La crisis transalpina aparca de nuevo la agenda de reformas comunitarias El tiempo de calma apenas ha durado un año en la Unión Europea. La alianza de los populistas y eurescépticos del Movimiento 5 Estrellas y la Liga en Italia ha arrojado a la tercera economía de la eurozona a su mayor crisis institucional en años. Ha provocado una tormenta política, que supera incluso los registros del inestable escenario transalpino. Y ha agitado los mercados como no se recordaba desde los peores momentos de la crisis del euro. Europa ya no levanta la vista para pensar en las grandes reformas del euro, sino que se pega al presente para proteger la moneda común frente al mayor desafío en años. Toca catenaccio, porque los líderes de M5E, Luigi Di Maio, y la Liga, Matteo Salvini, han pasado al ataque. Los planes para sacar la economía italiana de la eurozona finalmente se cayeron de su acuerdo de Gobierno. Pero el veto del presidente italiano, Sergio Mattarella, a su candidato para convertirse en ministro de Economía, Paolo Savona, partidario de romper con el euro, ha avivado las cargas de los vencedores de las pasadas elecciones en Italia. Enfrentamiento con Bruselas El comisario europeo de Presupuestos, Günter Oettinger, terminó por prender la mecha ayer al sugerir que "esperaba" que los vo-tantes italianos tomaran nota de las turbulencias en los mercados y votaran a los partidos bien vistos por el establishment comunitario. Con la mirada puesta en el movimiento de bonos y la bolsa italiana, el alemán dijo en una entrevista con la Deutsche Welle que "solo puedo esperar que esto jugará un papel en la campaña electoral y enviará una señal para no dar a los populistas de la derecha y la izquierda ninguna responsabilidad en el Gobierno", refiriéndose a evitar la elección de los populistas. La polémica estaba servida. Más aún porque el periodista amplificó la intromisión de Oettinger en un tweet que luego corrigió al escribir la cita correcta. El patinazo de Oettinger dio pie a Salvini para insistir en las "amenazas" que llegan desde Bruselas. Pero también le valió un tirón de orejas por parte del presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk. "Mi petición a todas las instituciones de la UE es que, por favor, respeten a los votantes. Estamos aquí para servirles, no para darles lecciones", dijo el polaco en su cuenta de Twitter. La colleja de Tusk a Oettinger, y por extensión a la Comisión Europea, provocó una reacción del presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, para intentar contener los daños. Señaló que "el destino de Italia no está en manos de los mercados financieros". Y añadió que el Ejecutivo comunitario está listo para trabajar con Italia "con responsabilidad y respeto mutuo". La tormenta que provocó la entrevista, el patinazo del comisario y las advertencias y correcciones posteriores dentro de las instituciones ilustran la nueva fase en la que ha entrado Europa. La UE confiaba en que la presión de los mercados, además de los equilibrios institucionales internos que encarna Mattarella, podrían terminar por encarrilar el diálogo con el nuevo Ejecutivo. La domesticación sería dolorosa, pero se esperaba al final del camino. Sin embargo, la situación evoluciona en el sentido contrario, en parte por los propios errores de los dirigentes europeos. Las nuevas elecciones que se avecinan podrían arrojar un resultado aún más dañino para los intereses de Bruselas. Con la presión directa de los inversores por un lado, y el nerviosismo expectante de los europeos por el otro, Salvini ya había cargado contra el veto de Mattarella diciendo que Italia no se convertirá en "una colonia de Alemania". Cambio de prioridades Tras ver cómo un Gobierno populista y euroescéptico, con tintes xenófobos, llegaba al poder en el país con mayor deuda pública (2,3 billones de euros) del entorno co- munitario, y un sistema bancario lejos del saneamiento, la prioridad ya no es reforzar la eurozona para la crisis de mañana, sino de salvar el partido de hoy. La agenda de reformas de Emmanuel Macron, donde sí incluía avanzar en la unión bancaria, armonizar la política económica de los Estados con un ministro de finanzas común y crear un Fondo Monetario Europeo, ya aguada hasta casi la irrelevancia, aparece como un brindis al sol, cuando lo que se tiene en el ruedo es una economía "demasiado grande para caer y para ser rescatada", como sugieren tanto fuentes comunitarias como del sector financiero. Un error en la gestión política con Italia podría resultar fatal para toda la eurozona.