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¿Debo comprar un televisor de plasma o uno de LCD?

    El LCD es más barato y resistente que el plasma. <i>Foto: Archivo</i>


    ¿Qué es plasma, qué es LCD y qué le interesa más a usted? Depende de lo que quiera. Si tiene mucho espacio para instalar una pantalla realmente grande (las hay de hasta 103 pulgadas) en la que disfrutar de colores realistas y de un mejor contraste (con un negro que es negro de verdad), lo más adecuado es el plasma.

    Pero si lo que quiere es ver imagen con la mejor resolución en una pantalla de tamaño medio (hasta más de 50 pulgadas), su elección debería ser LCD. Y ésta es la tecnología que elige la mayoría de los compradores. Es más económica y, al contrario que el plasma, se utiliza en televisores desde 15 pulgadas, es decir, que no hace falta tener un pantallón para disfrutar de la alta definición. No hay plasmas de menos de 42 pulgadas; hacer televisores pequeños con esta tecnología no sale rentable.

    El plasma: dura menos y es más caro

    El plasma dura menos: 20.000 horas, frente a las 50.000 del LCD. Y es más caro: un LCD de 42 pulgadas de LG puede costar 2.000 euros, mientras que una de plasma del mismo tamaño cuesta hasta 3.500 euros. También es posible comprar LCD de 40 pulgadas por 1.000 euros. Los precios bajarán, explican en IDC. Según esta consultora, un LCD de entre 30 y 39 pulgadas cuesta hoy una media de 1.300 euros, y en 2010 costará 740 euros.

    Desde AETIC (la Asociación de empresas de Electrónica, tecnologías de la información y telecomunicaciones de España) señalan que de los 3,6 millones de televisores que se vendieron en España en 2005, 780.000 eran de LCD, cinco veces más que los de plasma. En toda Europa, el LCD gana. Los datos de IDC revelan que en 2010 se venderán 10 millones de teles de plasma y 30 millones de LCD.

    Ventajas de una y otra

    Según Javier Sánchez, de AETIC, el que el LCD y el plasma estén desplazando a los televisores de tubo tiene mucho que ver con que los que poseen descodificador de TDT (televisión digital terrestre) integrado sólo están disponibles con esas dos tecnologías.

    Sánchez habla de las ventajas de una y otra tecnología: "Los televisores de plasma, que se introdujeron antes en el mercado, aportan un mayor rendimiento a la hora de reproducir la imagen, mayor brillo, mayor contraste, menor tiempo de refresco de la imagen en pantalla y una mayor relación calidad-precio en formatos grandes".

    Respecto al LCD, señala que "aunque al principio los formatos eran pequeños (entre 14 y 29 pulgadas), hoy se pueden encontrar televisores LCD de más de 50 pulgadas. Las ventajas respecto al plasma son las siguientes: ángulo de visión ligeramente superior, menor peso (a igualdad de formato), mayor vida útil, menor profundidad (dimensiones) y mayor relación calidad-precio en formatos medios".

    Las marcas estrella

    Las líderes del sector son Panasonic, LG y Samsung. Panasonic está a punto de alcanzar la producción de 11 millones de plasmas al año, y de esta marca es el más grande del mundo, de 103 pulgadas (ver fotografía). Samsung y LG comparten el mérito de haber fabricado el LCD de mayor tamaño: tiene 102 pulgadas.

    Desde una conocida cadena de distribución señalan que esas tres marcas son las que más televisores de plasma venden, mientras que Sony y Philips son las preferidas en LCD.

    Sony es una de las compañías que, como los consumidores, han apostado por una de las dos tecnologías, y no fabrica plasma. En el lado opuesto, Panasonic pasa del LCD (aunque también lo vende) porque, según señalan fuentes de la empresa, "el consumidor pide cada vez pantallas de mayor formato".

    De hecho, una de las empresas que fabrican productos para Panasonic, Matsushita, anunció el pasado miércoles que construirá en Japón la mayor planta de fabricación de plasmas del mundo.

    El problema del 'efecto quemado'

    La diferencia básica entre ambas tecnologías es que el plasma utiliza gas y el LCD (Liquid Cristal Display) cristal líquido para mostrar las imágenes. Un problema del plasma, por el que ha sido muy criticado, es el efecto quemado, que se producía cuando una imagen permanecía fija mucho tiempo: se quedaba sobreimpresionada en la pantalla. Pero no se agobie: esto ya no ocurre.