Empresas y finanzas
Latinoamericanos comparten deficiencias y malestar por transporte público
Santiago de Chile, 17 may (EFECOM).- Los problemas de la locomoción colectiva han provocado disturbios en Chile y Argentina en los últimos días, pero no son privativos de estos países, según la realidad que comparten los habitantes de las principales capitales de la región.
En el mapa del transporte público latinoamericano, el servicio deficiente, el valor de las tarifas, la inseguridad y el maltrato son una constante fuente de descontentos y protestas.
Furia popular en Chile y Argentina, caos en Bolivia y República Dominicana, desencanto en Bogotá y la acción de pandillas juveniles en Centroamérica ilustran parte las dificultades de los latinoamericanos para moverse.
Los habitantes de Santiago deben soportar las penurias del Transantiago, el nuevo sistema de transporte público, cuyas deficiencias han colmado la paciencia de la gente y detonado diversas protestas.
La más virulenta se registró el lunes, cuando varios cientos de santiaguinos protagonizaron su "día de furia" al tener que abandonar el Metro por un fallo mecánico.
Los afectados bloquearon la Alameda, la principal arteria de Santiago y se enfrentaron con la policía, que los reprimió con gases lacrimógenos.
Las protestas activaron las alarmas en el gobierno, que hoy envió al Parlamento un proyecto de ley para crear la Autoridad Metropolitana de Transporte, que coordinará la ejecución del plan, que hasta ahora arroja millonarias pérdidas.
En todo caso, los disturbios en Chile por el transporte no son nuevos y están en la historia las protestas de abril de 1957 contra un alza de tarifas, reprimidas por el Ejército, con un balance de 21 muertos y 500 heridos.
En Argentina, el pasado martes, cientos de pasajeros enfurecidos por la suspensión de los servicios ferroviarios ocasionaron destrozos en la estación de Constitución, que une Buenos Aires con localidades del sur del conurbano.
Según el Movimiento Nacional por la Recuperación de los Ferrocarriles argentinos, el "Metropolitano brinda un servicio propio de un viaje del terror, malo, peligroso, sofocante y donde se viaja peor que las vacas", mientras el presidente Néstor Kirchner amenazó con dar "una parada" a los concesionarios.
Una huelga de los trabajadores del Metro bonaerense, por mejoras salariales, dejó hoy a cientos de miles de pasajeros a pie y congestionó el tráfico.
Pero en toda la región las cosas no son mejores: el mal estado de los autobuses, la inseguridad y el maltrato a los pasajeros y las quejas por el coste de los pasajes son el denominador común del sistema, que en muchos casos es subsidiado.
En algunos países centroamericanos se suman las extorsiones de pandillas juveniles que cobran peaje diario a conductores y pasajeros, como ocurre en El Salvador y Honduras, país este último donde cobran un llamado "impuesto de guerra" por transitar y por no asaltar las unidades.
En Guatemala, desde hace más de 20 años, cada vez que sube el pasaje se generan protestas encabezadas por universitarios, que han causado más de una decena de muertos y autobuses incendiados.
En Ciudad de Guatemala se inauguró el año pasado la primera fase de un moderno sistema de transporte denominado Transmetro.
En Nicaragua, los usuarios de los 1.200 autobuses que circulan en Managua se quejan de los destartalados vehículos y de constantes asaltos, lo que no se ha traducido en protestas, salvo las protagonizadas en 2005 por universitarios contra el alza del pasaje.
En Costa Rica tampoco hay protestas, aunque sí quejas contra el servicio, situación que se repite en Bolivia donde el caos abarca al tráfico urbano y rural.
En República Dominicana aunque las protestas son escasas, el servicio es deficiente y caótico con la mayoría de las unidades deterioradas, mientras Puerto Rico parece ser la excepción, con 620 automóviles por cada 1.000 personas.
En Uruguay, el mayor problema es el alto precio del pasaje, la falta de transporte en sectores periféricos y los robos de la recaudación, con algunos muertos y heridos, mientras en Paraguay la queja principal es el pésimo estado de los autobuses.
En Bogotá, el moderno Transmilenio que opera hace siete años y cuyo modelo siguió Chile, si bien ha mejorado las condiciones de movilidad en la ciudad, ha presentado últimamente graves problemas por una deficiente administración y planificación.
El deterioro del servicio ha generado protestas de usuarios, que se sienten tratados como en el viejo sistema: transportados como ganado, requisados por carteristas y desesperados por las demoras en estaciones atiborradas.
En contraste, en Brasil, Curitiba, la capital del estado de Paraná, es la otra cara de la medalla.
Allí, el sistema "de bajo costo operacional y servicio de calidad", establecido en los años 70, traslada hoy a 1,9 millones de pasajeros con una tarifa integrada, en la que los usuarios de trayectos cortos subsidian a los de menor poder adquisitivo y que emprenden viajes más largos.
Pero, el ejemplo de Curitiba no ha cundido en el resto de Brasil, que afronta problemas similares a los demás países de la región.
En Venezuela, un aumento de las tarifas en febrero de 1989 encendió la mecha del "Caracazo", rebelión popular en la que murieron centenares de personas. Desde entonces no se han registrado incidentes serios fundamentalmente por el notable servicio que presta el Metro. EFECOM
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(con fotografías)