L a Responsabilidad Social Corporativa (RSC) es la habilidad de una empresa para responder de forma rentable a todos los públicos de interés con los que se relaciona, empezando por los más importantes: accionistas y empleados. Una empresa responsable y con Buen Gobierno Corporativo es aquella que dispone de un buen comportamiento ético; esto supone tener mecanismos para gestionar incidencias éticas mediante la existencia de un comité o comisión de ética y una política escrita de anticorrupción. También, transparencia y Buen Gobierno a través de la implementación de determinadas políticas e informes de Gobierno Corporativo y controlando su riesgo. Por otra parte, debe tener una responsabilidad con los empleados, desarrollando programas de gestión del talento y conciliación, y gestionando la diversidad e igualdad de oportunidades para los trabajadores de la empresa; el compromiso con el medio ambiente y el cambio climático a través de la medición y gestión del impacto medioambiental, comprando productos responsables y posicionándose frente a cualquier cambio climático; y la contribución a la comunidad disponiendo de sistemas de evaluación del impacto social y de requerimientos sociales precisos para la cadena de suministro, así como programas para el entorno. Los inversores socialmente responsables, además de rentabilidad financiera, están interesados en el menor riesgo asociado a la sostenibilidad, que genera tener en cuenta en las decisiones de inversión los factores medioambientales, sociales y de Gobierno Corporativo. De hecho, las compañías con mejor calificación en estos factores resultan ser más resistentes y atractivas a largo plazo, algo que, cada vez más, consideran tanto bancos como fondos. La rentabilidad es el premio Las empresas se han dado cuenta de que los criterios éticos son útiles para valorar la calidad de los activos en los que se invierten, además la aparición de leyes internacionales destinadas al Buen Gobierno y ratings que se encargan de medir el compromiso social y ambiental de cualquier inversión provoca que cada vez sean más las empresas que se centren en mostrar unos buenos resultados a nivel ambiental y social. La rentabilidad a la hora de obtener financiación más asequible es el premio. En sus comienzos, allá por los años noventa del pasado siglo, se consideraba que la RSC iba a resultar una moda pasajera. Las primeras actuaciones fueron muy criticadas, porque se limitaban a simples operaciones deslavazadas de comunicación corporativa o de acción social, o marketing, reputacionales, de protección ambiental, de patrocinios, o de becas o de compromiso social. Sólo las entidades que entienden qué es la RSC pueden diferenciarse de su competencia. Esta distinción se manifiesta en los resultados tenidos gracias a una actitud responsable, más allá del cumplimiento legal, en tres aspectos fundamentales: económico, medioambiental y social. La RSC pierde buena parte de su relevancia si se realiza, pero no se comunica, pero perderá su credibilidad si se produce el efecto contrario y hay una sobreinformación. Para las sociedades mercantiles y todo tipo de organizaciones es de vital trascendencia que su RSC sea percibida como real y no impostada, sin exageraciones ni excesos. Un buen apoyo para alcanzar este difícil equilibrio los aportan índices como el prestigioso Informe Merco, que recoge anualmente la clasificación de las compañías con mejor Responsabilidad Social Corporativa (RSC), a partir de 18 variables. Los expertos de Deloitte aseguran que el 40 por ciento de las grandes empresas españolas cotizadas ya contemplan los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en sus Informes de Sostenibilidad y sus páginas web, pero solo un 20 por ciento tiene iniciativas para medir la contribución en la consecución de estos objetivos. En el caso del Ibex 35 solo nueve compañías tienen definido un propósito orientado a alguno de los ODS de la ONU, según el informe de la firma 2030 Purpose: Good Business and a Better Future.