el norte de África no tiene esa posibilidad e incluso ofrecer la libertad para viajar sin visado es políticamente poco vendible en la UE.
"La libertad de visados para el norte de África no va a funcionar, hay límites", dijo Emerson. "Esta es la diferencia entre ofrecer perspectivas de membresía y no hacerlo. Si no lo haces, entonces tu capacidad de influencia es limitada".
Aunque la UE puede dar pasos con programas que promuevan la democracia, tendría que trabajar mucho para reconstruir su credibilidad entre los reformistas en el norte de África, dijo Richard Youngs, del grupo de expertos con sede en Madrid FRIDE.
"La UE ha calculado mal en la última década al equiparar el status quo con la estabilidad", dijo. "Realmente ha mostrado que la UE tiene voluntad para cumplir con sus compromisos de integrar las economías norteafricanas y los sistemas políticos en un proyecto genuino de integración regional".
El desafío para la UE no es tanto tener influencia - se la da su gran poder comercial y la atracción de un mercado de 500 millones de consumidores - sino asegurar que esa influencia dé sus frutos rápidamente y de la forma correcta.
"Si se nos ve como que estamos detrás de la línea, existe el riesgo de quedar atrapados en el lado equivocado de la historia", dijo Youngs, señalando que la experiencia pasada ha mostrado el riesgo de una reacción radical si las elevadas expectativas de cambio tras los levantamientos prodemocracia no se ven cumplidas.
"La comunidad internacional tiene que actuar bastante rápidamente y mostrar que el cambio político puede ir acompañado de un cambio económico y social tangible", añadió.
Sin embargo, con importantes intereses en la región - no sólo en los sectores del petróleo y el gas, de los que los estados norteafricanos son grandes proveedores de la UE -, el bloque probablemente siga extremadamente cauto en su enfoque y la renovada inquietud.
Los países miembros de la UE con grandes lazos históricos en la región, particularmente Francia e Italia, toman frecuentemente posturas que chocan con las de los países del norte de Europa.
"Ahí entra la cuestión de cómo se relacionan con países con regímenes que aún están en el poder", dijo O'Donnell. "No veo que la UE cambie su enfoque hacia Libia, por ejemplo", añadió.
"Pero va a ser muy difícil para la UE decir que apoya plenamente la transición en Egipto y no plantear la cuestión con los vecinos de Egipto, cuando los vecinos de Egipto van a estar bastante incómodos con lo que está ocurriendo en Egipto".