La inversión en tecnología limpia será menor que el gasto en importaciones Monitor Deloitte presentó ayer un análisis prospectivo sobre la transición energética que debe abordar España para alcanzar los objetivos de descarbonización definidos por la UE y llega a la conclusión de que reducir las emisiones de CO2 más de un 80 por ciento en 2050 supondrá un importante ahorro económico para el país, porque el incremento de la inversión en tecnología limpia propiciará un ahorro de importaciones energéticas aún mayor. Alberto Amores, socio de Deloitte, bromeaba durante la presentación del documento, titulado Una transición inteligente hacia un modelo energético sostenible para España en 2050: la eficiencia energética y la electrificación, con que era el tercero de la firma sobre la transición energética: "Una pequeña saga, como en el cine". En el primero, de marzo de 2016, auguraba que descarbonizar nuestra economía exigía invertir, grosso modo, de 330.000 millones a 380.000 millones de euros hasta 2050, unos 10.000 millones al año. También apuntaba que se obtenían ahorros, por la reducción de las importaciones de energía, el menor precio de la electricidad y la ganancia de eficiencia, pero no ahondaba mucho en ello. Mayor actividad económica En el informe presentado ayer -el segundo de la saga se centraba en el transporte- sí aborda esos cálculos y llega a la conclusión de que será más barato invertir en tecnología limpia para descarbonizar la economía que apostar por un escenario continuista. En el primer caso, las inversiones suman 510.000 millones, mientras que en el segundo suman 200.000 millones; ahora bien, las importaciones de energía en el escenario de la descarbonización ascienden a 620.000 millones, mientras que en el continuista se disparan hasta alcanzar el billón. O sea, que hay un saldo positivo hacia la descarbonización de 130.000 millones, al que se le añade el valor añadido de la mayor inversión en actividad económica y empleo. Amores reconoce que las magnitudes económicas y el plazo temporal obligan a la prudencia, y el análisis incide en las necesidades a medio plazo del proceso de transición energética. Así, recomienda que España mantenga su generación eléctrica convencional todo el tiempo que pueda -"mejor estirar la goma que invertir en nuevas centrales"- y evalúa el coste de su cierre anticipado en nuevas inversiones para plantas térmicas que respalden el intermitente parque renovable, habida cuenta de la inmadurez de las tecnologías de almacenamiento: clausurar las plantas de carbón nacional en 2020 costaría 800 millones, las de carbón importado en 2030, unos 3.000 millones y no alargar la vida útil de las nucleares, otros 3.000 millones. La electricidad, si se apuesta por la descarbonización, bajará un 35 por ciento en 2030 y un 55 por ciento en 2050.