Pese al avance en regulación y supervisión, la economía de la UE sigue vulnerable ante la siguiente crisisLas crisis golpean porque llegan por el punto ciego. Es su naturaleza. Pero casi en un acto de fe, los ciudadanos confían en que sus líderes y expertos sean capaces de aprender las lecciones para detener el siguiente golpe. ¿Fue así tras la caída de Lehman Brothers? La respuesta corta sería: "No completamente". Y cuando llegue la próxima crisis, lo cual podría suceder según algunos en un año y medio, las respuestas medio satisfactorias no serán lo suficientemente buenas. "El sistema no funciona", comenta a elEconomista el exgobernador del Banco de España Miguel Ángel Fernández Ordóñez. Y sabe de lo que habla, porque no solo presenció la crisis desde la primera línea, sino también la respuesta global que salió del entonces recién creado G-20 y del Consejo de Estabilidad Financiera. "Cualquiera de las reformas conseguidas, sobre todo justo después [del estallido] cuando los recuerdos todavía estaban frescos y el empuje político todavía era fuerte, probablemente serán insuficientes", advertía esta semana en un informe la organización Finance Watch. Además, un movimiento contrareformista está surgiendo en varios rincones, incluido EEUU, para deshacer parte del camino regulatorio recorrido. El descontrol del endeudamiento, encarnado en las hipotecas basura, estuvo detrás de la crisis. Y aunque los niveles se estabilizaron justo tras el estallido, la deuda global aumentó en más de un 40 por ciento, de los 167 billones de dólares a los 237 billones. Este incremento llevó al FMI a señalar el pasado octubre que un crecimiento económico impulsado por la deuda podría traer una nueva crisis en un horizonte no muy lejano. "Estamos ahora en un nivel que es más elevado que justo antes de la crisis financiera, así que no hay espacio para la complacencia", señaló el expresidente del BCE Jean-Claude Trichet tras la advertencia del FMI. Su sucesor en el eurobanco, Mario Draghi, dijo este jueves que la situación en la eurozona es "ligeramente diferente". Aunque la deuda es elevada (86,7 por ciento en 2017), el endeudamiento privado se ha reducido. Pero Europa carga con otras pesadas losas a su espalda. Aunque el crecimiento es elevado, los expertos consultados esperan que se frene hasta su potencial en torno al 1,5 por ciento, el crecimiento de la productividad en el bloque es inferior al periodo previo a la crisis, la desigualdad ha echado raíces y no se puede despegar de la bomba de relojería italiana. La probabilidad de que colapse la economía italiana, aplastada por una deuda del 132 por ciento, insostenible para su raquítico avance (-0,6 por ciento de media entre 2006-2016) es de un 25 por ciento en los próximos tres años, estima el investigador de Bruegel, Zsolt Darvas. Y si la bota se tropieza, todo el euro probablemente caería. No obstante, Darvas es uno de los que opina que, a pesar de que quedan medidas por aprobar, los cientos de miles de páginas de reforma financiera aprobadas tras la crisis apuntan "en la dirección correcta". "El sector financiero es mucho más resistente", añade. Como otras jurisdicciones, Europa adoptó las recomendaciones del Consejo de Estabilidad Financiera, sobre todo con la directiva de requerimientos de capital. Además, se dotó de nuevos supervisores y reguladores para banca, mercados, y seguros y pensiones. Desde que cayera el cuarto banco de inversión de EEUU aquel 15 de septiembre de 2008, "puedo decir que no ha habido un aspecto del negocio bancario que no ha sido tocado por reguladores y supervisores", comentó Draghi el pasado jueves. Europa además se lanzó a crear una unión bancaria, con autoridades de supervisión y resolución únicas, el paso más significativo desde la introducción del euro. Draghi comentó que el ratio de capital de nivel 1 ordinario (un indicador de la salud financiera de los bancos) ha pasado del 8-8,5 por ciento al 15,6 por ciento de productos. El problema es que este mundo paralelo de fondos de capital riesgo y otros agentes financieros continúa vinculado a los depositantes a través de garantías bancarias, o como ramas de negocio incrustadas en grandes conglomerados. Aunque las entidades demasiado grandes para caer estuvieron en la mira, todavía existe una treintena de ellas en el planeta, 12 de ellas en Europa, combinando banca comercial y de inversión con diferentes niveles de riesgo. Sin embargo, Darvas opina que la respuesta global, y en particular la europea, "ha limitado en gran medida la posibilidad de presenciar otra crisis como la de hace una década". Como tareas pendientes señala completar la unión bancaria con una garantía europea de depósitos, y reducir la exposición de la banca a la deuda soberana. El vicepresidente de la Comisión Europea al cargo de servicios financieros, Valdis Dombrovskis, señala que "los bancos están mejor capitalizados y son más resistentes". Como ejemplo menciona la reducción de activos tóxicos en sus balances a la mitad desde 2014. No obstante, estos préstamos morosos continúan siendo un gran problema en Italia, el eslabón débil para Europa, donde rondan el 15 por ciento. Un cóctel demasiado explosivo para una economía demasiado importante para la eurozona. Porque, como advierte Darvas, si cae Italia la crisis sería "masiva" para el resto de sus vecinos del euro.