Empresas y finanzas
Inversores activistas: qué son, cómo actúan y cuáles son sus objetivos
- Presionan al consejo directivo para lograr cambios dentro de la empresa
- Buscan un impacto positivo en la sociedad y en los beneficios de la compañía
elEconomista.es
La conciencia medioambiental, social y política ha llegado para quedarse en los consejos de administración de las grandes empresas. En los últimos años, se ha incrementado el número de inversores activistas que adquieren una participación considerable (más del 5% en Estados Unidos y superior al 3% en España) de una compañía para presionar al consejo directivo y conseguir que se lleven a cabo cambios dentro de la empresa. En contra de lo que pueda parecer por algunas de las campañas mediáticas llevadas a cabo por estos activistas, este tipo de inversores buscan conseguir un impacto positivo en la sociedad a la par que un incremento en los beneficios de la compañía.
Los inversores activistas suelen ser firmas de capital riesgo, hedge funds o individuos particularmente ricos con experiencia empresarial y cualidades que les permiten analizar e identificar empresas para incrementar su valor mediante acciones especificadas basada en los criterios ESG (factores sociales, medioambientales y de buen gobierno corporativo).
La cuestión es que los inversores activistas hacen llegar sus recomendaciones a los consejos de administración a través comunicados de prensa, informes o sus propias redes sociales, generalmente coincidiendo con la publicación de resultados de las compañías. Dichas recomendaciones buscan conseguir el apoyo de otros accionistas para, por ejemplo, reducciones de costes operativos; aprobar la reestructuración de la empresa, como ha instado Third Point a Shell recientemente; o la modificación del consejo directivo, como en el caso la destitución del presidente de Toshiba y otro alto ejecutivo.
En la mayoría de los casos, las empresas se resisten a las demandas de los activistas. Cuando esto sucede, los inversores pueden adoptar medidas adicionales para conseguir que el consejo de administración de su brazo a torcer, lo que puede dar lugar a una lucha por el control de la compañía.
Nacidos en Estados Unidos, en los últimos años los inversores activistas han incrementado su presencia en los mercados financieros internacionales y han batido récords en lo que se refiere a capital invertido y a su influencia. Según un informe de Lazard sobre el activismo accionarial, este tipo de inversores ocupaban 42 puestos en los consejos de administración de grandes compañías en el primer trimestre de 2021.
En cambio, el éxito de las campañas de los inversores activistas es bastante reducido. En concreto, tan solo el 17% de todas las iniciativas puestas en marcha en 2019 por estos inversores tuvieron éxito, de acuerdo con los datos de un informe elaborado por la Facultad de Derecho de Harvard.
Campañas activistas más sonadas
En 2021 han tenido lugar algunas de las campañas activistas más sonadas de los últimos años. Una de ellas ha sido la campaña de concienciación de Engine No.1 para transformar la directiva de Exxon. Este pequeño grupo de inversores consiguió en mayo que dos de sus candidatos entrarán en el consejo de administración de la petrolera, compuesto por un total de 12 miembros. Entre los accionistas que votaron a favor de la propuesta de Engine No.1 contó con el apoyo de grandes fondos de pensiones de trabajadores públicos de Nueva York y California y el poderoso fondo BlackRock.
Toshiba ha sido otra de las víctimas del poder de los inversores activistas. En junio, los accionistas de Toshiba destituyeron al presidente del consejo de administración y a otro alto ejecutivo tras hacerse pública una investigación independiente que demostraba que la compañía había recurrido al Gobierno nipón en un intento por influir en una votación para la elección de consejeros. La campaña estuvo encabezada por el fondo de Singapur Effissimo Capital, su mayor accionista, el cual ya había impulsado previamente otra investigación independiente.
La más reciente es la del fondo Third Point contra Shell. El fondo, liderado por el activista Daniel Loeb, se ha hecho con una participación de unos 750 millones de dólares de la mayor petrolera del mundo y le ha propuesto una segregación de sus negocios basados en renovables de los combustibles fósiles.