La producción ecológica gana usuarios
Noelia García
El crecimiento en el mercado bío se atribuye a una mayor preocupación por los hábitos de vida sana y al aumento de los efectos beneficiosos de los alimentos orgánicos en la salud. Hasta ahora, ésta era la percepción que guiaba en España su consumo, mientras que en Europa prevalecían las razones medioambientales -fundamentalmente la mayor conciencia del cambio climático-. Además, la creciente popularidad de los productos orgánicos ha ampliado significativamente su disponibilidad, de todos los sectores, en todo el mundo. De hecho, España es el país de la Unión Europea que más superficie agrícola destina a esos cultivos: dos millones de hectáreas. China se posiciona como el segundo actor principal, con 1,6 millones de hectáreas reservadas para cultivos, orgánicos; le siguen Italia, con 1,5 millones, y Francia, con 1,4 millones.
España reúne las condiciones perfectas para el desarrollo de la agricultura ecológica debido a un clima favorable y a sus amplios sistemas de producción. En cuanto a la producción animal, la conservación de las especies nativas adaptadas al medio ambiente, promueve su reproducción y explotación.
A pesar de ser el primer país productor, el consumo no ha despegado si se compara con países como Alemania. Es cierto que el gasto anual per cápita en productos orgánicos ha aumentado de 6 euros en 2007 a los 32 euros de hoy. Los países nórdicos, Suiza y Austria siguen liderando el consumo de este tipo de productos.
No obstante, a medida que aumenta la demanda crecen la innovación y las economías de escala y, por ende, disminuyen los costes de producción, impulsando el consumo. También, conforme avanza la recuperación económica, aumenta el poder adquisitivo, con el resultado de que se gasta más en alimentos percibidos como más sanos y de mayor calidad.
Los productos eco más demandados son principalmente huevos, aceite de oliva, verduras y frutas. Además, la sociedad en general tiende a relacionarlos (en comparación con otros países de la UE) con la dieta vegetariana. Los perfiles de los agricultores orgánicos son muy diversos. Andalucía cuenta con grandes extensiones de cultivo de hortalizas, frutas, aceitunas -la mayor parte de cuya producción se exporta a países europeos, como Alemania y el Reino Unido-; más de 12.800 agricultores trabajan en la producción ecológica en una superficie de más de un millón de hectáreas, generando unos ingresos medios anuales que rondan los 490 millones de euros. En Valencia, sin embargo, predomina el pequeño agricultor. Por otra parte, en zonas del interior se producen cereales y también se apuesta por la cría de animales (lechería en el norte, cría de ovejas y cabras en el interior y partes menos habitadas del país).
Ser respetuosos con el medio ambiente y comercializar productos con etiqueta ecológica abre nuevos mercados. Además, la adopción de un sistema de gestión ambiental mejora la imagen de empresa y, en consecuencia, sus relaciones con los clientes y las comunidades locales.
Asimismo, el aumento de la legislación medioambiental también está impulsando la necesidad de cumplimiento. No obstante, muchas empresas -sobre todo pymes- indican que aún existen numerosas barreras: desde el coste de implementación, hasta la falta de apoyo y orientación, pasando por la falta de recursos (tiempo y capital humano) para el proceso de implementación y mantenimiento.
El hándicap de todo el proceso de certificaciones es que para que un alimento sea orgánico, los productos deben llevar esa etiqueta con el código de la autoridad correspondiente en cada comunidad (según el Ministerio de Agricultura), pero ese sistema de certificaciones favorece a las grandes producciones y exige el mismo papeleo a las pequeñas granjas.
De esta manera, algunas comunidades, como Andalucía, destinarán más de 208 millones de euros a las ayudas a la agricultura ecológica incluidas en el Programa de Desarrollo Rural (PDR) 2014-2020, lo que permitirá cubrir un total de 9.293 solicitudes y consolidar el liderazgo nacional de la región en el sector.
La distribución es la llave maestra
La distribución ha sido clave en este aumento del consumo ecológico. Los mercados de alimentos orgánicos se han multiplicado en las calles y plazas de ciudades y pueblos de España. De hecho, cuando se compran estos productos, se apuesta por alimentos saludables y, al tiempo, se interactúa con los trabajadores del campo, generando riqueza en el entorno en el que se producen. El mundo digital permite crecer a un ritmo más alto. También, ha crecido el número de tiendas especializadas y supermercados, y se ha innovado con el servicio a domicilio: envíos semanales de productos variados, que llegan directamente de los productores.
Carrefour ya tiene su primer supermercado de alimentación ecológica en Madrid, donde ofrece artículos procedentes de la agricultura y la ganadería ecológicas.
El Corte Inglés también apostó hace tiempo por este segmento y tiene en Valencia "La Biosfera", una tienda de 150 metros cuadrados. Este concepto refleja su compromiso por la promoción de hábitos alimentarios saludables y su enfoque en la innovación. También ha lanzado una marca propia especializada, El Corte Inglés Bio -una línea de productos orgánicos- y abierto un supermercado en Sevilla -un Hipercor, en San Juan de Aznalfarache- dedicado a este sector.
Hay otros supermercados de proximidad que desde hace tiempo vienen contribuyendo a este ramo de productos, entre ellos: Alcampo (con casi 1.700 referencias de estos productos), Mercadona, Dia, Caprabo y Consum. Por su parte, las cadenas alemanas (Aldi y Lidl) cuentan también con un surtido ecológico implantado y en crecimiento. Además están surgiendo nuevas cadenas independientes especializadas, como Herbolario Navarro, SuperSano, Ecorganic, Bio c' Bon, GranBio, Veritas...
Algunos restaurantes también se han incorporado a este sector, apostando por platos elaborados con productos ecológicos y de kilómetro cero -artesanales y ecológicos, producidos por pequeños productores-, que reducen las emisiones de CO2 a la atmósfera generadas por el transporte de alimentos. Otros -de manera más controvertida- prohíben los transgénicos y el uso de animales que se hayan alimentado con transgénicos. Son ejemplos Mama Campo, Huerta de Carabaña o La Colmena que Dice Sí, los tres en Madrid; La Huerta de Almería en la misma ciudad; el Organic's o el NoNoNo, en Barcelona; L'Obrador, en Valencia; Garibolo, en Bilbao; o Tarifa EcoCenter, en Cádiz.
Lo mismo ocurre con hoteles, bares y cafeterías. Un boom en 2017, donde el producto y los valores corporativos son claves para mostrar al público que hay otro tipo de alimentos más saludables y más sabrosos.