El sol, tomado con responsabilidad, es una inmensa fuente de energía y un gran aliado para nuestra salud. No solo ayuda a sintetizar la vitamina D, imprescindible para fijar el calcio en los huesos, sino que además eleva las defensas, activa el funcionamiento del sistema inmunológico y mejora el estado de ánimo y la sensación de bienestar. Pero no todo son ventajas. La radiación ultravioleta, el calor excesivo, el aire acondicionado, el cloro y los químicos en las piscinas, la sal y el yodo del mar, la mala dieta y la dichosa contaminación, son especialmente nocivos para nuestra salud dermatológica, ocular y capilar. Entre las desagradables consecuencias con las que podemos encontrarnos están el envejecimiento prematuro, las manchas, el cáncer de piel y los daños oculares, por tanto, es precisamente ahora cuando debemos prestar más atención que nunca a la rutina de cuidados diarios. Como rezan los dermatólogos, "la antesala de un bronceado inteligente es una piel bien hidratada y protegida". Toma nota de las recomendaciones para un bronceado saludable y duradero: Antes de estrenarnos bajo el sol, es imprescindible exfoliar bien la piel de pies a cabeza para eliminar células muertas unos días antes. Y, tras la exfoliación, una buena cura de hidratación y nutrición. No olvides que el secreto de una piel sana es una piel bien hidratada. Aplicar una protección de amplio espectro (SPF50+ PA+++), al menos veinte minutos antes de la exposición solar, siempre sobre la piel limpia y seca, y repetir la aplicación cada dos o tres horas, incluso si es water-proof. Repetir siempre al salir del agua. Evitar exponerse directamente al sol durante las horas de máxima radiación ultravioleta, que en España son entre las 12:00 y las 17:00 horas. Beber al menos diez vasos de agua mineral o filtrada a lo largo del día. Infusiones aparte. En la piscina, dúchate bien después de cada baño para aclarar los restos de cloro de piel y cabello. Ingerir un aporte extra de antioxidantes para detener el proceso de envejecimiento y proteger las células de los radicales libres. Entre los más potentes, los beta carotenos (zanahoria, calabaza, mango), polifenoles (té verde, cacao, aceite de oliva, uvas, soja, ajo, cebolla, remolacha, berenjena), luteína (vegetales de hoja verde oscuro tipo brócoli, espinacas, alcachofas), licopeno (sandía, tomates, toronja), selenio (legumbres, cereales integrales, pescado, levadura de cerveza), vitamina A (huevos, mantequilla, lácteos), vitamina B12 (caballa, yema de huevo, quesos curados, marisco), vitamina C (kiwi, papaya, fresas, naranja), y vitamina E (nueces y semillas, aceite de girasol, espinaca y col rizada). Utilizar la cantidad necesaria de crema solar para cubrir bien las zonas más delicadas, como nariz, frente, cuello y escote. No descuides las manos, grandes sufridoras y testigos indiscutibles de la edad. Protege tu cabello con productos específicos que eviten los daños causados por la humedad, los cambios bruscos de temperatura, el agua del mar, la piscina, el viento, etc. Tras la exposición solar, es necesaria la ducha con un gel neutro. A continuación, aplicar un buen aftersun tantas veces como sea necesario. Si ha habido quemaduras, prescindir de playa y piscina durante unos días. Protege siempre la cabeza con un gorro y los ojos con unas gafas de sol homologadas. En la playa, hazte con una buena sombrilla, y no vayas a ningún sitio sin tu protección solar.