El grupo Barceló compra el Formentor, en Mallorca, para convertirlo en un hotel del más alto nivel La compra del histórico hotel Formentor, en la isla de Mallorca, por el grupo hotelero Barceló, se inscribe en la estrategia de esta cadena para tomar posiciones en el segmento alto del sector, tras haberse dedicado durante años al turismo vacacional masivo. Barceló ha pagado 36 millones de euros a los antiguos propietarios, la familia Buadas, por un hotel que se asienta en uno de los últimos paraísos del Mediterráneo. Aparte de su valor estratégico, la operación tiene un componente sentimental. Barceló mira hacia sus raíces y adquiere un establecimiento que forma parte de la historia de la isla. Ubicado en la península de Formentor, frente al mar, el edificio está enclavado en un bosque de pino mediterráneo de 1.200 hectáreas. La belleza del paisaje, milagrosamente preservado de la especulación inmobiliaria, es el mayor atractivo del predio, que vivió su época dorada en los años 60, cuando por sus instalaciones desfilaba lo más granado de la sociedad internacional. Construido en 1929, el edificio no es singular ni tampoco un referente arquitectónico de los años 20, pero se ha mimetizado de tal manera con el paisaje que las reformas requeridas para adaptarlo a los estándares actuales de los hoteles de lujo, habrán de hacerse con tiento. Según el portavoz de la cadena, cualquier intervención exigirá el consenso de todos los estamentos de la isla. "Hay que reformarlo. Un hotel que cierra a finales de octubre y no reabre hasta abril no es rentable. Lo que queremos es que esté abierto todo el año y que sea una referencia de calidad, y para esto hay que dotarlo del atractivo suficiente para que los huéspedes acudan también en invierno".El grupo presta atención a la clientela de negocios, y para ello ha creado una división especializada, MeetBarceló, y en esta perspectiva hay que entender, también, la compra del Formentor. Atraer al hotel el nuevo turismo de convenciones e incentivos implicará dotarlo de nuevos equipamientos de salud, belleza y spa para los fines de semana, y de la infraestructura tecnológica necesaria para acoger reuniones y convenciones durante todo el año. "Tenemos que dirigirnos a las empresas, un segmento turístico que a Mallorca le está costando mucho atraer". La inercia de la isla parece aquejada del síndrome de Chopin, que tanto sufrió en el invierno mallorquín. El comercio, los museos y muchos de sus monumentos cierran los domingos, y al bullicio del verano sucede un vacío poco propicio para el turismo invernal. Hasta ahora, los muchos y buenos hoteles de Mallorca no han sido capaces de romper con el tópico de sol y playa, y vender las otras posibilidades fuera de temporada. Paradójicamente, la situación geográfica del Formentor, al norte de la isla, es otra dificultad para abordar la nueva estrategia del grupo hotelero. Pero Barceló no tiene prisa. De momento, precisamente porque el hotel es una joya, y como tal lo considera, sus directivos han iniciado una reflexión que no dará sus frutos antes de dos temporadas. Entretanto, pedirán a algunos arquitectos de renombre que presenten propuestas acordes con los tiempos. Pero, este año y el siguiente, el hotel seguirá cerrado durante el invierno.