Hace ya algunos años en Inversión a Fondo, elEconomista propuso al ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, la creación de la Cuenta Jubilación. Un instrumento por el que cualquier activo de inversión destinado a la jubilación se pudiera traspasar a otro sin coste fiscal. La idea no era especialmente novedosa, ya que se contempla en mercados más maduros, como el americano o el británico. En tiempos de carestía como los de entonces, no fue recogida, pero tampoco tiene ningún interés en momentos de algo más de prosperidad, y cuando son pocas las ideas útiles para que el ahorro para la jubilación de los españoles crezca por encima de la ridícula cifra de los cien mil millones de euros. Cantidad que parece elevada pero que deja a España en uno de los países occidentales con menos ahorro privado sobre el PIB. No hacer caso a la Cuenta Jubilación le valió que le sacáramos a Montoro una tarjeta roja. Otra tarjeta roja desde el lado de la inversión llegó cuando quitó la exención fiscal de los 1.500 euros por cobros de dividendos. Como sé que el ministro tiene mucha retranca, seguro que sonreirá si le llamo comunista cuando se trata de cuidar al in-versor, porque, como la práctica totalidad de los políticos, tiende a pensar que esto del ahorro es de ricos. Expropiar a los inversores aquella exención de los 1.500 euros, cuando se trataba de eliminar la doble tributación sobre los dividendos (las compañías ya pagan por los beneficios que generan), no beneficiaba a ningún rico, y sí a muchos ahorradores. La tarjeta roja que ahora le sacamos desde elEconomista se justifica en la intención que parece querer tener su Ministerio porque se produzca la muerte por silencio administrativo de la que debería ser la mayor reforma fiscal sobre la inversión en décadas. Hace 15 meses, Tributos contestó vía consulta que sí, que los ETF tendrían la misma consideración fiscal que los fondos de inversión, que su traspaso sería sin coste fiscal. Ahora, cuando se ha solucionado el problema tecnológico (AllFunds ya permite la operativa para los institucionales), quien se queda fuera de esta gran reforma son los particulares. Ninguna entidad quiere dar el paso de ofrecer este servicio a sus clientes, porque tiene la enorme sospecha de que se va a dar marcha atrás a la medida por el impacto negativo que tendría en las cuentas de las grandes bancos. Desde fuentes que se han reunido en varias ocasiones con Tributos se habla de que las grandes entidades financieras se juegan un máximo 2.500 millones con esta reforma. Al inversor, llamémosle sobre todo ahorrador, se le va a privar del traspaso fiscalmente neutro a un producto tonto, que replica mercados, pero que es muy barato. Éste es el atractivo del ETF. Sobre todo cuando hay una industria, a la que hay que criticar, con productos caros para el valor que se genera con ellos.