Empresas y finanzas

Katsuaki Watanabe, el mejor motor de Toyota

    Katsuaki Watanabe, presidente de Toyota. <i>Foto: Archivo</i>


    El presidente de Toyota persigue con obsesión la perfección en la fabricación de coches.

    Katsuaki Watanabe se define a sí mismo como una persona muy curiosa, y es eso precisamente lo que le empuja a seguir investigando, descubriendo y cambiando cosas en su compañía sin descanso, por increíble que parezca, casi 43 años después de haberse incorporado a Toyota Motor Corporation.

    Su historia es la del ejecutivo que, con un título de Económicas, entró en un departamento de administración y planificación corporativa en 1964, y fue escalando puestos hasta que el año pasado llegó a hacerse su presidente.

    Hoy dirige una compañía que este ejercicio se convertirá en el líder mundial de la industria del automóvil por volumen de producción de vehículos, con las 9,42 millones de unidades que espera salgan de sus fábricas. Si hablamos de rentabilidad, supera a las tres siguientes en la lista, aunque junten sus beneficios, que son más bien pérdidas.

    Pero dicho así parece también la historia de alguien con apellido y un buen padrino, alguien destinado a llegar a lo más alto casi independientemente de sus méritos, salvo grandes errores. Y nada más lejos de la realidad.

    Este japonés de 64 años es considerado una pieza clave en la Toyota de hoy. Desde su entrada en la compañía ha estado siempre ligado a operaciones de producción y estrategia en varias regiones del mundo. Participó en el diseño de la "visión de Toyota a largo plazo".

    Su curiosidad innata le mantiene en un movimiento y cambio continuo. Comparte y promueve la mayoría de las ideas de la peculiar filosofía de Toyota: siempre se puede mejorar la calidad, la productividad... Por eso no está de acuerdo con la sensación de comodidad y relajación que produce el hecho de mejorar. Así, no resulta tan curioso que afirme, desde la presidencia del grupo líder, que siempre hay mucho trabajo por hacer y muchos recursos humanos que gestionar.

    Su casi obsesiva persecución de la perfección le lleva a ser muy crítico con sus propios productos. Cuando se sienta a los mandos de su Lexus, detecta cualquier cosa que no cumpla con la perfección que espera de su coche de lujo. Y luego lo discute con sus ingenieros para que la compañía lo estudie y, si es un defecto, lo solucione.

    Es cierto que este año Toyota se consolida como líder automovilístico mundial, sobrepasando ya a General Motors. Sin embargo, Watanabe insiste en que es una consecuencia, no un fin: el objetivo para él sigue siendo ser líder en tecnología, seguridad y protección del medio ambiente. Y lo decía mientras la compañía presentaba unos beneficios de 8.900 millones de euros, casi lo mismo que perdía su competidor norteamericano General Motors.

    Aún así, una de las ideas de la compañía es que no es bueno que la competencia se hunda (los tres grandes de Detroit), y menos cuando la japonesa está creciendo a pasos agigantados en el mercado estadounidense, donde ya es el tercer grupo que más vende.

    Y, haciendo honor a la fama que tienen los japoneses de organización y efectividad, Watanabe aún es capaz de encontrar tiempo para sus otras pasiones: mejorar su handicap en el campo de golf, dar unos raquetazos en la cancha de tenis e incluso cantar en un coro masculino.