Empresas y finanzas
Entre el lujo de las berlinas y las bicicletas del subdesarrollo
Angel Alonso
Pekín, 20 nov (EFECOM).- La ya casi imparable potencia automovilística china todavía tiene que afrontar en la capital, Pekín, y en sus inmensas calles, la visión del subdesarrollo de millones de ciudadanos con la bicicleta como único símbolo de la movilidad.
Si Pekín o Shangai, que son la visión del progreso chino para Occidente y una de sus referencias del futuro que alumbra China, no pueden eludir ese símbolo del subdesarrollo, es mejor no pensar en lo que sucede en esa China interior, dominada por una economía rural de rentas per cápita propias de la más profunda pobreza.
Las calles de Pekín comparten día a día, no siempre amigablemente, las berlinas más lujosas y modernas, como emblema de una riqueza naciente, junto a destartaladas y antiguas bicicletas (nada que ver con las modernas mountain bike que llenan el ocio y buena parte de la movilidad en Occidente).
Ello es un fuerte contraste que confirma el gran recorrido que le queda a China por asumir su papel de potencia automovilística mundial con el de una cultura acorde con esa condición.
Un ejemplo es que China ya se ha fijado un mercado de siete millones de automóviles para el año 2010, con toda la producción destinada a ese mercado doméstico y que en 2015 está en condiciones de llegar a los diez millones, consolidada para entonces como la tercera potencia mundial de esta industria, solo superada por Estados Unidos y Europa.
Pero la fuerza de esa potencialidad choca con la realidad de un país analfabeto en cuanto a cultura automovilística, carente por completo de las disciplinas que impone una seguridad vial que ataje la sangría que el país más poblado de la tierra, pero todavía con índices mínimos de motorización, asume cada año en la accidentalidad con casi 100.000 muertos en sus carreteras
Pero el automóvil es el símbolo de la prosperidad y el habitante de Pekín es una persona encandilada con este símbolo de los nuevos tiempos.
En la celebración del Salón del Automóvil en la capital china se han podido ver masas ingentes de ciudadanos apostados ante sus puertas en espera de acceder a las exposiciones de los principales fabricantes, incluso con tumultos, ante las demoras en la entrada, que requirieron la presencia de la fuerza pública como medida preventiva.
Para el observador occidental, este salón pequinés es más un estudio sociológico que una muestra al estilo de los europeos o estadounidenses, en los que la novedad de producto, por ser plena novedad, son el motor y el auténtico impulso.
En China, cualquier novedad de producto en su mercado es ya historia en Occidente, pero lo verdaderamente atrayente es como el ciudadano mira y sueña con los coches que ve.
Una prueba son las ingentes colas que se producen ante los modelos expuestos, da lo mismo su segmento o estilo, dentro de los cuales se fotografían familias enteras. Lo único que parece importar es que se trata del coche y que este artículo es la demostración de un salto de categoría social.
La primera edición de este salón automovilístico concentró a menos de 400 expositores de diecisiete países, mientras que en la edición actual la muestra ha evolucionado hasta 1.500 fabricantes de 20 países y el reto de multiplicar por cinco, hasta los 500.000, el número de visitantes.
Es un salón que en superficie se ha quedado pequeño, de tal modo que los "stands", de dimensiones muy reducidas, se llegan a convertir en auténticos enjambres.
La curiosidad para el observador europeo se fija también en el producto doméstico, en lo que son capaces de hacer esas marcas chinas que se empiezan a temer en Occidente porque serán capaces, en cuanto exporten, de romper los mercados por la vía de precios inigualables.
Las distintas fuentes consultadas han sido tajantes. Primero, estas firmas, bastante tendrán, durante unos años, con cubrir su propia demanda interna. Segundo, cuando quieran exportar, habrán de hacerlo con estándares de calidad muy superiores a los que marca la demanda china y eso implica aumento de costes. Bajo estas perspectivas, Occidente tiene plazo y margen de maniobra para neutralizar la amenaza.
Un ejecutivo español de una futura importadora de marcas chinas ponía el primer desembarco de coches del país en Europa a finales de 2008, cuando un modelo chino esté en condiciones de obtener las tres estrellas (de un máximo de cinco) de los test de choque que marcan los parámetros de seguridad europeos. Y para ello, confesaba, queda todavía un largo trecho. EFECOM
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