La Universidad de Glasgow, fundada en 1451, es la mayor universidad de las tres que tienen sede en la ciudad de Glasgow, Escocia. Por sus aulas han pasado premios Nobel, primeros ministros e incluso figuras ilustres en la historia de la humanidad, como el economista Adam Smith o Albert Einstein, quien impartió algunas de sus primeras clases sobre la teoría de la relatividad. Uno de cada cuatro de los estudiantes son internacionales, especialmente de China, India, Estados Unidos y Nigeria. ¿Su universidad ha sufrido la crisis? El número de estudiantes que ingresan en nuestros programas europeos ha sido reducido. No obstante, a esta universidad le ha ido muy bien en los últimos años. ¿Qué les hace diferente de otras universidades? Somos una universidad global integral, con profundas raíces locales. Estamos completamente comprometidos con la cooperación con la ciudad y la región y, más recientemente, hemos unido a la ciudad y la Biblioteca Nacional de Escocia para crear el primer centro de estudio del Museo de Europa. Nuestro trabajo en la medicina traslacional, humanidades, fabricación nano, ondas gravitacionales y en muchas otras áreas somos líderes mundiales y, junto a Oxford, Cambridge y Manchester, tenemos un museo de primera clase, archivo y colección especial de la Reforma Medieval. Ahora mismo estamos trabajando para asociarnos a nivel mundial con el Smithsonian en Washington. ¿Cómo es la educación universitaria en su país? Escocia cuenta con el sistema de educación superior más productivo del mundo. Sin embargo, como muchos, enfrentamos desafíos financieros muy difíciles. La decisión del Gobierno escocés de retener la matrícula gratuita significa que las tasas de matrícula se mantienen bajas y esto, a largo plazo, obstaculizará nuestra capacidad de crecimiento. ¿Qué diferencias hay con España? Las universidades de Escocia cuentan con una gobernabilidad de manera independiente y los salarios son competencia de cada institución, aunque hay, por supuesto, acuerdo sobre bandas entre las universidades, hasta el rango de catedrático. Los académicos parecen tener mayor libertad y los sueldos son buenos, por no decir sobresalientes. La promoción y el desarrollo dependen por completo del rendimiento individual y no hay expectativas de que un fondo particular asegure alguna ventaja. ¿Por qué nuestras universidades mediterráneas no están entre las mejores de los 'rankings' internacionales? En parte es una cuestión de inversión, pero también de autonomía: cuanto más autónomos en una región, más productivos son sus académicos. España tiene algunas universidades muy grandes, aunque esto puede parecer una ventaja, también puede significar que hay una falta de propósito y dirección común. España es muy buena en lo que respecta a la colaboración internacional, de hecho, nosotros en la Universidad de Glasgow tenemos muchas colaboraciones con universidades y colegas españoles. Sin embargo, la cola de becas afecta a la clasificación de la universidad, y tienden a publicar investigaciones en inglés, esto es, por supuesto, totalmente injusto y es una función de la dominación del mundo anglosajón en la investigación. El aumento de la autonomía es probable que conduzca a una mayor flexibilidad. Esto, a su vez, permite a las universidades responder a las cambiantes economías, políticas y demografías y posicionar su investigación para lograr un mayor impacto. Es importante ser sensible a las necesidades y aspiraciones de los estudiantes y dar forma al currículo en consecuencia, sin abandonar la importancia de la excelencia.