La junta de accionistas de BBVA para Francisco González fue un paseo, prusiano en la configuración del escenario, sin sorpresas en los discursos y algo frío desde el lado del público que apenas se hizo oír. Por el lado de las quejas, además de los reproches laborales de los sindicatos, un trabajador jubilado se quejó de que BBVA vale igual que hace 20 años y que otros bancos han crecido más. Pero más reseñable es la actitud que mostró el presidente del BBVA ante varias causas sociales. Se solidarizó con el personal del banco que "trabaja muy duro" en Venezuela en un entorno muy "difícil". También tuvo una emocionada mención para un empleado de BBVA aquejado de cáncer que había agradecido al banco su apoyo a científicos como James P. Allison. Pero la mayor sorpresa fue que González mostrase complicidad con los jóvenes antimilitaristas que llevan más de una década afeándole en las juntas (con protestas en la calle y, a veces, dentro de la propia sala), a los que tradicionalmente recriminaba por estas actitudes. Ayer, sin embargo, puso en valor el idealismo de estos jóvenes, para reconocer que el banco financia a empresas que fabrican armas, pero nunca armas controvertidas, y que las armas "muchas veces se utilizan para defender derechos humanos".