Tras 25 años de estudios e investigación, el periodista y sociólogo Pedro Ontoso publica "Con la Biblia y la Parabellum. Cuando la iglesia vasca ponía un vela a Dios y otra al diablo". Este libro, que coincide con el primer aniversario del desarme de ETA, desvela el capítulo que escribió la Iglesia en la historia de la banda armada y ahonda en la dicotomía de su posicionamiento: una condena firme de la violencia frente a la defensa de la 'teoría del conflicto', de un pueblo al que protegía y con el que se sentía identificada.¿Es el título del libro el preámbulo de lo que le espera a la iglesia vasca a lo largo de sus 648 páginas?No, el contenido del libro es más sereno. Con el título quiero decir que hubo hombres de la iglesia que se enrolaron en ETA, seguramente ya sin hábitos, en labores de logística e infraestructura, pero otros han enarbolado la Biblia para que etarras y pistoleros se alejaran de la violencia y rompieran con la banda. Cuando hablo de la vela a Dios, la Iglesia, por una parte condenaba a ETA de forma contundente, pero por otra alentaba a la negociación, partiendo de que había un problema político subyacente, la teoría del conflicto, y que para arreglarlo había que solucionar el tema político. Esa es la vela al diablo.Cuando se cumple un año del desarme, ¿es el momento idóneo para esta publicación?Ha sido una coincidencia circunstancial. Hace 25 años inicie una tesis doctoral, porque me interesa el componente religioso de la violencia política que había en Euskadi y el papel de la Iglesia; como en una tierra que exportaba misioneros, con tantos sacerdotes e iglesias llenas podía germinar un movimiento totalitario como el de ETA. Ahora, aunque el dolor sigue a flor de piel y mirar al pasado siempre es doloroso, es un momento más sosegado para este tipo de investigaciones, una vez que han callado las pistolas.Afirma que la Iglesia merece un capítulo propio en la historia de ETA. ¿En qué fue clave su papel y para qué?El peso social de la Iglesia en Euskadi ha sido tremendo y el componente religioso del pueblo vasco ha sido descomunal; ha habido un maridaje entre la política y la religión durante muchos años. Y esas ideas que se inculcan en un momento determinado a ciertos jóvenes tuvieron luego una expresión violenta. Al principio se pide un compromiso cristiano, pero cuando se exige un paso más se termina co-giendo las armas. La Iglesia sentía el nacionalismo porque era anti franquista en su gran mayoría y su infraestructura se convierte en la de la oposición al régimen. También protege la identidad vasca, sobre todo el euskera, y surge una identificación con su pueblo.¿Y su labor como mediadora en el conflicto?Es una aspiración que siempre ha tenido la Iglesia. Y creo que una explicación de que haya sido tan indulgente con el movimiento radical nacionalista era salvaguardar esa interlocución que ha ejercido durante años. También la propia ETA necesitaba una instancia me-diadora a la que recurrir. De hecho, cada vez que la Iglesia daba un paso contundente, salía un comunicado de ETA o de Herri Batasuna avisando que eso era profundizar en el conflicto y apuntalarlo.¿Cómo se puede predicar el 'Quinto mandamiento' y justificar acciones violentas?La iglesia vasca nunca ha justificado la violencia y sus condenas han sido rotundas, pero es verdad que explicaban con demasiados matices y eso afectaba a la nitidez del mensaje. Además, se fomentaba esa teoría del conflicto, que debía resolverse mediante el diálogo y la negociación. Había que parar la violencia, pero de una forma ordenada y negociada, para que no hubiera vencedores ni vencidos y el conflicto no se reprodujera.¿Cuándo pide la Iglesia a ETA que transforme la forma de implantar su ideología, adecuada al marco democrático?La Iglesia nunca tuvo conexión con ETA y rechazó la violencia, pero sí con la izquierda abertzale, con quien nunca ha roto amarras. Hablaban muy bien del obispo Juan María Uriarte, porque funcionaba con visión del País Vasco y necesitaban a la iglesia como mediadora. La iglesia vasca sí que cambia a finales de los 90, después del asesinato de Miguel Ángel Blanco, cuando Ricardo Blázquez, obispo de Bilbao, comienza a asistir a los funerales, por lo que es cuestionado. El discurso de las víctimas en la Iglesia aparece fuerte a partir de 2000, para normalizar la convivencia, con marchas por la paz, la reconciliación, etc.¿Y el punto de inflexión?Con el atentado de la T4 en el aeropuerto de Madrid, el 30 de diciembre de 2006, que coincide con la ziaboga (cambio en las ideas) que está preparando la izquierda abertzale. Se habían n dado cuenta de así no se iba a ningún sitio y presiona a ETA, debilitada por la presión social, judicial y policial, hacia la senda unilateral del desarme. Y llega también la mediación internacional y la iglesia participa como un agente más.¿A quién recomienda su libro principalmente?A los jóvenes, que no han nacido con Franco y no han vivido la violencia de ETA, la represión y el sufrimiento de las víctimas. Que lean esa página de la historia que nunca tenía que haber pasado, esa violencia inútil, que aprendan a convivir con el sufrimiento y hagan autocrítica. Si este libro sirve para esto, me daría por satisfecho.