E l año que comienza será muy similar al 2018 que culmina para el sector financiero español, que se mantendrá en esa travesía del desierto hacia la normalización a la que tanta referencia hace el presidente de Bankia, José Ignacio Goirigolzarri, que cada vez es más extensa y cuyo fin no se atisba aún en el horizonte. Aunque las condiciones para hacer el recorrido poco a poco son más favorables, las entidades tendrán que hacer esfuerzos para avanzar en el camino. Las piedras de unos tipos en negativo serán las principales responsables de la ralentización del avance de la banca, que tendrá que buscar soluciones alternativas para mejorar su cuenta de resultados su rentabilidad. Todo parece indicar que el BCE mantendrá en 2019 el precio oficial del dinero en el cero por ciento, retrasando una vez más el inicio de una subida que el sector financiero lleva esperando como agua de mayo para poner fin a una caída de los márgenes operativos. Pero habrá más. Las entidades tendrán, por ejemplo, que continuar con la limpieza de sus balances. Se espera que el próximo ejercicio sea clave y definitivo. Los grandes grupos han dado pasos de gigante en el desagüe de activos tóxicos (créditos morosos e inmuebles adjudicados), pero las entidades de menor tamaño tienen tarea por delante. Si la coyuntura económica y el interés de los fondos de inversión continúa los bancos españoles en su conjunto se liberarán de esta carga casi por completo en los siguientes doce meses, después de haber tenido que asumir pérdidas multimillonarias desde que estalló la crisis. Para hacer más llevadero el camino y no poner en peligro su futuro, no se descarta que haya una nueva oleada de fusiones. Por este motivo, Liberbank y Unicaja han tomado la decisión de llevar a cabo una integración. Otros grupos, en función de sus fuerzas, podrían tener que tomar esta vía alternativa para no quedarse varados en el camino, máximo teniendo en cuenta que hay nubarrones que podrían desatar una nueva crisis de gran tamaño. Todo dependerá de la evolución de los acontecimientos en el Reino Unido y los efectos de su salida de la Unión Europea, y de la mejoría o empeoramiento que registre Italia, entre otros aspectos. Además, en España existe el riesgo de bloqueo político, debido a las dudas sobre una aprobación de los Presupuestos Generales del Estado y un calendario electoral demasiado abierto por la irrupción con fuerza de Vox. Con todo este panorama el año comienza también con dos cambios sustanciales en las cúpulas de los dos grandes bancos españoles, que tanta estabilidad han proporcionado al sistema financiero en su conjunto en los ejercicios pasados. El más destacado es el estreno de Carlos Torres como presidente de BBVA, tras la jubilación mínimamente anticipada de Francisco González como máximo responsable del grupo en los dos últimos decenios. Y la llegada como número dos del turco Onur Genç para sustituir a Torres. También debutará en Santander el italiano Andrea Orcel como consejero delegado. Su nombramiento efectivo se espera para marzo o abril. Junto a la presidenta Ana Botín y el que será nuevo vicepresidente José Antonio Álvarez, tendrá que diseñar el nuevo plan estratégico del banco para los próximos ejercicios. Los dos nuevos ejecutivos, ambos extranjeros, tendrán que lidiar en una coyuntura nada fácil y con la amenaza de un entorno, incluso más complicado si los peores presagios llegan a cumplirse. Por si fuera poco, las entidades tendrán que continuar elevando su solvencia por los exigentes regulatorios, y deberán hacer frente a las modificaciones normativas que afectan a varios segmentos de su actividad y que podrían conllevar menores ingresos a partir de su entrada en vigor. En 2019 se pondrá en marcha la reforma hipotecaria, que abarata en principio su precio a los clientes. Para hacer frente a estas modificaciones, la banca ya ha advertido que elevará el coste para compensar los mayores gastos de producción. Otra regulación de calado PSD2, que facilitará la irrupción de terceros en el negocio bancario con la obligación de los grupos financieros de aportar los datos de los usuarios con consentimiento previo. No se espera un desembarco masivo de las denominadas bigtech -gigantes de Internet- por el momento, pero sí en algunos nichos de actividad, como los medios de pagos. Las entidades se están ya preparando para preservar su dominio con un impulso de su transformación tecnológica y la cada vez mayor comercialización de productos y servicios a través de los canales digitales. Algo que continuará en 2019.