Agua y medioambiente

La alimentación se moviliza contra el desperdicio


    Javier Romera

    El desperdicio de alimentos se ha convertido en un problema con impacto económico, social y medioambiental que crece en todas las economías desarrolladas. Y España no es una excepción, tal y como lo demuestran los datos del Ministerio de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente que sitúan a nuestro país como el séptimo europeo que más desperdicia. Son 7,7 millones de toneladas al año en cifras absolutas, por detrás de Reino Unido, Alemania, Holanda, Francia, Polonia e Italia.

    De acuerdo con el con el Ministerio, cada español tira a la basura 79 kilos de alimentos, y ello sin contar los de origen agrícola generados en el proceso de producción ni los descartes de pescado arrojados al mar. Es el equivalente en total a 170 millones de toneladas de CO2 emitidas al año. "Entre un 30 y un 50 de los alimentos sanos y comestibles a lo largo de todos los eslabones de la cadena agroalimentaria hasta llegar al consumidor, que podrían ser aprovechables, se convierten en residuos", asegura el Ministerio. En los hogares, el desperdicio alimentario alcanza el 42% del total, en la fase de fabricación el 39%, en la restauración el 14 y en la distribución el 5% restante. En toda Europa, según un estudio realizado por Bio Intelligence Service para la Comisión Europea se estima que las pérdidas y desperdicio de alimentos alcanzan aproximadamente los 89 millones de toneladas cada año. Las estimaciones de este estudio apuntan a que el 42% aproximadamente proviene de los hogares y, de esa parte, al menos un 60%, sería evitable.

    En un contexto como éste crece la concienciación social, política y empresarial sobre la necesidad de impulsar medidas correctoras que permitan reducir estas cantidades, así como las iniciativas para conseguirlo, con empresas, asociaciones patronales movilizándose para bajar las cifras. Aecoc, la Asociación de Empresas de Fabricantes y Distribuidores, la mayor de España con más de 20.000 socios, puso en marcha en 2012 en este sentido una estrategia denominada La Alimentación no tiene desperdicio, que secundan actualmente más de 350 compañías, tanto de la industria como de la distribución alimentaria.

    En este marco las compañías adheridas han conseguido incrementar en un 6%, en el último año, la cantidad de productos aptos para el consumo humano derivados a bancos de alimentos y otras entidades benéficas en lugar de ser destruidos y también realizar recomendaciones que ayuden a todos los actores de la cadena de valor (industria, distribución, operadores logísticos) a evitar ineficiencias que puedan generar desperdicio.

    "Se sigue trabajando desde el impulso de buenas prácticas en todos los eslabones de la cadena de valor y desde la sensibilización para reducir, cada vez más, el porcentaje de alimentos que, por distintas razones, resulta desechado y que actualmente representa en torno al 1,76% del producto apto para ser comercializado", tal y como explican en Aecoc.

    La presidenta del Comité Aecoc Contra el Desperdicio Alimentario y responsable de Relaciones Institucionales de Grupo Siro, Carmen Cobián, asegura que la tolerancia cero con la pérdida y el desperdicio de alimentos es rentable a nivel económico, insistiendo en que "se ha demostrado que, con cada dólar que las empresas de Estados Unidos invierten para frenar las pérdidas y el desperdicio alimentario, se ahorran 14 dólares en costes operativos".

    Cobián destaca asimismo que, al reducir las pérdidas y el desperdicio a lo largo de la cadena de valor de los alimentos, unos sistemas alimentarios robustos pueden contribuir a promover la adaptación y mitigación del cambio climático, preservar los recursos naturales y reforzar los medios de subsistencia rurales.

    Economía circular

    Desde la Federación de Industrias de Alimentación y Bebidas (Fiab), se trabaja también en la misma línea. La patronal ratificó el pasado mes de septiembre su unión al Pacto por una Economía Circular, junto al Ministerio de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, junto a otros sectores productivos. La industria de alimentación y bebidas ve este tema como una prioridad para un sector que transforma el 70% de la producción agraria y permite el suministro de más de 120 millones de raciones de comida diaria dentro y fuera del hogar.

    En el marco de una comparecencia ante la Comisión de Agricultura, Pesca y Alimentación del Senado, dentro de la ponencia de estudio sobre el desperdicio en España, el director general de Fiab, Mauricio García Quevedo, explicó que "por eficiencia y responsabilidad social las industrias de alimentación y bebidas llevan años trabajando en la mejora continua de sus procesos para optimizar al máximo el uso de recursos y en campañas de sensibilización al consumidor para evitar el desperdicio en los hogares". Se trata de mejorar, sobre todo, en la planificación de la cadena de suministro, el desarrollo de programas específicos de sostenibilidad, la evaluación y asesoramiento a proveedores de materia prima y el asesoramiento en el punto de venta para la realización de compras responsables y una adecuada rotación del producto.

    Y es que, mientras que en los países en vías de desarrollo el desperdicio se produce principalmente en los primeros eslabones de la cadena, sobre todo en la fase de cosecha por falta de infraestructuras adecuadas para la conservación y transporte de los alimentos, en los países desarrollados el mayor responsable de que la comida acabe en la basura es el propio consumidor.

    Desde Fiab se destaca, en la lucha contra el desperdicio, el papel de la innovación en todas las fases de vida del producto alimenticio como parte fundamental "que permite alargar la vida útil de los alimentos y hacerlos accesibles a los hogares en las mejores condiciones, al mismo tiempo que se garantizan los altísimos niveles de seguridad alimentaria de los que goza el sector español y europeo".

    Para evitar el impacto ambiental a lo largo de la cadena agroalimentaria, desde el sector se ha instado a adoptar medidas que eviten posibles pérdidas durante el procesado, "favoreciendo la viabilidad económica de las empresas, la eficiencia en la cadena de valor y una ventaja para la competitividad de un sector clave para la economía española y primera industria del país", explican en la organización.

    El proceso de transformación

    Las organizaciones empresariales insisten en señalar, en cualquier caso, que muchas de las partes no comestibles que se eliminan durante los procesos de transformación y preparación de la comida (mondas, huesos, espinas, vísceras o cáscaras de huevos) no se consideran desperdicio. Además, hay productos que se generan en el proceso productivo y que se emplean como materia prima en otros procesos industriales, principalmente para alimentación animal. "Son los llamados subproductos, que en ningún caso deben confundirse con pérdidas o desperdicios", advierte la Federación de Industrias de Alimentación y Bebidas.

    La patronal alimentaria señala, asimismo, que "las partes no comestibles de materia orgánica, si se gestionan correctamente como residuo, se pueden reciclar y valorizar, pero nunca han tenido ni tendrán como destino el consumo humano, por lo que su retirada de la cadena alimentaria no puede evitarse ni debería considerarse desperdicio".

    Otra cosa son los alimentos. Cada año se pierde o se desperdicia un tercio de la producción mundial de alimentos, por lo que desde la FAO, la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, se promueve un compromiso por parte de entidades públicas y privadas con un claro objetivo de desarrollo sostenible para alcanzar la meta de eliminar el hambre en el mundo en el año 2030.

    Con ese objetivo, se celebró el 16 de octubre el Día Mundial de la alimentación, una conmemoración que incluyó eventos en 150 países de todo el mundo "para promover la concienciación y la acción a escala mundial para aquellas personas que padecen hambre y la necesidad de garantizar la seguridad alimentaria y dietas nutritivas para todos", según explican desde Fiab.