El clero italiano analiza los principales problemas del cristianismo: descenso de bautismos y falta de vocaciones, así como la tendencia de los católicos europeos a practicar una religión 'self-service'A lo largo de la semana pasada, la Iglesia católica italiana ha celebrado su Congreso Nacional, que contó con la presencia del Papa Benedicto XVI. La Iglesia que se reúne en Verona, lugar elegido para el evento, está cargada de vitalidad pero también de "una sensación de turbación y de incertidumbre", según Civiltá Católica, la revista de los jesuitas. Es una Iglesia que sufre "una sensación de distanciamiento afectivo y efectivo, con un debilitamiento de la presencia cristiana, especialmente entre los más jóvenes", afirma la publicación.De hecho, la oleada de la secularización ha diluido la visible coincidencia de la Iglesia católica con la sociedad. Un dato significativo es la disminución del bautismo de los niños, que bajó en 2003 al 80,7 por ciento de los nacidos, con una pérdida de nueve puntos porcentuales en sólo cinco años.Constante resulta la disminución de las primeras comuniones (del 9,9 por al 8,5) y de las confirmaciones (del 11 por mil al 8,7). Siguen subiendo los matrimonios civiles (del 17,5 por ciento de 1991 al 28,5 del 2003 sobre el total de los matrimonios), así como los divorcios y el consumo de anticonceptivos orales por parte de las italianas.Las encuestas sobre valores en Europa señalan que, sobre algunos puntos de la doctrina oficial de la Iglesia, se produce una significativa y, a menudo, mayoritaria desafección de los que se declaran católicos practicantes y que difieren en estos temas, a veces radicalmente, del magisterio moral de la Iglesia.Las mismas encuestas subrayan el surgimiento entre los católicos de tendencias del self-service (sírvase usted mismo) en el campo de las opciones morales, y, aunque vayan acompañadas de la estima por las posturas papales sobre los problemas políticos internacionales, reivindican una libertad de decisión en el ámbito de las conductas privadas.Según el filósofo católico Pietro Pini, se trata de un "cisma oculto y silencioso", debido a la reedición del conflicto irresuelto entre la cultura dogmática y la cultura científica. Ante este cambiante escenario histórico, una carta de la Comisión episcopal para el laicado de cara al Congreso de Verona admite que "la comunidad cristiana aparece desorientada", se descubre minoritaria y casi pillada a contrapié por el pluralismo étnico, cultural y religioso.El debilitamiento afecta también las estructuras internas de la Iglesia. Los procesos de recambio de clero diocesano en Italia -actualmente formado por 31.474 sacerdotes registrados para 57 millones de habitantes- están perdiendo ritmo. A comienzos del siglo XX, eran 69.000 para 33 millones de habitantes que hay en Italia.Según una encuesta, dirigida por Luca Diotavelli para la Conferencia episcopal italiana y la Fundación Agnelli, más del 40 por ciento del clero que se jubila no es sustituido. Las ordenaciones bajaron de 740 en 1969 a 435 en 2004. Las previsiones indican un ineludible descenso numérico del clero hasta alcanzar poco más de 25.000 sacerdotes diocesanos, una cifra insuficiente para atender a las 26.000 parroquias del país. Para tapar los agujeros, la Iglesia italiana recurrió al clero de importación: más de 1.500 sacerdotes en las diócesis italianas son extranjeros, es decir más del 4,5 por ciento del total. Y la tendencia es ascendente. Casi el 18 por ciento de las nuevas ordenaciones del 2003 es de sacerdotes africanos, polacos, etcétera.Un fenómeno este último que Diotavelli califica de parche y de arma de doble filo. El sociólogo sostiene que la propia crisis de la parroquia "no debe imputarse sobre todo a adversas circunstancias sociales, sino a una deriva hacia la privacidad del sistema eclesiástico y, por lo tanto, a una causa endógena", asegura"La diáspora que tuvo lugar al final de la Democracia Cristiana -dice el Padre Sorge- no permitió todavía encontrar la forma de mediar laicamente los valores cristianos en la cultura y en la sociedad secularizada y pluralista de hoy. Se trata de formarse en traducir las directivas evangélicas y del magisterio de la Iglesia en términos antropológicos laicos, es decir aceptables a todos los ciudadanos".De las propuestas de muchas delegaciones diocesanas parece desprenderse que la apuesta esencial del Congreso de Verona es la laicidad de la fe, la constitución del laicado como sujeto en la Iglesia y protagonista de las mediaciones entre fe e historia en una sociedad pluralista y en un momento de estampida pero también de necesidades espirituales más apremiantes.