En una conferencia en la Schiller International University el pasado diciembre, el presidente del Círculo de Empresarios, John de Zulueta, señalaba la importancia de "adaptarse a los cambios" planteados por la digitalización y la robotización y alertaba del déficit de competitividad de las empresas europeas por comparación con las estadounidenses y aun las chinas. ¿Cómo es la situación en España?El Índice de la Economía y la Sociedad Digitales (DESI) 2018, a cargo de la Comisión Europea, evalúa el progreso atendiendo a cinco grandes variables: conectividad –banda ancha fija, banda ancha móvil y precios–; capital humano –uso de Internet, competencias digitales básicas y avanzadas–, uso de servicios de Internet –uso por parte de los ciudadanos de los contenidos, las comunicaciones y las transacciones en línea; integración de la tecnología digital –digitalización de las empresas y comercio electrónico–, y servicios públicos digitales –Administración electrónica y sanidad electrónica–.España aparece relativamente bien situada, en décimo lugar y por encima de la media de la Unión Europea (UE), en una clasificación donde sobresalen los países nórdicos: Dinamarca, Suecia y Finlandia dominan, por ese orden, el podio. España mejora su posición desde la 12 en 2017, y su puntuación sube 4,7, hasta 58 –la UE obtiene 54–.El informe destaca la mejoría de nuestro país "en todas las dimensiones que mide DESI". En particular, sobresale su desempeño en lo que atañe a conectividad, gracias a la amplia disponibilidad de redes de banda ancha fija y móvil y ultrarrápidas, y el aumento de su implantación. Es positivo también el uso que los españoles hacen de los servicios en línea. Sin embargo, queda mucho por hacer en el ámbito del capital humano: un 20 por ciento no está conectado a Internet; la mitad de los ciudadanos carece de competencias digitales básicas, y la oferta de especialistas en tecnologías de la información y la comunicación (TIC) sigue por debajo de la UE.Elevar la intensidadEl panorama es similar en lo que la Comisión Europea denomina "integración digital", básicamente la aplicación de lo anterior al funcionamiento de las empresas. Aquí, las variables más relevantes son disponer de identificadores por radiofrecuencia (RFID); emplear medios sociales, facturas electrónicas y soluciones en la nube; las ventas por Internet y lo que estas representan sobre los ingresos totales en las pymes, y el porcentaje de pymes que venden fuera de nuestras fronteras. España está aquí en séptimo lugar (de 28).Otra medida relevante es el índice de intensidad digital (DII), que evalúa la disponibilidad en la empresa de 12 tecnologías digitales: que al menos el 50 por ciento de la plantilla tenga conexión a Internet; asistencia de expertos en tecnologías de la información y la comunicación (TIC); banda ancha rápida (un mínimo de 30 Mbps); terminales móviles con acceso a Internet para al menos el 20 por ciento de los empleados; un sitio web; una página web con funciones avanzadas; redes sociales; que los datos sobre la gestión de la cadena de suministro se compartan en forma digital; uso de un sistema de planificación de los recursos de la empresa (ERP); utilización de un CRM o un gestor de relaciones con clientes; que las ventas electrónicas representen al menos el 1 por ciento de los ingresos y que las ventas a consumidores lleguen al 10 por ciento del total. En este baremo, España vuelve a la décima posición, con casi un 30 por ciento de empresas que presentan alta o muy alta digitalización.La escuela de negocios suiza IMD elabora también su propio ranking de competitividad digital entre 63 países. España sale aquí peor parada, en la posición 31, después de un descenso paulatino (del lugar 29 en 2014). Las variables que más la penalizan son la educación (puesto 40) y la "agilidad empresarial" (posición 44). Acompañan a España en su tendencia a la baja países como Grecia, Italia y Chipre, pero también Bélgica, Alemania y Luxemburgo, que se sitúan en la primera mitad de la tabla.El vínculo entre digitalización y competitividad está establecido y se ve, por ejemplo, en el tamaño de las empresas: las grandes tienen ventajas de escala y pueden contratar, como mínimo, a algún especialista en TIC interno. Un estudio reciente de Harvard Business Review (HBR) Analytic Services apunta que casi el 60 por ciento de las 427 empresas objeto de consulta adscriben el uso de servicios en la nube a la transformación general del funcionamiento de la compañía.En particular, el uso de la nube se traduce frecuentemente en un alza de las ventas, la mejora de la productividad de los empleados, la reducción de costes y aumento de la eficiencia, una experiencia de cliente más satisfactoria y diferenciación en el mercado, según HBR. Boston Consulting Group (BCG), en un informe de 2018, advertía de que la brecha en el nivel de desempeño entre las empresas que han apostado por la transformación digital y las que van con retraso se hace cada vez mayor.