Vodafone conmocionó ayer al sector empresarial con la supresión de la cuarta parte de su plantilla en España, un recorte que afectará a 1.200 puestos a lo largo de este año. Las razones que ayudan a entender este nuevo ERE tienen su origen en la propia compañía, pero también en las peculiaridades de su industria. Al margen del dolor institucional, social y personal que implica este tipo de contingencias, las miradas del mercado apuntan al cúmulo de razones que obligan a una de las empresas más admiradas del mundo a suprimir tan considerable número de empleos. Entre otros culpables hay que reprochar el azote laboral a los recortes de los ingresos y pérdida de valor de los activos -junto con coyunturas externas muy delicadas-. Todo lo anterior se complicó en un contexto competitivo de precios a la baja y con una extraordinaria agresividad comercial, fiscal y regulatoria. 1. Causas económicas y productivas. El diagnóstico interno de la crisis por parte de Vodafone alude a "razones económicas, productivas y organizativas". Oficialmente, el sacrificio laboral prevé "revertir la negativa evolución del negocio, reforzar su sostenibilidad, proteger la capacidad de inversión y llegar a ser una organización más competitiva y mejor adaptada a lo que piden los clientes", según indica la compañía a través de un comunicado. 2. Deterioro comercial. Vodafone España ha sufrido la pérdida de 366.000 líneas de banda ancha fija y móvil en la última mitad del año. En sus últimos doce meses, Vodafone asumió la fuga de más de medio millón de líneas de móvil y 120.000 conexiones a Internet. La puntilla se la propinó el propio grupo a finales del año pasado, cuando provisionó 2.900 millones en España, debido al menor valor de sus activos. 3. Patada del fútbol. No debe establecerse una relación causa-efecto en cuanto al recorte de empleo y la decisión de Vodafone de prescindir de la compra de los derechos del fútbol para las tres próximas temporadas. Todo lo contrario. Los directivos del operador rojo optaron por reducir los costes en la compra de contenidos, en sintonía con las actuaciones que estaban por llegar. Es decir, ambas decisiones forman parte de la misma estrategia de reducción de gastos. 4. Crece la demanda pero no el negocio. Al contrario de lo que sería deseable en cualquier mercado, el aumento de la demanda no implica una mejora del negocio en el ámbito español de las telecomunicaciones. Así, los precios de los servicios no siguen la estela del creciente uso de los mismos, ya que el 50 por ciento de las ofertas del mercado se dirige a los segmentos low y medio cost, sin que ello repercuta en el repunte de los ingresos, con caída de las ventas y de la rentabilidad en el primer semestre fiscal de la compañía. 5. Precios a la baja. Frente a los últimos lustros en los que el mercado español de las telecomunicaciones resultaba deflacionario para las cuentas del país, los incrementos de tarifas puestos en marcha por los operadores no avanzan al mismo ritmo que las mejoras de las prestaciones y servicios. Así, el precio de cada minuto de voz o de megas mantiene su senda bajista desde el principio de los tiempos sin que la situación prevea revertirse en el futuro. Así, los ingresos del sector se han hundido un 24 por ciento entre 2008 y 2017. 6. Presión competitiva. Pocos sectores de actividad son tan agresivos comercialmente como el mercado español de las telecomunicaciones. Así viene siéndolo desde hace décadas, sin tregua ni respiro. Las cifras récord de portabilidad reflejan el dinamismo competitivo del negocio. Por si fuera poco, desde el pasado agosto, Telefónica y Orange se han tirado a degüello sobre los clientes de Vodafone en cuanto la compañía prescindió del fútbol. 7. Simplificación de estructuras. El interés de las telecos por agilizar sus movimientos es universal. Siempre hay ocasión para suprimir solapamientos y mejorar eficiencias. Los organigramas tienden a reducir la grasa acumulada en los últimos años con ajustes que siempre resultan traumáticos. 8. Receta recurrente. A grandes males, el sector aplica de forma sistemática los mismos remedios. De esa forma, el resto del sector tampoco ha esquivado los ERE en su reciente historia. Por ejemplo, en la primavera de 2016 y tras la compra de Jazztel, Orange aplicó el suyo sobre casi 500 empleados. Por su parte, el Grupo Telefónica ha recortado su plantilla en casi 8.000 puestos en los tres últimos años, por no hablar del goteo de su plan de bajas incentivadas, al que se suman cientos de trabajadores según van alcanzando ciertas edades. 9. Fiscalidad excesiva. El lamento es coincidente en todo el sector. Al margen de los impuestos y tasas propias de cualquier empresa, los operadores de telefonía conviven con cargas tan controvertidas y discutibles como la financiación de RTVE, por ejemplo, que grava el 0,9 por ciento de los ingresos anuales. Ese peaje ha costado a Telefónica, Orange y Vodafone más de mil millones desde 2010. "Solo en Vodafone, tenemos 200 millones al año en tasas que no tienen que ver con el impuesto de sociedades, que también lo pagamos", según alertó hace apenas dos meses Antonio Coimbra, primer ejecutivo de Vodafone España. 10. Maltrato normativo. Vodafone, al igual que Telefónica y Orange, lamenta que no se apliquen las mismas reglas a todos los jugadores que participan en el ecosistema. Eso ha permitido que crezcan de forma prodigiosa todos los operadores OTT, que no están obligados a invertir en redes, como es el caso de Google o Facebook (dueño de Whatsapp), entre otros.